Via Crucis misionero, por P. José María Calderón, director de OMP España
- On 27 de febrero de 2024
Introducción
Jesús, un año más queremos estar unidos a Ti y a tu Pasión. El silencio de las calles de Jerusalén, el silencio del Gólgota, el silencio de los que te amaban, es también hoy el silencio de tanta gente que sufre por causa de la enfermedad, de la guerra, de no sentirse amados ni apoyados.
Es el silencio que queremos romper con nuestra oración, acompañándote en este Vía Crucis, en el que, este año una vez más, vamos a unirnos a tantos hombres y mujeres que, en tantos lugares de la tierra, viven un Vía Crucis diario, y nadie les hace caso.
Que tu Madre, María, Reina de las Misiones, nos acompañe en este viaje, para que el dolor tenga la compensación de su amor.
1.ª Estación: Jesús sentenciado a muerte
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, quién iba a pensar que Tú, el aclamado hace unos días como Mesías y Señor, serías condenado a morir… Quien iba a pensar que, en tantas partes del mundo, los que te aman sean condenados a la marginación, al desprecio, ¡a la prisión!, y solo por amarte, por servirte, por hablar de Ti y de tu amor.
Jesús, quiero mirarte con compasión en estos momentos. Ayúdame a tener presentes en mi oración a todos los que son perseguidos por causa de su fe.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
2.ª Estación: Jesús cargado con la cruz
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, ¿era esta la cruz de la que hablabas cuando decías que para seguirte debemos tomar nuestra cruz de cada día? Permíteme que yo coja la mía con ánimo y fortaleza, y que me una, al menos con el afecto, a los hombres y mujeres que tienen que llevar la cruz de la enfermedad, de la soledad, del dolor.
Jesús, quiero acompañarte en tu Vía Crucis. Ayúdame a no olvidarme en mi oración de los que contigo sufren y llevan una pesada cruz en tantos lugares de la tierra.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
3.ª Estación: Jesús cae por primera vez
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, verte tirado en el suelo, me duele. ¿Tanto te costamos los hombres? Quiero estar contigo en todos los misioneros que en el mundo entero están viendo caer, por fragilidad, por la dureza de la vida, a quienes quieren vivir con dignidad.
Jesús, quiero cogerte de la mano y besártela. Ayúdame a no pasar de largo ante quienes, junto a mí, se sienten débiles y necesitados.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
4.ª Estación: Jesús se encuentra con su Madre
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, qué consuelo tener a María cerca, y qué dolor para su corazón contemplarte así. Ayúdame a invocar a María cada vez que siento en mi interior el zarpazo de mi pobreza, y a pedir su ayuda con confianza para quienes necesitan su consuelo y mirada.
Jesús, quiero estar junto a María en estos momentos, y quiero ser capaz de acercar a su amor maternal a quienes se sienten abandonados y no amados en tantas partes del planeta.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
5.ª Estación: El Cirineo ayuda a llevar la cruz a Jesús
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, cuánto debiste agradecer la ayuda de un hombre que no te conocía, pero del que, desde ese momento, fuiste su Salvador. Que nunca desprecie la ayuda de quienes me quieren bien, y que los que te amamos sintamos la urgencia de ayudar a quienes más te necesitan.
Jesús, quiero ser tu cirineo y ayudarte a llevar el peso de los pecados y sufrimientos de los hombres. Por eso te pido que mire a los misioneros que están entregando su vida, para aprender a tomar la cruz de quienes has puesto junto a mí.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
6.ª Estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, cuánto valen los gestos de amor en los momentos de dolor; cuánto te alivió que la Verónica te quitara el sudor y la sangre de tu rostro. No me dejes olvidar que el mundo necesita pequeños gestos hechos con un amor grande, y que esto lo viva así en mi lucha por ser como Tú.
Jesús, ojalá sea valiente para salir a tu encuentro cuando no se te trata bien. Que sea capaz de ponerme al lado de quienes se parecen más a Ti por el dolor y el abandono, y acompañarles en su sufrimiento.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
7.ª Estación: Jesús cae por segunda vez
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, verte así me hace pensar cuánto me tienes que querer, y nace en mi corazón un gran deseo de darte las gracias por tu entrega. No permitas que me acostumbre a mis caídas y a perder la esperanza cuando me parece que no avanzo.
Jesús, me arrodillo y te adoro. Contemplarte así me hace caer en la cuenta del daño que te he hecho en tantas ocasiones. Pon en mi corazón la misericordia que necesito para quienes caen y a los que tengo siempre la libertad interior de juzgar y condenar por su caída.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
8.ª Estación: Jesús consuela a las hijas de Jerusalén
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, qué deseo de entrega… Tú, tan necesitado, y te paras a atender a quienes están necesitadas de consuelo y amor. Que mi dolor no me impida ver el dolor de los que tengo cerca… ni el de los que están lejos.
Jesús, quisiera oír tus palabras de consuelo y ánimo para mi corazón roto. Cuando me sienta necesitado y pobre, pon ante mí alguien más necesitado y pobre que yo, para que, como Tú, no me encierre en mi dolor.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
9.ª Estación: Jesús cae por tercera vez
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, y ¡yo me quejo! Tú te levantas cada vez para mostrarme que el mal no tiene la última palabra y que la fuerza del amor está por encima del poder del pecado. Quiero, Señor, ser capaz de perdonarme cuando caigo, como me perdonas Tú. Quiero, Señor, mirar con afecto a quien cae e intenta cada vez levantarse.
Jesús, se me rompen las entrañas viéndote así, pero doy gracias a Dios por poder vivir tu entrega junto a Ti. Que los evangelizadores que se sienten decaídos y desanimados te miren, y se levanten con ilusión por lo que les queda por andar.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
10.ª Estación: Jesús despojado de sus vestiduras
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, se te abren de nuevo todas las heridas y muestras tu cuerpo desnudo y destrozado. Que mi suciedad no me impida querer acercarme a Ti con sencillez, pero con sinceridad, para que veas mi pecado y me deje limpiar por tu amor.
Jesús, permíteme que me quede con tus vestiduras para acordarme siempre de lo que fuiste capaz de hacer por mí. Y ayúdame a cubrir con la capa de mi caridad la desnudez de mis hermanos cristianos que muestran sus heridas y pobrezas.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
11.ª Estación: Jesús clavado en la cruz
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, el silencio de la tarde se rompe con los martillazos que te cosen al madero. Dame lágrimas que muestren mi vergüenza por no haber sabido quererte en tantas ocasiones, por no haber vivido con santidad mi vida cristiana.
Jesús, beso con humildad tus heridas en manos y pies. Déjame que bese también las heridas de tus hijos, mis hermanos, que tienen en su cuerpo las llagas de su fidelidad al Evangelio.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
12.ª Estación: Jesús muere en la cruz
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, oír que tienes sed me hace prometerte que yo te saciaré esa sed que tienes de amor, esa sed que tienes de almas.
Jesús, no permitas que te deje solo, no permitas que me aleje de Ti. Y danos a los creyentes un gran deseo de acercarte a aquellos que se han apartado de Ti o que ni siquiera te conocieron. ¡Quiero saciar tu sed de nuestra sed de Ti!
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
13.ª Estación: Jesús es puesto en brazos de su Madre
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús…, como en Belén, María, y Tú en sus brazos. Entonces… ¡cuánta alegría! Y ahora… ¡cuánto dolor! Pídele a Ella que abrace con afecto a los hijos suyos que más necesitados estamos de su calor.
Jesús, yo no me atrevo a acercarme; son momentos de intimidad para tu Madre. Pero no quiero perderme un instante de esta escena: quiero que se me grabe a fuego en el alma que a quien ha muerto por el pecado, por el abandono, no se le puede dejar solo.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
14.ª Estación: Jesús es enterrado
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos…, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, ni lugar propio tienes para ser enterrado. Jesús, con cuánto cariño te preparan un sitio donde descanse tu cuerpo, ya sin vida. Que mi corazón, como ese sepulcro, sea capaz de recibirte y puedas encontrar en él tu descanso.
Jesús, ahora sí que es el momento del silencio. No hay palabras; las que dijera podrían parecer necias. Pero lo que sí hay es un gran deseo de llenar de esperanza los corazones y las almas de quienes se sienten tristes y abatidos.
Padre nuestro…
Señor, pequé…; tened piedad y misericordia de mí.
Oración final
¡Qué largo se me ha hecho este camino! Y yo solo era un espectador… Jesús, que no me canse nunca de amar como Tú amas. Que no me arrepienta nunca de haber abrazado la cruz por amor a Ti y a mis hermanos. Que no consienta que la tibieza, el conformismo, la dejadez me impidan desear ser algo más, ser tu apóstol, ser tu instrumento de compasión y caridad.
Pídele a María que, cuando vea que flaqueo, que pretendo alejarme de la cruz, me agarre fuerte de la mano, como hizo con tu apóstol Juan, para que no abandone. Y que yo, también, agarre la mano del que es más débil para que se encuentre contigo en la Cruz.