Los militares toman el poder en Myanmar
- On 2 de febrero de 2021
OMPRESS-MYANMAR (2-02-21) El cardenal Bo, arzobispo de Yangón, ya había hecho hace unos días un llamamiento a la paz y reconciliación. Ahora el ejército ha realizado detenciones de quienes han ganado las últimas elecciones, con acusaciones de fraude electoral. La líder de la Liga Nacional para la Democracia (NLD), Aung San Suu Kyi, ha sido arrestada por los militares. El presidente Win Myint y otros líderes también han sido detenidos y los poderes han sido transferidos al general Min Aung Hlaing, jefe de las fuerzas armadas. El ejército ha declarado el estado de emergencia. La gente está encerrada en sus casas. Se han bloqueado el teléfono e Internet. Existe el temor de que el cierre total de la web ocurra en cualquier momento. La agencia SIR, de la Conferencia Episcopal Italiana, se ha puesto en contacto con “Italia-Birmania insieme”, una entidad con fuertes lazos en el país que está siguiendo minuto a minuto los acontecimientos.
El ejército ha estado denunciando fraudes en las elecciones legislativas de noviembre pasado, ganadas de forma abrumadora por la Liga Nacional para la Democracia (NLD). El 8 de noviembre, el partido de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz en 1991, muy criticada internacionalmente por gestionar la crisis musulmana rohingya, pero aún muy querida por la mayoría de la población, obtuvo más del 82% de los 1.117 escaños. El USDP, compuesto por varios ex oficiales militares, obtuvo solo 71 escaños en todo el país, pero se negó a aceptar los resultados de la votación. El ejército afirma haber identificado millones de casos de fraude, incluidos miles de personas centenarias o menores que estarían entre los votantes. Las detenciones tuvieron lugar pocas horas antes de la reunión inaugural del parlamento recién creado.
“La gente tiene miedo de comunicarse con los extranjeros”, dicen las fuentes de SIR. Hay “tensión y miedo. Se llevaron no solo a políticos, sino también a algunos artistas”. Las reacciones de condena de los líderes de todo el mundo han sido inmediatas.
Consciente de que un golpe parecía inminente, el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangón, había hablado el 25 de enero en nombre de las “Religiones por la paz en Myanmar”, un organismo interreligioso, y como presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia, haciendo “un llamamiento urgente y fraterno por la paz y la reconciliación” a los “líderes electos en el nuevo Gobierno, a las personas responsables en el ejército, a todos los funcionarios públicos, a los líderes étnicos tanto políticos como militares, y a todas las personas de buena voluntad”.
Para las minorías étnicas y religiosas (cristianos y musulmanes), ya perseguidas (en el estado de Karen hay 4.000 desplazados en medio de la jungla, en Rakhine aún peor), se avecina un período difícil. El cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, hasta ahora nunca ha tenido miedo de exponerse a pesar de los riesgos. En 2017, del 27 al 30 de noviembre, el Papa Francisco realizó un viaje a Myanmar. “El futuro de Myanmar – dijo en una reunión con las autoridades civiles del país en la capital Nay Pyi Taw – debe ser la paz, una paz fundada en el respeto a la dignidad y los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto a cada grupo, su etnicidad y su identidad, en el respeto del estado de derecho y de un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo, sin excepción, ofrecer su legítima contribución al bien común”.