Las comunidades cristianas solas de Níger

Las comunidades cristianas solas de Níger

  • On 26 de octubre de 2022

OMPRESS-NÍGER (26-10-22) Rafael Marco, misionero de la Sociedad de Misiones Africanas, escribe desde Níger. Cuenta la triste situación de algunas comunidades cristianas a las que los misioneros no pueden llegar, por la inseguridad reinante, y del testimonio de dos cristianos que mantienen la llama de la fe. Desde hace más de diez años en el Sahel se vive una situación delicada por la inseguridad y miedo en la zona. En Níger hay varios cientos de miles de personas desplazadas que han tenido que dejar sus casas, campos y pueblos para refugiarse en las barriadas de varias ciudades. Los misioneros occidentales no pueden salir de las poblaciones en las que residen sin una escolta… Marco lo refleja en esta historia:

“Me dicen que no puedo salir a los pueblos por cuestión de seguridad, que no puedo ir a visitar las comunidades cristianas dispersas por ahí, que ni siquiera conozco ni sé cuántas son, que iniciaron su andadura hace unos años y que llevan varios abandonadas. No sé nada de ellas, si siguen reuniéndose, si rezan, si siguen vivas… Soy un pastor de ovejas en el desierto y me desorienta y duele.

El año pasado René, el seminarista que me acompañaba, estuvo en contacto con algunas de ellas, pero me pareció que iba con cierto reparo y pensé que no debía presionarlo y se quedaron aisladas. Entonces me vino a la memoria la persona de Sanni, podría ponerme en contacto con él…

Sanni es un hombre especial. Catequista y enfermero en un pueblo fronterizo con Nigeria, muy conocido y querido por la población de Farwel, a unos cien kilómetros de Dosso por complicadas pistas, y que reúne todos los domingos a su pequeña comunidad. Vino a verme el año pasado y me habló largamente de su experiencia religiosa y conversión por las que tuvo que pasar toda clase de humillaciones, desprecios por parte de sus vecinos y familiares hasta llegar a un estado de pobreza y abandono total.

El entonces sacerdote de Dosso empezó a visitarlo con frecuencia y a explicarle los fundamentos de nuestra fe hasta recibir el bautismo. A partir de entonces su vida fue cambiando paulatinamente como también la actitud de sus vecinos hacia él, recuperó su trabajo y una vida normal y hasta con algo más de respeto y consideración de los suyos. Hoy parece ser una persona muy querida y apreciada en el pueblo, su condición de enfermero y su espíritu de servicio le ayudan a ello.

Le sugerí que viniese a verme porque teníamos cosas de qué hablar. No se lo pensó dos veces. Encantado de la vida, pero quiero que Pierre esté presente. Pierre es otro converso de Agadez del que os hablé en otra ocasión, que puso a su hija el nombre de Nuria, ‘la Luz’, en recuerdo de una hermanita de Jesús española. Dos fenómenos de la gracia de Dios, que puso a prueba como a Job, que sufrieron lo indecible por el desprecio y marginación de sus congéneres y que hoy nos dejan un testimonio de paz y bondad. ¿Qué podemos hacer en esta situación? ¿Qué apoyo podemos prestar a estas comunidades?, les pregunto.

Pierre y Sanni se ponen a hablar de los pueblos que conocen, que han visitado con frecuencia en otros tiempos, de las personas que participaron en sus reuniones, celebraciones, fiestas que organizaron, de las posibilidades de unos y otros y finalmente Sanni se dirige a mí con el temple y la serenidad de un anciano africano: Padre, hoy usted no puede venir a nuestros pueblos. La situación se ha complicado mucho. Todos los días vemos pasar a jóvenes montados en unas motos enormes que van y vienen a Nigeria, yihadistas, cargados de drogas y vete tú a saber qué más. Hace poco, en el pueblo de Kooro, dos de ellos atacaron al jefe del pueblo, uno iba armado y amenazaba al jefe con su arma exigiéndole el dinero que había recogido de tributos y aranceles de la gente. El otro se defendía diciendo que ya lo había entregado al prefecto; un joven del pueblo, muy discretamente se fue poniendo detrás del yihadista hasta que se abalanzó sobre él y pudo controlarlo mientras el otro se escapaba. Son cosas que vivimos con frecuencia.

Lo que podemos hacer, apoyaba Pierre, es ir tomando contacto con los pueblos y las personas que hemos conocido, hablar con ellos, ver la situación en que se encuentran y darnos cita aquí al mes que viene con los que puedan venir, juntos vemos lo que se puede hacer en el futuro: organizar encuentros y celebraciones entre nosotros, reuniones de formación… Por lo pronto, si el padre no puede venir a nuestros pueblos, nosotros sí podemos venir a estar con él y compartir nuestra fe. Y Dios dirá”.

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