La hermana Roberta Tremarelli pertenece al Instituto de las Esclavas Misioneras del Santísimo Sacramento. Especializada en catequesis misionera, trabajó en la enseñanza religiosa y en la animación y formación misionera. Desde 2017 es responsable del Secretariado Internacional de la Obra de la Santa Infancia (Infancia Misionera) en Roma.
¿Cómo explicaría el lema “Comparto lo que soy”?
Creo que este lema, como todo lo que que brota del Evangelio y del estilo de Jesús, va contra corriente y es, por consiguiente, atractivo. “Comparto lo que soy”, en clave misionera, destaca la belleza y la riqueza de pertenecer a una comunidad con la que compartir, y, por tanto, de no estar solo ni aislado. Cada niño, como cada persona, es creado a imagen y semejanza de Dios, y, por tanto, tenemos mucho que compartir. El tema puede centrarse en el sentido y significado del don, y ayudar a superar y evitar el individualismo y el egoísmo.
¿“Sintonizan” los más pequeños con la cooperación misionera?
¡Por supuesto! Cuando Mons. Charles de Forbin-Janson, fundador de la Obra, preguntó a los niños franceses si querían colaborar con él para ayudar a otros niños, su respuesta fue rápidamente “¡sí!”. Sin condiciones. Luego, preguntaron qué debían hacer. Y él pidió un avemaría al día y una ofrenda al mes. Aquellos niños de 1843 no son muy distintos a los de nuestros días. Sin duda el ambiente y el estilo de vida son muy diferentes, y han producido algunas maneras y sensibilidades nuevas o incluso más materialistas; pero creo que, en el corazón de cada niño y de cada adulto, la disponibilidad y la generosidad hacia el otro siempre están ahí.
¿Y la cooperación espiritual, en concreto? ¿Son capaces los niños de entender lo que significa y sumarse a ella?
Me gustaría compartir una experiencia de espiritualidad misionera que tuve hace unos meses en Benín con los representantes de niños y adolescentes de todas las diócesis del país, que participaron en la primera Peregrinación Nacional de la Infancia Misionera, organizada por la Dirección Nacional de OMP. Hubo 1.370 participantes: niños y adolescentes miembros de diversos movimientos y asociaciones, acompañados de sus animadores, que durante tres días “compartieron lo que son” para profundizar el carisma de la Infancia Misionera y redescubrir su compromiso de oración, testimonio, sacrificio y ofrecimiento. Pues bien: aun con el calor y un viaje muy largo para algunos, estos niños y adolescentes participaron intensamente no solo en los juegos y actividades, sino también en la celebración eucarística, el rosario misionero, la adoración al Santísimo y la colecta.
¿Cómo expresaría usted la esencia de ese carisma de Infancia Misionera?
“Los niños rezan por los niños, los niños evangelizan a los niños, los niños ayudan a los niños.” Esta es la síntesis clara de lo que esta Obra propone e implementa como carisma en las distintas partes del mundo. Todo se desarrolla a través del protagonismo de los niños que, gracias al bautismo, son miembros de la Iglesia y responsables, desde la más tierna edad, de participar en la misión de esta, según sus medios y capacidades, apoyando a los misioneros con la oración, y anunciando y testimoniando el Evangelio allí donde viven y con quienes se encuentran. Sin embargo, todo esto requiere el compromiso y la participación de nosotros, los adultos, ayudándoles a conocer a Jesús y a crecer en la relación con Él, en el sentido de pertenencia a la familia humana y de apertura a los demás.
¿Qué importancia tiene la Obra de la Santa Infancia en el mundo?
Después de 180 años de vida, la Santa Infancia continúa promoviendo el espíritu misionero en el corazón de los niños, adolescentes, familias y educadores, para ayudarlos a crecer con una mirada universal fundamentada en el Evangelio. No es solo una Obra que reparte subsidios, sino que, ante todo, brinda animación, formación e información misionera en la vida de los niños y de quienes les rodean, para vivir plenamente el discipulado misionero, para dar frutos en abundancia según el Espíritu Santo y, por consiguiente, para esforzarse al máximo en poner por obra el mandato de Jesús. Es una Obra Pontificia, cuya espiritualidad debe “tocar”, “inspirar” todo lo que concierne a los niños y a los adolescentes en el plano eclesial, educativo y familiar.
¿Puede darnos alguna pista de especial interés para impulsar la Infancia Misionera hoy?
Al principio, cuando fue fundada, la Obra de la Santa Infancia asumió un carácter parroquial. El mérito de la rápida difusión de la espiritualidad y el carisma de la Obra se atribuyó al celo de los obispos y los sacerdotes, pero el aumento numérico y, sobre todo, la implicación efectiva de los niños se debió al celo de los religiosos y religiosas, que animaron a los niños y sensibilizaron a las familias. Creo que hoy es imprescindible crear una colaboración cada vez más efectiva y eficaz con la familia, la escuela y la catequesis para impulsar la Infancia Misionera.