Ayer fallecía José Miguel Celma, un “misionero de la alegría”

Ayer fallecía José Miguel Celma, un “misionero de la alegría”

  • On 25 de septiembre de 2020

OMPRESS-CASTELLÓN (25-09-20) Dedicó su vida a la misión, últimamente en Hispanoamérica y antes en Indonesia, donde hasta sus amigos musulmanes le conocían como el “padre Alabaré”, por los cantos, la alegría y el buen ánimo. Nacido en Ares del Maestre, Castellón, había vuelto de la misión hacía un año, y el próximo 3 de octubre habría cumplido los 75.

En sus cartas, mensajes y comunicaciones expresaba siempre alegría, algo que según él debía caracterizar a todo cristiano. “He estado más de 18 años en Indonesia donde los cristianos somos muy poquitos y allí la gente incluso musulmanes me conocían como el P. Alabare por el canto, por la alegría y el buen ánimo”, escribía a las OMP hace un par de años. “Al Vía Lucis de todos los domingos de Pascua, con más de 1.500 jóvenes cantando y bailando su fe, venían grupos de musulmanes e hindúes a compartir con nosotros su alegría y su cercanía con Dios. Eran dos o más horas de alegría, danza, oración, reflexión, canto… Allá no era necesario hacer renacer la alegría, la teníamos de continuo a flor de piel a pesar de las dificultades de ser minoría casi insignificante (2 y pico % de católicos). Después fue el cambio a esta América en la que ahora me encuentro. Primero en Asunción de Paraguay. Después en la cordillera andina del norte de Argentina en Humahuaca. Y en Santiago de Chile. Por todas partes intento llevar la alegría del Evangelio aunque en este mundo occidentalizado parece que eso de alegría de Evangelio está un poco ausente del corazón de la gente”.

Y añadía: “Yo si pierdo la alegría pierdo mi personalidad y mi sentido de ser cristiano y así se lo digo de continuo a la gente. Si logro o favorezco que alguien viva su ser cristiano con plena alegría doy por bien empleadas todas las dificultades pasadas: intentos de secuestro, buscado para matarme, infectado de malaria y dengue, peligro de muerte por cocodrilo, idiomas nuevos, comidas extrañísimas, incomprensiones de compañeros, larguísimos viajes, soledades, nuevas y nuevas inculturaciones… Realmente siento que mi deber es transmitir y contagiar alegría. Soy ‘aprendiz de exégeta’, profesor de Biblia en dos o tres universidades, y estoy convencido que si el Evangelio no es Buena Noticia no es nada”.

 

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