Los niños de Papúa Nueva Guinea y España y unas aulas de clase

Los niños de Papúa Nueva Guinea y España y unas aulas de clase

  • On 21 de marzo de 2024

OMPRESS-PAPÚA NUEVA GUINEA (21-03-24) La aldea de Hobe está aislada, sin caminos ni carreteras, rodeada de una espesa jungla y encaramada en las montañas de Nueva Guinea, en las antípodas de España. Desde allí llega un “gracias” muy grande para todos los niños españoles de Infancia Misionera: ya tienen aulas de clase dignas.

La población de Nueva Guinea, la segunda isla más grande del mundo, es no solo pequeña en términos absolutos, sino que también está fragmentada en miles de micropoblaciones debido a lo accidentado del terreno. Hay pantanos en gran parte de las tierras bajas, escarpadas montañas y estrechos desfiladeros, que se alternan con las tierras altas, y una densa jungla lo envuelve todo. Un biólogo, que exploraba Nueva Guinea, con equipos de neoguineanos como asistentes de campo, consideraba un avance excelente hacer 5 km al día, y eso si tenían suerte y encontraban sendas ya hechas. La mayoría de los montañeses de la Nueva Guinea tradicional nunca se alejan más de 15 km de su territorio en toda su vida. Además, Nueva Guinea, aunque solo representa una pequeña parte de la superficie terrestre del planeta, abarca una fracción desproporcionada de toda su diversidad humana. De las 6.000 lenguas del mundo moderno, un millar están confinadas en Nueva Guinea.

Desde Hobe, una aldea remota de la diócesis de Kundiawa, en las tierras altas inaccesibles, ha mandado un mensaje su obispo Paul Sundu. Ha estado rodeado de familias y de niños en la ceremonia de la bendición de unas nuevas aulas. Estas nuevas instalaciones, muy sencillas pero muy dignas, se han podido construir gracias a la generosidad de los niños que colaboran en España con Infancia Misionera. Mons. Sundu ha expresado “mi más profundo agradecimiento por su continuo apoyo”, y ha sido totalmente explícito: “Recordamos a Mateo –haciendo referencia al testimonio que este niño dio durante la campaña de Infancia Misionera– y a otros niños de España que de todo corazón donaron para los niños de Hobe. Les transmito su más sincero agradecimiento por poner una sonrisa en sus rostros”. Ha explicado que lo que han hecho es muy parecido a lo que hace “un sacerdote durante el sacramento del bautismo, enciende una vela y se la da al niño diciendo ‘Recibe la Luz de Cristo’”.

No es la primera vez que Infancia Misionera colabora con los niños de las aldeas de Kundiawa. El año pasado el misionero polaco Ryszard Wajda también daba las gracias por ayudar a construir aulas, en aquella ocasión en Aurabaol y Mogol. Este año el obispo, nombrado por el Papa Francisco en 2022 y que nació en una aldea no muy distinta de Hobe, ha podido acercarse para bendecir las nuevas aulas. Y lo ha hecho en avioneta, porque es la única forma de llegar de modo más o menos rápido. De hecho los profesores que imparten clase en esas aulas son llevados a Hobe por la misma avioneta y recogidos de vuelta cuando se acaba el curso escolar.

Mons. Sundu cuenta cómo llegó el viernes 8 de marzo y cómo fue recibido por las familias de los niños. Tras caminar dos kilómetros desde la pista de aterrizaje, también recibieron la acogida de profesores y estudiantes de la escuela. La bendición tuvo lugar el domingo, 10 de marzo, después de la celebración eucarística. “Hubo discursos de diferentes personas”, dice Mons. Kundu, “que representaban a la comunidad, la escuela primaria y otras instituciones del remoto distrito de Karimui”. Añade además cómo “todos expresaron su agradecimiento a los donantes, especialmente a los niños de España, por la construcción del edificio. Realmente pude sentir lo afortunado que es tener un edificio así en el lugar más remoto de la provincia. Las madres y los niños lloraban cuando corté la cinta. Después de la bendición, los niños acudieron en masa al nuevo salón de clases decorado con materiales, juguetes y dibujos. Fue un momento de alegría para todos nosotros con los maestros de la escuela primaria y las comunidades aledañas”.

Con emoción relata que, “como obispo de la diócesis, ha sido para mí una experiencia espléndida visitar la parroquia después de dos años y medio de mi ordenación episcopal”. Dice haber vuelto “con el corazón agradecido”, porque ha visto de primera mano la labor que ha ido haciendo la Iglesia con estas comunidades. En Hobe hay un puesto de socorro con enfermeras desde hace casi 30 años, y la escuela, y también está la cercanía. La gente cuenta con la Iglesia y, como parte de esta Iglesia y a la que dan rostro, ahora cuentan también con los niños de Infancia Misionera de España.

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