Mensaje para el Día de Hispanoamérica: “Hermanos en la fe”
- On 3 de febrero de 2023
OMPRESS-ROMA (3-02-23) El próximo 5 de marzo, el primer domingo del mes, la Iglesia española celebra el Día de Hispanoamérica, una jornada en la que se recuerda de modo especial a los misioneros presentes en América Latina, y la especial vinculación entre la Iglesia española y las Iglesias del continente americano.
Con este motivo, cada año el Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina envía un mensaje que sirve de reflexión sobre esta jornada. El mensaje, hecho llegar por el cardenal Marc Ouellet, presidente hasta el 30 de enero de la Comisión, tiene como título “Hermanos en la fe”.
“Queridos hermanos y hermanas: El día de Hispanoamérica es un momento particular que nos ayuda a cobrar consciencia de todo el bien recibido, tanto en el ‘nuevo mundo’ como en España, a través de la acción evangelizadora de la Iglesia durante cinco siglos. El bien recibido se experimenta tanto en los evangelizados como en los evangelizadores. Más aún, la experiencia misional frecuentemente nos enseña que el evangelizador resulta evangelizado, ya que Jesucristo nos ‘primerea’ – como gusta decir el Papa Francisco – de manera sorprendente y por las vías más inesperadas.
Esto es lo que ha sucedido en ‘Hispanoamérica’. Hoy lo sabemos mejor que antaño. ‘Hispanoamérica’ es algo más que un concepto sociológico, que una cierta tradición lingüística, étnica o cultural. ‘Hispanoamérica’ es una experiencia providencial que se dilata a través del tiempo, generación tras generación, y que muestra de manera pluriforme que una misma fe transforma, purifica y eleva a los más diversos pueblos. Esta experiencia tiene muchos elementos y riquezas. Sin embargo, uno se destaca de entre todos ellos: la fraternidad peculiar entre personas, familias y comunidades que nace tras la evangelización del nuevo mundo.
En efecto, sin caer en un fácil optimismo antropológico o cultural que pudiera presentar a ‘Hispanoamérica’ como lugar de realización de una fraternidad sin mácula, el hecho histórico es que la evangelización inculturada de los más pobres y marginados permitió en el siglo XVI que los grupos que se encontraban heridos y antagonizados, iniciaran un proceso lento – insisto, jamás perfecto – de reconciliación social y mestizaje. Este proceso es fácil de poner en cuestión para quienes utilizan al poder como criterio principal de interpretación histórica. Basta con señalar episodios cruentos de sometimiento en cualquier parte de América Latina para pretender que la fraternidad hispanoamericana es una mera expresión romántica, un tanto superficial, un tanto ingenua. Sin embargo, la cuestión es muy otra: la lógica de la espada fue como corregida y reorientada por el testimonio de muchos de los primeros evangelizadores, y principalísimamente, por la milagrosa aparición de la Virgen Santa María de Guadalupe a san Juan Diego en el cerro del Tepeyac en 1531. La ‘reorientación’ referida se realizó con gran ternura y paciencia dando lugar a una transformación que transitó del desconcierto y el resentimiento tras la destrucción y la conquista, a la conversión y al nacimiento de nuevas familias mestizas.
En buena medida este proceso tuvo sus semillas más elementales en el mensaje de la Virgen María a san Juan Diego, en el que no existe ningún reproche, imposición o amenaza. Al contrario, el anuncio explícito de Jesucristo a través de la milagrosa imagen y del relato que conocemos como ‘Nican Mopohua’, se realizó en clave de misericordia, de acogida, de verdadero abrazo a todos, sin excepción. Indígenas y españoles cayeron de rodillas ante una maternidad común que los hermanó y los reconcilió sorprendentemente.
¿Cómo fue esto posible? ¿Cómo nació un pueblo ‘sui generis’ a partir de este hecho milagroso? En la actualidad una gran cantidad de literatura sobre el acontecimiento guadalupano nos explica esta cuestión. En este breve espacio no abundaremos más sobre ello. Simplemente, conviene recordar que la Virgen María de Guadalupe, desde el Tepeyac, nos dice a todos: ‘¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?’.
Hablar de ‘fraternidad” en Hispanoamérica ya no puede prescindir de esta experiencia fundante. Y esta experiencia está llamada a reproponerse cuando nos encontramos en el camino hacia el V centenario del acontecimiento guadalupano (2031) y hacia el II milenio de la redención (2033).
El Papa Francisco, durante su homilía el pasado 12 de diciembre, ha acogido la iniciativa de realizar un ‘novenario intercontinental guadalupano’, en el que todas las iglesias particulares del continente americano, de Filipinas, de Portugal y de España sean invitadas a descubrir en Guadalupe un camino educativo para la conversión del corazón, la inculturación del evangelio, la redignificación de la mujer, la opción preferencial por los más pobres, y el significado verdadero de la sinodalidad como dimensión dinámica de la comunión eclesial.
La Comisión Episcopal para las Misiones y la Cooperación con las Iglesias de la Conferencia Episcopal Española al escoger como lema del día de Hispanoamérica la expresión ‘Hermanos en la fe’ no podría insertarse mejor en esta dinámica de preparación jubilar. Animando con vigor y valentía la fraternidad cristiana para todos – ‘Fratelli tutti’ –, podremos redescubrir que la fe en Jesucristo es fidelidad al verdadero Dios que se revela en nuestra historia, y fidelidad al hermano herido que nos intercepta en el camino. Que la Virgen Santa María de Guadalupe nos regale la gracia de un corazón abierto y generoso para poder vivir como hermanos reconciliados y para sanar cualquier forma de fractura en nuestras familias y en nuestras sociedades”.