Misionera desde una silla de ruedas
- On 9 de febrero de 2024
OMPRESS-MADRID (9-02-24) Loli tenía 29 años y una hija de un año cuando recibió su diagnóstico: tenía una lesión medular y no iba poder mover la parte inferior de su cuerpo nunca más. “Desde aquel momento el Señor toco mi corazón porque la verdad es que no pregunté ni por qué, ni me hundí, ni nada; sino que me dio como una fuerza especial”. Así lo relata a Obras Misionales Pontificias. Es una de los Enfermos Misioneros que ofrecen su dolor por la evangelización del mundo, a los que se les recuerda especialmente este domingo, Día de la Virgen de Lourdes y Jornada Mundial del Enfermo.
Desde el diagnóstico, la vida de Loli Merino cambió de rumbo totalmente, y pasó a depender completamente de los demás. Primero en el hospital La Paz, después en casa –con ayuda de las Hermanas de la Cruz y las Siervas de Jesús–, y los últimos 15 años en la residencia de la Fundación para Lesionados Medulares en Madrid. 37 años de parálisis llenos de dolores, dificultades y tentaciones, que ha vivido unida a Cristo. “Tengo dos caminos: o amargarme y amargar a todos los que tengo a mi alrededor, o ser feliz. Y bueno, pues decidí, con la fuerza y la ayuda del Señor, intentar salir adelante y ser feliz y por lo menos hacer un poquito más llevadera la vida a los que tenía a mi alrededor”, explica.
¿Su secreto? Ofrecerle al Señor todos sus sufrimientos, desde su habitación, o como ella la llama “su capillita”: “Aquí es donde estoy más en intimidad con el Señor, aquí es donde le cuento todas mis cosas”. “Tengo como un pequeño trato con el Señor: tenemos un banco espiritual y ahí le voy, vamos a decir, ingresando todas mis inquietudes, mis dolores y las adversidades con las que voy luchando. Primero se las entrego a la Virgencita para que las purifique y luego se las entregue al Señor”, expone.
Loli Merino conoció hace años la iniciativa Enfermos Misioneros, promovida por Obras Misionales Pontificias. “Me uní mucho a la a la fundadora, Margarita Godet”, de quien destaca especialmente su lema “lo más importante de un enfermo es amar, sufrir y sonreír”. A ella se encomienda, junto a Santa Teresita del Niño Jesús, “para estar cada vez más cerca del Señor y ofrecer mis sufrimientos”. De esta forma, ella misma se convierte en misionera desde su silla de ruedas. “Conozco a un sacerdote que me dijo cuando me conoció: vale, tú rezas y yo evangelizo”.
Y anima a los enfermos a unirse al ofrecimiento. “No sé cómo explicarlo, si todo eso lo entregas al Señor y si tú le pides que te ayude y a la Virgencita, puedes llegar a ser feliz y puedes, sentir como algo dentro de ti que no lo encuentras en este mundo, o sea, a nivel humano no encuentras esa paz ni ese amor interno. Entonces yo lo que le diría a los enfermos es que lo ofrezcan todo, porque un sufrimiento que no se ofrece es un sufrimiento perdido”, afirma.
En este vídeo da su testimonio como enferma misionera.