75 años siendo faros de esperanza entre los últimos

75 años siendo faros de esperanza entre los últimos

  • On 13 de marzo de 2024

OMPRESS-VITORIA (13-03-24) El próximo 19 de marzo se celebra la Campaña de San José de Misiones Diocesanas Vascas. Las tres diócesis vascas celebran lo que ha sido una verdadera vocación misionera a nivel comunitario. Mons. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria, escribe en nombre de los obispos vascos, dando las gracias a los misioneros.

“Queridos hermanos y hermanas, queridos misioneros, misioneras y colaboradores de las procuras de Misiones Diocesanas Vascas, Bakea eta Ona zuekin!

La labor misionera de la Iglesia es identitaria desde los comienzos. ‘Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio’. Estas palabras de Jesús y que Marcos plasma en papel, nos recuerdan esta tarea a todas las generaciones.

En nombre de los obispos de Bilbao, San Sebastián y en el mío propio, me gustaría agradecer en estas líneas a todos los misioneros y misioneras su entrega –desde el amor y la compasión– a los hombres y mujeres que habitan en todas las periferias del mundo. Los misioneros vascos como testigos incansables del Evangelio dedican sus vidas al servicio de aquellos que afrontan la adversidad extrema. Eskerrik asko!

La Iglesia debe estar presente en los lugares donde las personas están más necesitadas, con una mirada desde abajo, desde los más pequeños y desde dentro, más compasiva. Esto significa trabajar por la justicia y la paz, por la defensa de los derechos humanos y por el cuidado de la creación. Cuando la Iglesia escucha el clamor y se compromete con las personas más pobres y marginadas, está anunciando el amor de Dios al mundo. El ‘Instrumentum laboris’ para el Sínodo lo expresaba de la siguiente manera: ‘Lo que se pone en juego es la capacidad de anunciar el Evangelio, caminando junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo allí donde se encuentren, y la práctica de la catolicidad vivida caminando junto a las iglesias que viven en condiciones de particular sufrimiento’. (Nº5)

La riqueza de las misiones radica en su capacidad para extender la mano a los más necesitados, para ser agentes de cambio en comunidades empobrecidas y para encarnar el amor de Cristo en la escucha, la acción y la celebración. La labor misionera lleva la Palabra de Dios en vidas con nombre y apellido; trabaja por el bienestar de las personas y aborda sus necesidades materiales y espirituales. Estamos celebrando los 75 años de la primera misión que partió de Vitoria a Ecuador. Nuestras iglesias diocesanas están marcadas por estas más de siete décadas de labor misionera y por tanto es motivo de agradecimiento y recuerdo mirando al futuro con la misma esperanza que selló sus inicios.

Aquellos primeros misioneros diocesanos destacaron por su sacrificio y dedicación, lejos de su tierra. Afrontaron desafíos significativos y renunciaron a comodidades para servir a aquellos que, desde su vulnerabilidad, eran un manojo de posibilidades y de sueños que se han ido cumpliendo. Su presencia entonces y su presencia hoy son un faro de esperanza, una manifestación palpable del amor de Dios a todos sus hijos. Sigamos haciendo camino confiados en la providencia y sabiendo que es el Espíritu quien nos proporciona el cuándo, el cómo y el dónde.

Pero la obra de los misioneros vascos va más allá de su presencia puntual. Es tarea de toda la Diócesis involucrarse en la misión. La Iglesia en salida misionera es el deseo del Papa Francisco. ‘La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que toma la iniciativa, que se involucra, que acompaña, que fructifica y festeja. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no se puede excluir a nadie’. Por ello toda la comunidad diocesana debe participar en esta tarea de llevar a Jesús y su Buena Noticia a aquellas personas que están en las periferias existenciales y geográficas.

La promoción de la dignidad humana y la creación de espacios donde la fe se entrelaza con las riquezas culturales de las comunidades locales suponen un diálogo auténtico y respetuoso, esencial para la tarea misionera. Por esto mismo es importante seguir adaptándonos a las realidades cambiantes pero siempre teniendo como horizonte a Jesús, presente en la Eucaristía y vivo a través de la Palabra. El Santo Padre Francisco nos recuerda que ‘cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre nueva’.

El compromiso de los misioneros vascos con la justicia social es evidente. Lo podemos ver en proyectos que abordan las necesidades fundamentales de las comunidades, desde la educación, la promoción laboral y la atención médica hasta el suministro de alimentos y agua potable. Esto sirve para plenificar a las personas y para que sean capaces de romper el techo de la pobreza y de la marginalidad.

Al igual que sucede con otras vocaciones dentro de la Iglesia, los misioneros también son necesarios. Actualmente estamos ante un reto en este sentido. Parroquias, colegios, comunidades, etc. están llamados a ahondar en estos 75 años de historia misionera con el objetivo de contar con nuevos hombres y mujeres, laicos, presbíteros y consagradas, que den un paso al frente y apuesten por dedicar parte de su vida a los últimos y ser ellos también luz de ese faro que nunca se apaga. Cuando compartes tu vida con los empobrecidos, uno sale más evangelizado y siente que ha recibido más de lo que ha dado.

En estos tiempos de desafíos globales, las misiones de la Iglesia y el trabajo abnegado de los misioneros adquieren una relevancia aún mayor. Ante las actuales amenazas que a todos nos golpean, el amor y la solidaridad de esos hombres y mujeres que donan sus vidas en América Latina, África o Asia trascienden las barreras geográficas y culturales y nos hablan de un mundo más fraterno, más humano y más de Dios.

Celebrar y apoyar a los misioneros vascos es reconocer la importancia de la labor misionera en estas siete décadas y es un paso firme en pro de la construcción del Reino. Sigamos teniendo muy presente esta manifestación viva del Evangelio, que logra iluminar caminos de esperanza y de fraternidad. Se lo pedimos a Nuestra Señora, la Madre de Jesús, imagen de la Misión de la Iglesia en el mundo. Con mi afecto y bendición, agur besarkada bat!”.

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