“Recen para que se vaya el miedo”

“Recen para que se vaya el miedo”

  • On 22 de septiembre de 2022

OMPRESS-MOZAMBIQUE (22-09-22) Es lo que pide el misionero Alberto Vera Aréjula, obispo de Nacala, Mozambique en una entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias. El pasado 7 de septiembre un grupo terrorista arrasó en su diócesis la misión de Chipene, asesinando a la misionera comboniana María de Coppi. Entre las causas del terrorismo que asola el norte de Mozambique, este obispo mercedario apunta a la falta de educación y oportunidades.

P: Tenemos muy reciente todavía el atentado a la misión de Chipene, que está en su diócesis. ¿Cómo está ahora la situación y cómo lo ha vivido usted?

Lo viví con una tensión muy grande. Lo viví casi en directo. La noche del día seis al siete de este mes de septiembre la pasé en vela. Estaba en conexión telefónica con los misioneros, con los dos padres italianos -Lorenzo y Loris- y me informaba de cómo habían entrado los terroristas, y que estaban quemando las casas de las hermanas, la de los padres… Y a las 2 de la mañana se cortó la comunicación. A partir de ese momento una angustia… pasé la noche rezando todo el tiempo, esperando que no muriese nadie. A las 9:00 recibí la comunicación de los dos padres italianos que decían que estaban vivos y que la hermana María había sido asesinada de un disparo en la cabeza. Esperábamos lo peor porque en esos días la mayoría de la población salió de Chipene. Nosotros hablamos sobre qué hacer. A las jóvenes del lar -unos cuarenta- los mandaron para casa, para que buscaran un lugar en las familias; y pensaban salir a la mañana siguiente. Se quedaron doce jovencitas en el lar de niñas con tres hermanas.

Esta zona está en el norte de la diócesis, en el distrito de Memba, que tiene unos 4.000 km2. Allí tenemos dos misiones, Cabá Memba y Chipene. Los ataques crearon una situación de miedo tan grande que la población comenzó a huir. Esta semana parece que algo se ha calmado, no ha habido ningún acto terrorista y el ejército ha logrado controlar esta zona, y ahora los terroristas están utilizando una táctica más de guerrilla.

P: Las misioneras sufrieron la misma suerte que la gente…

Dos de las misioneras –una de Togo y una española- habían ido a Nampula por temas de documentos. En la misión estaban en aquel momento una española, y dos italianas. La misión la componen la casa donde viven las hermanas; en el centro, la iglesia, muy grande, que tiene 70 años de construcción; y, al otro lado, la casa de los padres. Detrás de la casa de las hermanas está el lar para jovencitas que no tienen oportunidades para estudiar, que vienen de lugares apartados. Detrás de la casa de los padres está el lar de los jóvenes que se inauguró hace dos años con la misma finalidad, para que puedan estudiar. Allí había un centro de salud y una escuela primaria… pero todo se nacionalizó en 1975 con la independencia. Y eso es lo que hemos ido recuperando poco a poco, después de que se quedara muy destruido por la guerra civil, porque esa es la estructura de casi todas las misiones-parroquias que hay en mi diócesis: Por lo menos doce tienen esa misma estructura. En algunas el gobierno todavía sigue con la escuela; en esta, en el centro de salud sigue también el gobierno y la escuela quedó destruida y han construido otra en otro sitio.

Fue en la casa de las hermanas donde entraron los terroristas. Cuando entraron la hermana María de Coppi estaba hablando por teléfono con su sobrina -una religiosa comboniana que vive en la curia general en Italia- y por eso fueron ellas las primeras que se enteraron de que los terroristas habían entrado. Estaban en la casa en ese momento la hermana María de Coppi y la hermana Ángeles, que es española. Cuando rompieron la puerta, la hermana Ángeles fue avisar a la otra hermana que tiene 84 años – y ella tiene 82- y en ese momento ya vio que estaba en el suelo, le habían disparado un tiro desde la ventana. Creo que el terrorista al ver a la hermana que estaba hablando por teléfono pensó que estaba avisando a la policía o al ejército. Se llevaron a la hermana Ángeles y quemaron la casa. Iba alguien con una especie de sulfateadora, echando un líquido inflamable que sería gasolina o algo así, y le pegaban fuego. Y de ahí llevaron a esta hermana Ángeles a la iglesia, y comenzaron a quemar los ornamentos, lo que hay en la sacristía, los bancos… Como era de noche, a la hermana la dejaron sentada a la puerta de la iglesia y ella aprovechó para ir hasta el lar. Allí estaba otra hermana con doce jovencitas que no habían podido irse con sus familias porque vivían muy lejos, y esperaban sacarlas al día siguiente. Y les avisó “hay hombres armados” y salieron a la foresta, caminaron y ahí se quedaron hasta el amanecer. Y la hermana Ángeles también aprovechó y se quedó por ahí en un lugar oscuro, también fuera de la misión, a esperar a ver qué pasaba.

Los terroristas también quemaron la casa de los padres. Pero no sabemos por qué motivo las dos habitaciones donde ellos estaban durmiendo -se quedaron en la habitación, no salieron en toda la noche-, las respetaron. Comenzaron a quemar la casa, entraron en todos los cuartos, rompieron las puertas… excepto en los dos cuartos donde viven los padres. Estuvieron con la casa ardiendo y respirando humo… Al final, la hermana Ángeles regresó cuando vio todo en silencio al amanecer y fue a buscar a los padres. Ella dice que pensaba que estarían muertos, y sin embargo llegó y estaban vivos, gracias a Dios.

P: ¿A cuántos kilómetros está usted? ¿Tiene miedo?

Miedo no tengo, tengo precaución y prudencia. Es la misión más lejana en el norte. Imagínense en un mapa: yo estoy, como Madrid, en el centro de mi diócesis que se llama Nacala. Tengo las misiones más al sur que se llaman Liupo y Moyingual; y las misiones más al norte, toda la costa del Índico, que es la misión de Memba y de Chipene. A toda esa zona se le puede llamar una zona roja, porque la mayoría de los terroristas jóvenes -no los que organizan esta guerra cruel, los cabezas, que no sabemos quiénes son- que han estado luchando en Cabo Delgado, son en su mayoría de estos distritos de mi diócesis. Incluso de la misma ciudad de Nacala también, porque ahora la policía está deteniendo a muchos jóvenes que sospechan que también han estado con los terroristas.

Esa es la situación. Miedo no, tenemos prudencia. El criterio que yo digo es –lo hemos hablado en una reunión con todos los misioneros-: cuando el pueblo sale, los misioneros salen. No podemos quedarnos a cuidar paredes. Se ha creado un miedo muy grande en el pueblo, y en toda la zona de la costa la gente se ha ido. Nosotros mismos los hemos recibido en Nacala. No sé el número: el gobierno dice 10.000, aunque yo pienso que por lo menos 50.000 personas han salido de Chipene, de Cabá, de Memba; y han ido hacia el este, en dirección a Lúa y Namapa, y otros han venido hacia Nacala Bella y Nacala Porto, que es donde yo resido. Ahora que se está calmando la situación, parece que nuevamente el pueblo está retornando a sus casas. ¿Cuántos kilómetros hay? Está cerca, a unos 200 km, pero el camino es de tierra, así que se tarda en camión más o menos de 5 a 7 horas.

P: Usted pertenece a la Orden de la Merced. Pronto celebraremos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced. Su vocación por tanto está vinculada a la redención, a la liberación de las esclavitudes. Cuando llegó a Mozambique en el 2000, ¿pensó que se iba a encontrar con esta situación de esclavitud que es el fundamentalismo, que esclaviza a quienes ejercen el terror y también a quienes lo padecen?

Cuando llegamos, la primera misión fue de mucha pobreza, en un barrio muy periférico de la ciudad de Maputo (al sur del país), en un barrio conocido por todo el mundo por la delincuencia. Y encontramos lo que ahora como obispo he encontrado en el norte de Mozambique: había una situación donde los niños y las niñas terminaban su primaria y ya no tenían ninguna otra opción de continuar estudiando. La población mozambiqueña, más del 50%, tiene menos de 16 años. Los niños y las niñas con 12-13 años se quedaban en la calle y sin saber qué hacer, y esto aumentó el nivel de violencia y delincuencia. En el sur de Mozambique, donde está la capital, el gobierno ha ido cambiando mucho esa situación en estos veinte años. Allí hay escuelas para todo el mundo.

Pero al nombrarme obispo de Nacala, más al norte, lo que he descubierto es una pobreza extrema, absoluta. Casi la mayoría de las personas viven del campo, o de la pesca. El 50% de niños no van a la escuela. Se dan otros datos pero es lo que yo veo en las visitas a mis misiones. Estoy promoviendo de todas formas, con musulmanes y católicos, el que los niños vayan a la escuela, que aprendan a leer y a escribir. Tengo muchísimas personas, un porcentaje muy alto de mujeres -casi el 70%- que son analfabetas; y entre los hombres más del 50%. Y los musulmanes, por sus costumbres, a las niñas cuando tienen diez u once años las sacan de la escuela. No se valora para nada la educación. Creo que este es el problema, una causa fundamental de lo que está pasando en Cabo Delgado.

La juventud, que son un grupo muy significativo en todo el país, no tiene educación, no tiene formación. Y tampoco, por tanto, oportunidades. Sí, hay grandes proyectos de gas, minas de grafito, de oro, minas de rubís; pero estas personas no tienen la oportunidad de estar trabajando y de beneficiarse de estos bienes. Muchos de los jóvenes, que están ahí en la guerra con los terroristas, han sido de alguna forma comprados por dinero. No es fundamentalismo, yo creo que fundamentalismo hay en cuatro o seis dirigentes que son los que están organizando esta guerra, son aquellos que no tienen rostro. El resto son jóvenes sin futuro; y mientras no solucionemos esta situación, dando un poco de esperanza a la juventud, es difícil que se solucione también la situación de terrorismo y de guerra.

Para los mercedarios el carisma es una merced, una misericordia liberadora, una libertad misericordiosa. Anunciar y vivir esto en este mundo. Donde trabajo, como obispo y como pastor, descubro que hay una serie de esclavitudes muy fuertes. Las personas que más esclavizadas están son las mujeres por tradiciones, que vienen muchas de ellas desde hace 1.200 años, cuando llegó el mundo islámico a la zona de la costa de Mozambique. Y otras debido a falta de desarrollo humano: la falta de educación, la falta de progreso… En esta zona hay oro en casi todos los ríos y los jóvenes, a los doce años, prefieren ir a sacar unos cuantos gramos de oro en un río que seguir en la escuela. Claro, eso a la larga no les da ninguna oportunidad de futuro y esa es la realidad que estamos viviendo.

Por todo esto les pido que recen principalmente para que se vaya el miedo de todos. Tengo muchas hermanas en distintas misiones que solo por contagio les ha entrado un poco el miedo. Recen también para que nos dejemos llevar por el Espíritu Santo, por la fuerza de Dios, y que sepamos servir a este pueblo que está muy necesitado de todo.

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