Vida contemplativa entre arrecifes de coral
- On 5 de noviembre de 2024
OMPRESS-CURAÇAO (5-11-24) Fue hace 50 años cuando el entonces obispo de Willemstad, en Curaçao, una isla del Caribe de soberanía holandesa, rodeada de hermosas playas y arrecifes de coral, se dio cuenta de que su diócesis sin vida contemplativa estaba incompleta. Fue un monasterio español el que acudió a “completar” su diócesis.
La diócesis de Willemstad, capital de la isla de Curaçao, abarca en realidad seis islas –allí tienen el lema “seis islas, una sola misión”– Curaçao, Aruba, Bonaire, Saba, Sint Eustatius y Sint Maarten, que forman lo que se conoce como Antillas holandesas. La mayoría de la población es católica, con un cuarto de millón de fieles, y tienen vocaciones y medio centenar de sacerdotes, que hacen que la pastoral esté relativamente bien atendida, con la ayuda de catequistas muy entregados. Además tienen hasta diez hogares para acoger a gente sin recursos, centros de atención sanitaria, y siete de los mejores colegios de las islas. Y una única comunidad contemplativa, el Monasterio Mama di Dios. Con este nombre tan curioso en lengua papiamentu, la lengua criolla que se habla en las islas, un portugués mezclado de español, inglés y francés.
Una religiosa española acaba de contar a las Obras Misionales Pontificias cómo se abrió un monasterio en Curaçao. Se llama Sor María Paz de Belén. “Llegamos aquí a Curaçao por petición del señor obispo Michael Ellis, de feliz memoria. Cuando le nombraron obispo de esta diócesis en 1973, se dijo que su diócesis estaba incompleta sin vida contemplativa. Ese fue el motivo por el que no descansó hasta conseguir una comunidad contemplativa”. Se puso en contacto con varias comunidades de religiosas contemplativas pero fueron las Madres Dominicas de Olmedo, en Valladolid las que respondieron. Diez religiosas dominicas salieron del Monasterio “Madre de Dios” –de ahí el nombre “Mama di Dios” que se daría a la nueva fundación– que llegaron a Curaçao el 21 de julio del año 1974. “Así que estamos en nuestros 50 años de fundación, en las Bodas de Oro”, dice la madre María Paz, una de las cuatro religiosas españolas que todavía están en Curaçao después de toda una vida “de misión”, como ella misma dice, porque “nuestra misión es rezar por todas las intenciones del Papa, la Iglesia, nuestra Diócesis, el pueblo de Curaçao y el mundo entero”. Y también hacen trabajo manual, para mantenerse, entre otras cosas las formas que se consagrarán en las misas de de las seis islas, el pan que se convertirá en Jesús.