Entre el dolor y la esperanza en el Vicariato Apostólico de Yurimaguas
- On 22 de junio de 2020
OMPRESS-PERÚ (22-06-20) “A uno se le cae el corazón a los pies, ver a una mamá con sus tres o cuatro pequeños implorando un poco de alimento”, cuenta Jesús López Hermosilla, un misionero seglar desde este vicariato en la Amazonia. “Aquí en casa hemos caídos todos los de la familia con el famoso COVID. No sabemos cómo ha sido, pues estábamos cuidándonos bastante, pero pensamos, que debido a las personas que venían buscando una ayuda, sobre todo del Hogar María de Nazareth, que es un Centro de acogida de Niños con discapacidad, de ahí nos habremos contagiado”, cuenta Jesús. “Ahora, según dicen, estamos en la fase final, en la de la recuperación, donde el cuerpo, poco a poco, va fortaleciéndose. Tratamos de seguir todas las indicaciones y de ser buenos pacientes. Cada día amanecemos un poco mejor, y esa es toda una alegría, sobre todo pensando en nuestras nietas de casa”.
Este misionero de Cuenca describe su lugar de misión: “Nuestro Vicariato de Yurimaguas, tiene una extensión de unos 70.000 km cuadrados (eso es grande) y una población de unos 200.000 habitantes (tirando a mucho), lo que quiere decir, que tenemos una densidad de unos 3 habitantes por km cuadrado. Dentro de este espacio geográfico tenemos varios pueblos originarios: Cinco de ellos forman el grupo jíbaro: achuar, awajun, kandoshi, shapra, wampis. Estos pueblos mantienen su lengua, sus costumbres y tradiciones. Otros pueblos que también mantiene estas características son: el pueblo shawi y el pueblo kichua-inga. Y luego tenemos otros pueblos que casi no se habla ya su lengua, y que están perdiendo, sus costumbres y su historia, son: el pueblo shiwilo y el pueblo kukama. Además tenemos toda una población venida de otros lugares del Perú que se instalaron en las riberas de los grandes ríos, a los que llamamos ribereños”. Jesús explica que Yurimaguas, “está enclavada entre tres ríos: el Huallaga (principal) y sus afluentes Paranapura y Shanushi. Es un lugar muy hermoso, por eso, alguien, la llamó “La Perla del Huallaga”. Es la ciudad más grande de nuestro Vicariato con cerca de 70.000 habitantes, venidos de la propia zona, pero también de otros lugares de la selva y de la sierra peruana”.
En cuanto a la capacidad para afrontar la pandemia explica que, “en todo el territorio tenemos dos hospitales: uno en Yurimaguas y otro en San Lorenzo. Los dos tienen una implementación muy precaria, como para ir haciendo casi primeros auxilios. De San Lorenzo, cualquier operación se traslada a Yurimaguas, y de aquí, también, la mayor parte se traslada a Tarapoto, una ciudad a 120 km. Y si la operación es complicada, hay que ir a Lima, la capital del Perú, a casi 1.000 kilómetros de donde estamos nosotros”.
El covid-19 ha llegado a la selva en medio de esta situación de falta de recursos sanitarios y ha habido dos ciudades especialmente castigadas, en la región de Loreto: “una es Iquitos, la capital de la región, donde lo que está ocurriendo clama al cielo, de la cual tengo noticias de otros, pero sé que es una verdadera tristeza. La otra ciudad que está siendo muy castigada, es precisamente Yurimaguas, donde vivimos nosotros. Al principio, no teníamos ningún caso, pero dada la movilidad de las personas, huyendo de aquellas ciudades donde ya tenían casos, fue haciendo que comenzaran los enfermos en la zona.
Y de aquí se comenzó a extender muy rápido por toda la ciudad. Primero, porque se permitió que el mercado, que está ubicado en las mañanas en las calles, y que es el lugar de encuentro de todo Yurimaguas para hacer las compras, se dejara abierto. Creo que esos días hubo muchos contagios, pues las personas están cerca, se tocan unas a otras y no hay medidas de prevención.
El otro tema por el cual también se ha extendido tan rápido, es que más del 70% de la población de Yurimaguas vive del día, es decir, sale por la mañana a trabajar y vuelve por la noche con su dinerito para vivir ese día. Y así, un día y otro. Ese también ha sido un gran riesgo.
Luego vino el confinamiento, y aquí se creó otro problema. Los precios de los alimentos subieron, las medicinas más importantes desaparecieron, aunque siempre había todo un mercado negro que te las vendía a diez veces su precio, y comenzó la escasez de medicinas y alimentos para las personas más sencillas y humildes de Yurimaguas.
Conforme iban aumentando el número de enfermos, se veía que todo iba a colapsar. El hospital no tenía camas y no tenía las medicinas necesarias para atender a los enfermos. Se complicó más, porque aquellos casos graves, no había oxígeno para tratarlos; hemos llorado ante tantas peticiones de oxígeno porque sus familiares se estaban asfixiando; en Yurimaguas no se produce, en Tarapoto se estropeó la fábrica y había que traer las bombonas de oxígenos casi de 400 km de distancia; muchos se hubieran salvado de haberlo previsto. Lo que indigna es que un hospital nuevo que se ha construido en Yurimaguas, en el proyecto original sí tenía planta de oxígeno, pero la corrupción maldita que tenemos aquí, hizo que se quitara esa parte tan importante, y ahora, todos lo sentimos. Creo que las personas del hospital han hecho lo que han podido, pero las autoridades competentes, no les dieron lo necesario para poder tratarlos, ni han estado a la altura de lo que debían hacer.
Aquí tenemos un sistema de sanidad de emergencias: los cinco médicos, que al principio comenzaron a visitar a los enfermos para darles medicina y ver cómo iban, a las dos semanas, todos ya habían contraído la enfermedad, porque el hospital no les dio los implementos necesarios para verlos”.
A nosotros vinieron dos veces a vernos, y daba mucha pena verlos simplemente con su mascarilla y unos guantes. Con todo el cariño del mundo nos atendieron, pero en tales condiciones, supimos al poco, que ellos también estaban enfermos.
Ante toda esta problemática y viendo lo poco que hacen nuestras autoridades, el Vicariato de Yurimaguas, a través de Caritas Yurimaguas y de la Pastoral Social ha lanzado dos campañas:
Caritas en recolección de víveres para las familias que hasta la fecha no tienen para comer (así tal como se los digo). Están solicitando a las instituciones, y también están haciendo colecta de dinero para poder comprar más alimentos. Ellos hacen las bolsas básicas de alimentos, van a los asentamientos humanos con la lista de familias necesitadas que les dan las propias asociaciones y las distribuyen. Pero siempre quedan con sabor agridulce, pues cada vez que van, siempre aparecen otras familias que también lo necesitan, pero que no estaban en la lista y ya no quedan más bolsas. A uno se le cae el corazón a los pies, ver a una mamá con sus tres o cuatro pequeños implorando un poco de alimento, y sentirte impotente, por no tener más que dar. Caritas ha estado trabajando con un equipo de voluntarios, cuatro de ellos también han contraído el COVID y ahora están en cama viviendo esta enfermedad y tratando de recuperarse.
La Pastoral Social está buscando ayuda para conseguir oxígeno que se pueda dar a las personas que están colapsando por la enfermedad y que ya no pueden respirar. Si vieran la cantidad de mensajes familiares solicitando oxígeno porque un familiar se está quedando sin respiración, uno queda frustrado de no poder y de no saber cómo hacer algo más por cada uno de ellos. También, están tratando de conseguir medicinas a precios normales y no a precios de robo que están poniendo las farmacias. Da rabia, mucha rabia, que un gobierno no sea capaz de dar un Decreto para que en estos tiempos no se especule de esta manera tan vergonzosa con los precios de las medicinas y los alimentos. Mons. Jesús María, nuestro obispo, decía ayer en la misa que subir los precios de estos elementos básicos en los momentos de sufrimiento que estamos viviendo, es un verdadero PECADO MORTAL. Y creo que es así, es una maldad, privar a la gente sencilla de lo que necesita para vivir, sólo porque unos cuantos sólo piensan en dinero y nunca en la gente.
Seguimos con mucho sufrimiento y con mucha necesidad en estas tres cosas: alimentos, medicinas y oxígeno. Ante la ausencia de prestación de salud en las comunidades de los ríos y las comunidades indígenas, las etnias han decidido cerrar los ríos para que no llegue donde ellos la enfermedad.
Saben que si llega, la mortandad será muy grande, porque no existe ni un hospital, no hay ningún médico, y las pocas medicinas que tienen son para las enfermedades más comunes. Hasta ahora, no nos habían reportado casos de comunidades ribereñas o indígenas, donde se estén dando estos casos, pero esta semana ya tenemos tres ríos de comunidades indígenas que tienen contagiados. Oremos por ellos porque están completamente desprotegidos.
Y ante tanta necesidad y sufrimiento, siempre hay acciones y personas que confortan y nos dan esperanza, de que nuestro mundo todavía podrá seguir adelante, porque un corazón grande, barre todos los corazones egoístas que están alrededor. Tres ejemplos: Un grupo de jóvenes enfermeras se ha organizado para visitar a los enfermos en sus casas, ver el tema de medicinas y de ayuda médica que pueden dar. Un grupo de jóvenes doctores, ninguno trabaja para el estado, también se han organizado para visitar a los enfermos, ver cómo están y, en la medida de sus posibilidades, darles las medicinas que necesitan. Un grupo de jóvenes chicos y chicas, se han unido a Caritas Yurimaguas, para distribuir los alimentos en los asentamientos humanos para las familias más necesitadas. Y así van apareciendo otros grupos de apoyos, por ejemplo, entre profesores y profesoras para buscar medicinas o doctores. Estas acciones nos llenan el corazón y nos dicen que hay que seguir haciendo, que no nos dejemos llevar por la impotencia ni por el desánimo, que todos podemos hacer algo, aunque sea pequeño, para que el sufrimiento disminuya y nuestro mundo sea mejor”.