Me secuestraron porque era accesible

Me secuestraron porque era accesible

  • On 19 de marzo de 2024

OMPRESS-ALEMANIA (19-03-24) Conocido en Mali como “Hajo”, el padre Hans-Joachim Lohre, de la Sociedad de los Misioneros de África, los Padres Blancos, pasó un año secuestrado en dicho país hasta que fue liberado el 26 de noviembre de 2023. Ha contado a las Obras Misionales Pontificias de Alemania cómo fue aquella experiencia.

“Estoy agradecido por estar en libertad. Pero puedo decir que durante ese tiempo me llenó una profunda paz interior. Gracias a Dios me trataron bien”. Reconoce que desde que secuestraron a la hermana colombiana Gloria Cecilia Narváez, las misioneras y misioneros presentes en Mali eran conscientes del riesgo. Pero era “como subirse a un coche y conocer el riesgo de sufrir un accidente. Piensas: hoy no pasará”, dice el padre Hajo. Si se le pregunta “¿por qué a él?”, el misionero responde que le secuestraron “porque soy un europeo blanco, y porque como sacerdote y director del ‘Centro de Fe y Encuentro’ soy accesible, lo que significa que cualquiera podía acercarse. No hay muros ni guardias”.

El padre Lohre cuenta que salió de su casa “la mañana del domingo de Cristo Rey (20 de noviembre de 2022) para celebrar misa en el distrito de Kalabankura. De repente llegó un coche y bloqueó mi coche. Tres hombres saltaron. Uno vino hacia mí y me dijo: ‘¡Padre, estás arrestado!’ Me arrastraron al asiento trasero de su coche. Mi pequeña cruz de madera se debió desprender de su correa de cuero. Me esposaron y me pusieron una gorra en la cabeza. Luego salimos de Bamako muy rápidamente. Por la noche le pregunté al hombre que parecía ser el líder del grupo: ‘¿Por qué yo?’. Él respondió que en venganza por la guerra de Alemania contra Al Qaeda. Exigía que Alemania retirase a todos los soldados de Mali para que se pudiera introducir la ley de la Sharía”.

El misionero recuerda que su alojamiento eran cuatro “postes cubiertos con una lona para protegerme del sol”. En el suelo tenía una estera de plástico y una manta. El padre Lohre siempre se levantaba con el sol y salía a caminar 30 minutos por la mañana y por la tarde. Para el desayuno había pan y leche. Después celebraba la misa, sin vino, pero con pan recién horneado por los yihadistas. “Todos los días pensaba en las personas cuyos nombres y cumpleaños recordaba”, cuenta, y así oraba por sus amigos, familiares y hermanos. Dos veces al día tomaba una comida caliente: arroz o pasta con carne de cabra u oveja. Cuando se ponía el sol se acostaba de nuevo. La rutina se mantenía hasta que cada dos o tres semanas cambiaban de zona.

Era consciente de que un secuestro como el suyo podía durar seis años, o tres si tenía suerte, y esto le ayudó a aceptarlo. También meditó mucho sobre la historia de José en el Antiguo Testamento, que fue vendido por sus hermanos como esclavo en Egipto. Acabó saliendo adelante y a sus hermanos les dijo: “El mal que me hicisteis, Dios lo transformó en bien” (Génesis 50, 20). Así que “dejé que Dios decidiera el día de mi liberación. Así pude vivir ese tiempo con mucha tranquilidad, con la base de mi fe. Así pude utilizar, por ejemplo, el mes de ayuno musulmán del Ramadán para realizar un retiro ignaciano de 30 días”.

Sobre el futuro de Mali, el padre Lohre tiene esperanza: “¡El país tiene tantas posibilidades! Todo depende de que lleguen al poder políticos honestos, que tengan en cuenta el bienestar de la gente, que promuevan la agricultura y una buena educación escolar, y que también firmen contratos con empresas internacionales para que ya no haya sobreexplotación de los recursos naturales en el futuro, sino que las ganancias puedan beneficiar a las personas”.

Recuerda además que “desde hace muchos años, y en mi opinión lo es todavía, Mali ha sido un modelo de convivencia pacífica entre musulmanes y cristianos. Nos visitamos y también celebramos fiestas juntos. Ha habido una alianza de líderes musulmanes y cristianos desde 2001. Hace unos años publicaron una declaración conjunta sobre la paz”. Y reconoce que su secuestro “volvió a unir a musulmanes y cristianos. Mientras estaba en el desierto, los periódicos publicaron en repetidas ocasiones las peticiones de los musulmanes pidiendo a los yihadistas que me liberaran. Quizás haya sucedido lo que había esperado durante mi tiempo en cautiverio pero que no me había atrevido a soñar: que mi secuestro ha hecho avanzar el diálogo cristiano-islámico más de lo que mi presencia física había logrado antes”, concluye.

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