OMPRESS-ROMA (25-05-23) En la audiencia general de ayer miércoles, continuaba el Papa Francisco con las catequesis sobre la pasión por la evangelización. Precisamente en el día en que se celebraba la jornada mundial de oración por la Iglesia en China, centró su enseñanza en la Iglesia de Corea y en San Andrés Kim Tae-gon.

Este santo coreano es un testigo ejemplar, tras las figuras de San Francisco Javier y San Pablo, del celo apostólico que “debemos tener para anunciar el Evangelio”. Precisamente en una tierra, Corea, en la que la evangelización “ha sido hecha por laicos”, San Andrés es uno de los primeros sacerdotes. En medio de una persecución severísima, el Papa hablaba de cómo se encontraba este santo sacerdote con los fieles, con signos exteriores para reconocerse y, finalmente, preguntando en voz baja: “¿Eres discípulo de Cristo?”. Y aunque el contexto que lo rodea no sea favorable, la pasión por el Evangelio de un discípulo del Señor “no cambia, al contrario, adquiere un valor aún mayor. San Andrés Kim y los demás fieles coreanos han demostrado que el testimonio del Evangelio dado en tiempos de persecución puede dar mucho fruto para la fe”.

Por eso, añadía el Papa Francisco, “por difícil que sea la situación, que a veces parece no dejar espacio para el mensaje evangélico, no debemos desistir y no debemos renunciar a llevar adelante lo esencial de nuestra vida cristiana, que es la evangelización”. Y a la pregunta de “¿Cómo puedo evangelizar?”, la respuesta del Papa es sencilla: “evangeliza a la familia, evangeliza a los amigos, habla de Jesús, pero habla de Jesús y evangeliza con el corazón lleno de alegría, lleno de fuerza. Y esto es dado por el Espíritu Santo. Preparémonos para recibir el Espíritu Santo en el próximo Pentecostés y pidámosle esa gracia, la gracia de la valentía apostólica, la gracia de evangelizar, de llevar siempre adelante el mensaje de Jesús”.

Recordó el Papa que ayer se celebraba el día mundial de oración por la Iglesia Católica en China, que coincide con la fiesta de María Auxiliadora, venerada en el Santuario de Nuestra Señora de Sheshan, en Shanghai. “En esta circunstancia”, decía, “deseo recordar y expresar cercanía a nuestros hermanos y hermanas de China, compartiendo sus alegrías y esperanzas. Un pensamiento especial se dirige a todos los que sufren, pastores y fieles, para que en la comunión y solidaridad de la Iglesia universal experimenten consuelo y aliento”.