El misionero enterrado entre sus hermanos de las pateras

El misionero enterrado entre sus hermanos de las pateras

  • On 2 de febrero de 2021

OMPRESS-ARGELIA (2-02-21) Fallece en Argelia, tras 60 años de amor al país, a sus gentes y a los muchos emigrantes que conoció, el padre Thierry Becker, que ha sido enterrado entre aquellos a los que quiso.

Falleció de manera tranquila en la noche del lunes 25 de enero, con el rosario en la mano. Este pasado domingo era enterrado. Como cuenta desde Argelia, el padre Blanco José María Cantal Rivas, presente en la misa de despedida de este sacerdote francés, había dedicado su vida en los últimos años a la pastoral de emigrantes, por lo que no fue enterrado en la zona del cementerio reservada a los sacerdotes, sino en la reservada a los emigrantes, a la gente que muere en las pateras sin identidad.

El padre Thierry llegó como seminarista en 1957 a Orán, haciendo su servicio militar en la armada, y desde entonces, cuando conoció allí mismo a los Hermanitos de Jesús, de Charles de Foucauld, y la entrega de los sacerdotes y religiosas y religiosos de Argelia, decidió unir su vida a este país. Comprendió, lo cuenta el mismo, que la independencia del país era inevitable y cuando fue ordenado sacerdote en 1962, fue nombrado vicario de la parroquia de Tlemcen, en Orán, con la mayoría de los cristianos abandonando el país. Fue en aquella época cuando se le envió a formarse al Líbano, para aprender árabe, y conoció de primera mano gran parte de los países de la zona, desde Egipto a Afganistán, y las pequeñas comunidades cristianas repartidas por ellos. Vuelto a Orán dos años después, se le encargó celebrar las misas en árabe para los cooperantes sirios y libaneses presentes en el país. Más tarde sería nombrado Secretario General de la Enseñanza Católica en Argelia, teniendo a su cargo los colegios católicos que, en aquella época, daban educación a 40.000 alumnos, hasta que en abril de 1976 un decreto presidencial nacionalizó la educación privada y se tuvieron que entregar al Estado todas las instituciones. Todo el personal religioso podía quedarse, siempre que no llevara en público el hábito o distintivo. Fue en aquella época cuando el padre Thierry Becker se unió a la comunidad de Betania, que había descubierto años antes.

Fue entonces cuando se le nombró párroco de Arzew, cerca de Orán, en una zona industrial en construcción. Allí había trabajadores de 63 nacionalidades distintas, y las misas se celebraban en inglés, francés, italiano, polaco e incluso tagalo. Fue también una época en la que enseñó latín, en árabe, en la Universidad de Orán. En 1990, el obispo de Orán, Pierre Claverie, hoy beato, le nombró vicario general y ecónomo de la diócesis. Le tocó vivir el secuestro y posterior asesinato de los monjes de Tibhirine. Uno de ellos, Christian de Chergé, había sido su amigo desde la juventud. Y también el asesinato del mismo obispo Claverie. Pocos días antes, el mismo obispo había llevado al padre Becker al aeropuerto, por las amenazas de muerte que había sufrido. Estado en Lyon, recibió la noticia de que su obispo y amigo había sido también asesinado. Volvió a Orán y organizó, con los cristianos presentes, el funeral en la catedral al que asistieron 500 musulmanes en la catedral.

En el año 2000 pidió retirarse a la parroquia de Tiaret, donde sólo había tres familias de antiguos europeos y a la que pronto llegaron estudiantes subsaharianos. Como el padre Thierry cuenta fue “una experiencia de soledad difícil de afrontar y, al mismo tiempo, una cálida acogida por parte de la población”. Se le invitó al primer encuentro interreligioso de Asís en enero de 2000, para acompañar al grupo de chiitas, e invitado a contar su experiencia de encuentros en Argelia.

A finales de 2007, se hizo cargo de la parroquia de la catedral y restauró una casa con jardín en la diócesis de Aïn el Turk para convertirla en un lugar de acogida o descanso. Siempre sin dejar de trabajar con presos, enfermos, inmigrantes, con todo el quiera hablar con él. En 2015 se redujo su actividad, debido sobre todo a que tenía que someterse a diálisis dos mañanas cada semana en el hospital de Orán. Antes de fallecer dejó escrito: “Mi reconocimiento y mi gratitud por la acogida, el cariño y la amistad recibidos por esta Iglesia y por este país”.

 

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