Una oportunidad para conocer al “leproso voluntario”
- On 10 de mayo de 2023
OMPRESS-HAWÁI (10-05-23) Hoy se celebra a San José De Veuster, el padre Damián, San Damián de Molokái, el apóstol de los leprosos, el “leproso voluntario”. Se trata de uno de los misioneros más atrayentes, por su entrega hasta dar la vida, de todos los tiempos. Fue en el siglo XIX lo que ha sido la Madre Teresa de Calcuta para nuestra época, inspiración y ejemplo.
Nacido en Bélgica en 1840, su hermano mayor entró en la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. José lo siguió y, a principios de 1859, comenzó el noviciado en Lovaina en el mismo convento que su hermano. Allí tomó el nombre de Damián. En 1863, su hermano, a punto de partir hacia las islas Hawái, cayó enfermo. Dado que el viaje ya estaba preparado, Damián le pidió permiso al Superior General para ir en su lugar. Lograda la autorización se embarcó para Hawái. Llegó en 1864. El 21 de mayo de aquel mismo año fue ordenado sacerdote e inmediatamente se lanzó a la dura vida de un misionero en dos aldeas de la isla de Hawái, la más grande de las islas del archipiélago.
Fue en esos años, el gobernador de las Hawái, para frenar la propagación de la lepra, decidió deportar a la cercana isla de Molokái a todos los afectados por la enfermedad, en aquella época aún incurable. Fue entonces cuando pidió ir como voluntario a la isla “maldita”, a pesar de saber lo que llevaba aparejado el asistir diariamente a los enfermos. Día tras día, los cura, envuelve sus horribles heridas, consuela a los moribundos y entierra en el cementerio, al que llamaba “el jardín de los muertos”, a aquellos que terminan su calvario. Su fe, su optimismo, su disponibilidad tocaban los corazones. Todos se sentían invitados a compartir su alegría de vivir, de superar, en la fe, los límites de la pobreza y la angustia y, al mismo tiempo, los del exilio en que vivían. “El infierno de Molokái”, hecho de egoísmo, desesperación e inmoralidad, se transforma. Orfanato, iglesia, casas, edificios públicos: todo se hace con la ayuda de los más válidos. Se amplía el hospital, se reparan el puerto y las vías de acceso, mientras se construye una conducción de agua. Damián abre un almacén en el que los enfermos pueden aprovisionarse de forma gratuita y se prodiga en el cultivo de la tierra y de las flores. Incluso organiza una banda musical para animar el tiempo libre de los enfermos. Consciente del poderoso impacto de la prensa, alienta a quienes publican libros y artículos sobre los leprosos de Molokái. De ello nace un gran movimiento de solidaridad que permite mejorar aún más la suerte de los enfermos. Infectado también por la lepra, murió el 15 de abril de 1889. Sus restos fueron repatriados en 1936 y depositados en la cripta de la Iglesia de la Congregación de los Sagrados Corazones en Lovaina. Damián es reconocido universalmente por haber elegido libremente compartir la vida con los leprosos confinados en la península de Kalaupapa en Molokái. Su partida hacia la isla “maldita”, el anuncio de su enfermedad en 1885 y el de su muerte impactaron profundamente a sus contemporáneos de todas las confesiones. Juan Pablo II lo beatificó en Bruselas en 1995, y Benedicto XVI lo canonizó en la Plaza de San Pedro el 11 de octubre de 2009.
El testimonio de su vida conmovió al mundo de aquel final del siglo XIX, pero una carta de un pastor protestante de Hawái, el doctor Hyde, quiso poner en duda la fama, los motivos y la labor del misionero belga. La carta la escribió el pastor al enterarse de que en Londres se estaba formando un comité, presidido por el Príncipe de Gales, para perpetuar el nombre del padre Damián. La respuesta a Hyde y la defensa del padre Damián la asumió nada menos que el escritor Robert Louis Stevenson, el autor de la Isla del tesoro y de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, a pesar de que este autor no era católico. Las Obras Misionales Pontificias le dedicaron un programa del podcast la serie “Pequeñas historias misioneras” al padre Damián y a esta defensa. “El hombre que trató de hacer lo que hizo Damián, es mi padre”, decía Stevenson en su respuesta, publicada en los periódicos más importantes de su época, “y el padre de todos los que aman el bien”.