El Domund y la colonia de leprosos de Hokhai
- On 7 de octubre de 2022
OMPRESS-MYANMAR (7-10-22) Dios siempre está cerca incluso de los más olvidados por la sociedad. La labor y cariño de las religiosas y de la Iglesia en el St. Joseph Cottolengo Lebbra Colony, en Hohkai, Myanmar, así se lo ha estado manifestado cada día a los pacientes acogidos en esta verdadera colonia de caridad.
Uno de los centros misioneros más importantes de la diócesis, la colonia está ubicada a pocos kilómetros de la ciudad de Loilem, en la archidiócesis de Taunggyi. Fue fundada en 1939 por un sacerdote misionero, el padre Rocco Perego, y en sus inicios acogía a 30 pacientes de lepra que vivían en casas pobres de bambú. Pronto comenzaron a construir casas dignas de ladrillo para los pacientes y un edificio de dos plantas para acoger a las religiosas que, desde 1946, llegaron para atenderlos. La desgracia es que, la mayor parte de los acogidos no podían regresar a sus pueblos debido a la discriminación que sufrían. La lepra era y sigue siendo incluso hoy una enfermedad maldita.
Para enfrentar este desafío, los sacerdotes misioneros del PIME, el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras italiano, fundaron una colonia de cinco aldeas para leprosos y sus familias. Hoy, 830 personas viven en los cinco pueblos, y de ellos, 738 son católicos, que forman 203 familias. El número de católicos aumenta cada año con nuevos bautismos de niños y adultos. Los pacientes provienen de los diferentes grupos tribales de Shan, Pa Oh, Pa Laung y Le Sou. La agricultura y la ganadería son su principal sustento, pero muchos jóvenes buscan trabajo en Tailandia por falta de otras oportunidades laborales. Suelen volver a casa en Navidad y Semana Santa.
En 1955, un sacerdote misionero construyó la primera iglesia para albergar a 200 personas. Casi setenta años después la iglesia se ha quedado pequeña y muchas misas son con más fieles en la calle que bajo techo. Por otro lado, cuenta el padre Tarcisio Kyaw Aye, el párroco de este leprosario, el tiempo le ha pasado factura a la vieja iglesia que construyeron los misioneros. El estudio que ha hecho la diócesis indica que la situación casi amenaza ruina y, lo más triste, es que el coste de las reparaciones supera a la de la construcción de una nueva iglesia.
Han pedido ayuda al Domund, que este año les enviará 18.000 dólares, un buen empujón a un proyecto que en realidad está impulsado por la misma comunidad que, aunque pobre, ya tiene su propio Comité de Gestión y han empezado a limpiar y preparar la zona donde estará la nueva iglesia, nivelando el terreno para la cimentación, y transportando los primeros materiales. Además, quieren tener instalaciones adyacentes para acoger a los diferentes grupos que son muy activos en la parroquia como Acción Católica, la Asociación de Santa Ana e Infancia Misionera. La Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, el Domund, les acompañará en este proyecto, sumando con su ayuda los donativos, la oración y el cariño de todos los católicos del mundo.
Y todo ello lo quieren hacer, cuenta su párroco, sin olvidar sus raíces como parroquia, la parroquia de una colonia de leprosos, que siempre ha cuidado de los marginados, los excluidos, los sin voz, los más pequeños. En este leprosario, añade, siempre se ha visto “a Jesucristo en el leproso, el pobre y el marginado”.