EN ESTE NÚMERO…
Además de incluir los temas recogidos en su edición digital, la versión en papel de Misioneros entrevista a monseñor Martín Lasarte, obispo uruguayo de la diócesis angoleña de Luena, que siente, con preocupación, cómo le faltan brazos para llevar el Evangelio por entre las gentes de un territorio más extenso que la mitad de España; y esto, además, en medio de muchos desafíos, como iglesias destruidas por la guerra, zonas minadas, largos trayectos, ocho idiomas, falta de agua… Para esta titánica labor cuenta tan solo con 35 sacerdotes. Por este motivo, confiesa la importancia de la ayuda que recibe de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, ya que, gracias a sus aportaciones económicas, le es posible garantizar la formación de los 140 seminaristas que en un futuro aportarán nuevas energías a la evangelización de la zona.
Con cierta ironía, el protagonista de nuestra sección “Misión viva” comenta que sus comienzos como misionero tuvieron “cero bautismos, cero comuniones, cero matrimonios, cero defunciones y cero ordenaciones”. Pero esta en apariencia paradójica realidad cobra sentido cuando Mario León Dorado, que así se llama este misionero oblato de María Inmaculada, explica que su destino es el Sahara Occidental, de donde es prefecto apostólico. Si esa situación se alargó durante algunos años, en nuestros días, las oleadas de migrantes que atraviesan la zona han cambiado el panorama. Esto le ha dado “mucho trabajo y vida a la misión”, confiesa. Ahora son “una Iglesia de peregrinos migrantes que viven juntos, unidos, como una familia solidaria que se ayuda”, en un contexto difícil donde “los únicos que nos queremos quedar somos los misioneros”.
El otro protagonista de “Misión viva” es el misionero dominico fray Miguel Ángel Gullón. Desde su misión en la República Dominicana, ha querido “contar todo lo bueno que acontece, aun sabiendo de las tinieblas que opacan la bella creación de Dios”. La exposición de su relato le lleva a concluir que “es más lo bueno que nos rodea”; “solo es preciso –añade- abrir los ojos del corazón para contemplarlo”.