Triduo Pascual

TRIDUO PASCUAL

 

Reflexiones del padre Calderón, director de OMP España, para el Triduo Pascual

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JUEVES SANTO

Padre nuestro, que estás en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día

Señor, dame tu pan, ese pan que alimenta el cuerpo y me ayuda a levantarme cada día para llevarte a los demás. El pan que puedo compartir con quienes nada tienen, o tienen menos que yo. Ese pan que me hace recuperar las fuerzas físicas para ser capaz de cumplir tu voluntad. Que nunca me olvide de compartirlo con mis hermanos, con aquellos que, como yo, saben que Tú eres Padre nuestro.

Señor, dame tu Pan, ese Pan que alimenta el alma, y que es tu cuerpo y tu sangre, tu alma y tu divinidad. Ese Pan que Tú entregaste a los apóstoles el primer Jueves Santo de la historia y que me das cada día en la Eucaristía. Ese Pan al que quieres que yo acerque a tantos hombres y mujeres que están hambrientos de amor, de paz, de libertad, de Dios. Señor, que nunca olvide que hay hermanos míos que no te conocen y por eso no te aman, no te desean; y que sienta en mi corazón la urgencia de acercarlos a Ti, Padre nuestro.

VIERNES SANTO

Padre nuestro, que estás en el cielo, perdona nuestras ofensas

Señor, que nunca me avergüence ni me acobarde de pedirte perdón. Que al verte en la cruz me dé cuenta de cuanto me quieres y de cuánto me perdonas. Que sea capaz de reconocer que te necesito; que sin Ti no puedo, no sé, ¡no quiero! caminar. Que siempre recuerde que Tú te has entregado hasta morir por mí, para perdonarme todo lo que me impide ser feliz, ser libre, ser persona. Que nunca me olvide de compartirlo con mis hermanos, con aquellos, que, como yo, necesitan saberse amados y perdonados por Ti, que eres Padre nuestro.

Señor, ayúdame a acoger la cruz, esa cruz de cada día que la vida, los hombres, han puesto sobre mis hombros. Que, como Tú, la abrace con amor, descubriendo que esa cruz me acerca a Ti y a todos los hombres y mujeres que, en tantos lugares del mundo, sufren y lloran sin esperanza. Que nunca olvide que hay hermanos míos que no te conocen y por eso se ven solos y desanimados; y que sienta en mi corazón la urgencia de acercarlos a Ti, Padre nuestro.

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SÁBADO SANTO

Padre nuestro, que estás en el cielo, no nos dejes caer en la tentación

Señor, el maligno me conoce muy bien y sabe, como yo, lo débil que soy. Por eso, cuando veo mi pecado, mi pobreza, mi limitación, me tienta con el desánimo, con la tristeza… ¡No me dejes caer en ello! Ayúdame a vivir con la esperanza de encontrarme contigo, como aquellas mujeres que te llevaron aromas al lugar donde te enterraron. Que el dolor no me impida ver que Tú eres Señor y Rey, que mis pobrezas no cierren mi corazón a la esperanza de tu victoria. Señor, que nunca me olvide de compartir esta esperanza con mis hermanos, con aquellos que, como yo, tienen miedo a caer en la tentación, pero confían, como yo, en que Tú eres Padre nuestro.

Señor, dame la entereza y la fortaleza de María. Ya no es solo María, tu Madre; es María, mi Madre, nuestra Madre… Que Ella me enseñe a mantenerme en pie cuando todo a mi alrededor parece derrumbarse. Que Ella me mire con ternura cuando vea que mi fe, mi esperanza, ¡mi amor! se tambalean. Y que Ella me ayude a no olvidar nunca que hay hermanos míos que caminan junto a mí sin fuerza, sin alegría, sin fe, sin esperanza; y que sienta en mi corazón la urgencia de acercarlos a Ti, Padre nuestro.

PASCUA DE RESURRECCIÓN

Padre nuestro, que estás en el cielo, ¡venga a nosotros tu Reino!

Señor, deja que me sorprenda, como le ocurrió a María, a los discípulos de Emaús, ¡a los apóstoles! Saber que estás vivo, que la muerte no ha podido contigo; que has salido victorioso de esta batalla decisiva con el pecado, el demonio y la muerte. Dame esa ingenuidad infantil que me impida acostumbrarme a tus dones, a tu compañía, a tus regalos, ¡a tu amor! Señor, que nunca me olvide de compartir la alegría de saberme salvado con mis hermanos, con aquellos que, como yo, quieren ver cómo tu Reino se hace realidad aquí, en la tierra, y luego, también, en el cielo; y que saben, como yo, que Tú eres Padre nuestro.

Señor, como los apóstoles, como Francisco Javier, como Teresa del Niño Jesús, quiero llevarte al mundo entero, llevar la alegría de tu resurrección allí donde todavía no se ha oído hablar de Ti. Quiero que tu nombre sea santificado, conocido, amado por todos aquellos por los que Tú has muerto y resucitado. Haz que nunca olvide que, mientras haya una persona, aunque solo sea una, que no te conoce, necesitas misioneros que te hagan presente en medio de nuestro mundo; y que yo también sienta en mi corazón la urgencia de acercarlos a Ti, Padre nuestro.

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