Un misionero nunca se jubila

Un misionero nunca se jubila

  • On 28 de noviembre de 2022

OMPRESS-PAMPLONA (28-11-22) ¿Cómo vive un misionero retornado de la misión? El misionero Cirilo Orradre responde a esta pregunta en un testimonio recogido por la Delegación de Misiones de Pamplona. Cirilo es un misionero que ha dedicado gran parte de su vida a la misión. Esta es su respuesta.

“Yo soy uno de ellos, que retorné de Japón hace 10 años. Me piden que diga en dos folios cómo vivo la Misión desde entonces. Tengo que contar mi experiencia que dejará mucho que desear pero es lo que hay. A los 75 años en Kobe era párroco de una Iglesia grande. A la Misa de japonés venían más de 200 y a la de inglés unos 500. También teníamos misas en portugués, castellano, coreano y yo me sentía como que mantenía la Parroquia pero no tenía ni edad ni fuerzas para innovar nada. Consulté con el Arzobispo Ikenaga y me pidió un par de años más al frente de la parroquia. Le dije que después de dos años me iba a pedir lo mismo y que yo ya había hecho la decisión de jubilarme. ¿Razones? Le dije dos: quería volver a mis raíces, en 45 años en Japón no había hecho nada por mi familia. Quedan 7 hermanos-as y quería estar cerca de ellos. La segunda era que yo quería prepararme con paz y rezando mucho el definitivo encuentro con el Señor que lejos no podía estar. Llevo 10 años esperando ese encuentro y no llega, aunque prisa tampoco tengo. He encontrado misioneros que han retornado y no aguantan porque se acuerdan de los amigos que dejaron… de que sin ellos el mundo se acaba… Bueno, creo que hay que tener un poco de sentido común y pensar que el mundo sigue igual aunque tú no estés, y yo creo que es importante saber a qué has vuelto. Yo lo he tenido siempre claro. Y claro que me acuerdo de Japón, pero esa página ya la pasé y ahora hay que vivir una nueva página.

Es importante también que tenga uno el espíritu de colaborar mientras haya salud. Yo que tengo una salud buena, los 5 primeros años recorrí los domingos media Navarra. Ahora los domingos voy a Astrain y seguiré hasta que me echen. Yo tengo la intención de vivir la Misión hasta el final. Un misionero nunca se jubila.

A mí me parece que hay sacerdotes en nuestra querida Navarra que piensan que esto es lo mejor y que nadie nos puede enseñar nada: “¿Qué nos puede enseñar la Iglesia de Togo?”. Cuando uno oye esto lo único que se me ocurre pensar es que más de uno tendría que pasar unos años en sitios donde no hay luz ni agua corriente y donde los pobres nos dan ejemplo en muchas cosas. Nos evangelizan. Es peligroso acostumbrarse a una vida fácil y pensar que no tengo por qué cambiar. El vivir otros ambientes y ver mi diócesis desde lejos es muy gratificante. Por eso sería lo ideal que unos años, todos, trabajaran en cualquier parte del mundo.

No quiero decir que seamos mejores los que hemos trabajado fuera, solo que experiencias nuevas enriquecen. También tengo que decir con un poco de tristeza que somos muchos los jubilados que vivimos aquí y hemos trabajado en países de Misión y no somos el fermento que deberíamos ser para que toda la diócesis tuviera ese espíritu misionero… ¿Qué nos falta? Tal vez sería bueno que una vez al mes nos reuniéramos y habláramos de qué se podría hacer siempre en línea con la delegación de Misiones. ¿Pero estoy dispuesto a colaborar, o prefiero que me dejen en paz? Yo sí quiero colaborar porque estoy convencido de que el misionero no se jubila”.

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