Una vida misionera sin ruidos

Una vida misionera sin ruidos

  • On 25 de febrero de 2019

OMPRESS-REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO (25-02-19) La misionera comboniana Carmen Martínez Morales fallecía ayer domingo tras toda una vida dedicada a la misión. Su hermana de congregación, María del Prado Fernández, hace una semblanza de esta religiosa, con el título “una vida misionera sin ruidos”:

“En octubre 2018 Carmen regresaba de nuevo a Kinshasa, la capital del Congo, llena de ilusión. Era consciente de que ya no era joven y quería terminar sus días en aquellas tierras.

Era de Mota del Cuervo, en la provincia de Cuenca, y había hecho su consagración a Dios para la misión con las Misioneras Combonianas en 1970. Desde ese momento su vida fue servicio, y además un servicio callado. Todas la queríamos por su delicadeza en el trato, por su humildad, por su caridad, su servicio… Todas en el Congo nos quedamos como ‘huérfanas’. Se nos ha ido una ‘mamá’, como dicen por allí, pero también se nos ha ido una hermana muy querida.

En el año 1975 llegó por la primera vez al Zaire (actual República Democrática del Congo). Le tocó vivir situaciones difíciles de inestabilidad, de guerra, de tener que refugiarse en la selva con otras hermanas para salvar la vida… ¡Eran años muy duros! Su vida transcurrió prácticamente en el Congo con breves períodos de tiempo tanto en Italia, como en España y Togo. En 1994 regresó definitivamente al Congo de donde ‘salía’ únicamente cuando regresaba de vacaciones a España para saludar a su familia.

Estaba contando los meses para celebrar con sus hermanas y con el pueblo congolés sus 50 años de vida religiosa. Los habría celebrado en Mayo de 2020.

Era muy activa y siempre en movimiento para los demás. Era muy difícil hacerla parar… siempre dispuesta para servir. Carmen iba a visitar a los enfermos. Tanto ellos como los pobres tuvieron siempre un lugar preponderante en su gran corazón.

Durante muchos años trabajó también en la casa de formación, y de hecho ella siempre rezó por las vocaciones. Quería profundamente a las jóvenes. Sin olvidar, por supuesto a los niños… Un día una chica le preguntó: ‘Hermana ¿qué secreto tiene para trabajar tanto y no cansarse nunca?’, y ella le respondió: ‘Es que cuando uno se consagra a Dios, se consagra totalmente’… Esa era Carmen, en el cansancio, en tiempos de bonanza… su fuerza era Dios.

Esta mañana de domingo Carmen se nos ha ido después de mucho luchar por la vida. La vida en el Congo no es fácil y ella asumía día a día los riesgos de estar allí porque sabía que su vida estaba en manos de Dios y en Él confiaba.

Toda una vida misionera vivida en la discreción más absoluta, que nos deja un testimonio de vida y de fe apabullante”.

 

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