Una única inspiración: anunciar su Evangelio al mundo entero. ¡Qué gran signo para toda la Iglesia!
- On 6 de junio de 2025
OMPRESS-ROMA (6-06-25) El Papa León XIV recibía esta mañana en audiencia a representantes de tres instituciones religiosas, los Siervos del Paráclito, la Tercera Orden Regular de San Francisco y la Sociedad de Misiones Africanas. A todos les ha agradecido toda la labor que realizan en el mundo.
“Gracias por vuestra presencia, que hoy en este salón nos muestra la Iglesia en tres dimensiones luminosas de su belleza: el compromiso por la conversión, el entusiasmo de la misión y la calidez de la misericordia”, les ha dicho.
Siervos del Espíritu que cura: así los quiso el Padre Gerald Fitzgerald cuando, en 1942, inició vuestra obra para la atención de los sacerdotes en dificultades, ‘Pro Cristo Sacerdote’, como dice vuestro lema”, así ha resumido el Papa el carisma de los Siervos del Paráclito. “Desde entonces, en diversas partes del mundo, habéis desarrollado vuestro ministerio de cercanía humilde, paciente, delicada y discreta con personas profundamente heridas, ofreciéndoles caminos terapéuticos, que combinan una vida espiritual, personal y comunitaria sencilla e intensa con una asistencia profesional altamente cualificada, adaptada a sus necesidades”.
La misionariedad “está en el corazón mismo de la vida de la Iglesia”, les decía el Papa a la Sociedad de Misiones Africanas, fundada el 8 de diciembre de 1856 por el venerable obispo Melchior de Marion Brésillac. “La historia de vuestro Instituto da testimonio de esta verdad: la fidelidad a la misión, al permitiros superar con el tiempo mil dificultades internas y externas a vuestras comunidades, os ha permitido crecer, sacando de la adversidad la oportunidad y la inspiración para lanzaros hacia nuevos horizontes apostólicos en África y en otras partes del mundo”. Vuestro fundador os animó, decía el Papa, “a permanecer fieles, en el anuncio, a la sencillez de la predicación apostólica y, al mismo tiempo, siempre dispuestos a abrazar la locura de la Cruz: sencillos y serenos, incluso ante la incomprensión y el escarnio del mundo. Libres de cualquier condicionamiento por estar ‘llenos’ de Cristo, y ser capaces de llevar a los hermanos al encuentro con Él, al estar animados por una única aspiración: anunciar su Evangelio al mundo entero. ¡Qué gran signo para toda la Iglesia!”.