La gracia de reconocer al Señor y amarlo en los pobres

La gracia de reconocer al Señor y amarlo en los pobres

  • On 1 de marzo de 2023

OMPRESS-EGIPTO (1-03-23) La misionera comboniana María Villar escribe desde Aswan, Egipto, lugar ligado a las Misioneras Combonianas, su fundación y el sacrificio de las primeras misioneras. Allí lleva adelante la misión del cariño, la atención y el servicio a los enfermos.

“Me llamo María Villar Sesma soy Misionera Comboniana española, concretamente de Corella (Navarra). Os escribo desde un lugar maravilloso con raíces profundamente Combonianas, Aswan (Egipto), lugar donde llegó San Daniel Comboni y nuestras primeras hermanas hace casi 150 años, para después de un pequeño descanso proseguir hacia el corazón de África. Es bonito pensar que por aquí han pasado tantos misioneros y misioneras. Y sobre todo saber que nuestra casa ha sido casa de acogida para las hermanas que lograron escapar de la Mahdia.

La venerable Josefa Scandola vivió algunos años en esta casa antes de regresar por última vez a Lull (Sudán) donde concluyó su vida entregándola para salvar la vida de un joven misionero. Josefa formó parte de esta comunidad de Aswan, incluso trabajó como enfermera en el dispensario donde yo trabajo. Con su sencillez y su vida de oración logró hacer milagros en medio de esta gente. Es en este lugar en el que ella ‘la Venerable Josefa’ trabajó donde transcurre la mayor parte de mi vida, al servicio de los enfermos.

Nuestro dispensario acoge cada día un centenar de personas de Aswan y de los poblados de los alrededores, gente pobre, sencilla, de todas las edades y religiones. Un ambiente propicio para crear lazos de fraternidad. Aquí no se habla de Jesús con la palabra pero la gente lo percibe a través de nuestros gestos, de nuestra atención, de nuestro servicio, de nuestro cariño, un continuo y verdadero diálogo interreligioso.

Cada mañana pido al Señor que me dé la gracia de reconocerlo servirlo y amarlo en los pobres y el Señor se sirve de mi pobre persona para realizar cosas grandes. Pero la verdad es que son ellos los pobres, los que con su sencillez, me enseñan y me dan la fuerza de seguir adelante. En mi larga vida misionera siempre he encontrado gente buena que me ha ayudado a continuar. La sencillez de la gente y su confianza en nosotras es algo que te desmonta y te hace ver la presencia de Dios en cada persona sea de la religión que sea.

Desde hace años intentamos formar a las señoras y a las jóvenes que nos ayudan para que puedan ellas mismas llevar adelante este servicio, ya sea en nuestro dispensario o en otro lugar, esté o no esté presente la hermana. La formación de la mujer, sobre todo de las mamás, es de vital importancia ya que muchas enfermedades se curan solo con higiene y una buena alimentación. Enseñamos a las mamás cómo evitar los accidentes domésticos, pues tenemos demasiados casos de quemaduras sobre todo de bebés. Eso es también lo que Comboni quería, ‘salvar África con África’.

Por las tardes participo a las diferentes actividades de la parroquia, catequesis, encuentros juveniles, visitas a las familias y una vez a la semana voy a visitar con otra hermana el poblado de Sheikh Arum donde la mayoría son cristianos desplazados por diversas situaciones. Vienen sobre todo en busca de trabajo y de una vida más digna para sus hijos, aunque no siempre la encuentran.

Otro compromiso muy bonito que tengo es un encuentro de oración todas las noches con un grupo de 30 jóvenes universitarias que viven en la residencia de los Padres Combonianos. Lo realizo con mucha alegría y esperanza, quizás el Señor suscite alguna vocación entre ellas; para poder decir con San Daniel Comboni: ‘Yo muero pero mi obra no morirá’.”

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