Una misionera comboniana en Sudáfrica
- On 11 de septiembre de 2024
OMPRESS-SUDÁFRICA (11-09-24) Misionera durante años en su amada Zambia, María Soledad Sáenz Rico, Misionera Comboniana, ahora vive y comparte los gozos y esperanzas de quienes le rodean en Sudáfrica. En unas líneas que ha enviado habla de su día a día y de la vivencia de la oración, que Dios escucha.
“Soy la hna. María Soledad Sáenz Rico de origen mexicana y desde hace un año vivo y sirvo en una zona semi urbana de Mamelodi West, Pretoria; Sudáfrica. Mamelodi es un municipio de la ciudad de Twane, al noreste de Pretoria, en la provincia de Gauteng. Este pueblo se creó durante la época del apartheid, que preveía la segregación y era una zona exclusiva para negros. Por esta razón, Mamelodi fue una zona marginada y abandonada durante décadas, y sigue siéndolo.
Nuestra presencia misionera abarca una gran extensión de terreno y una densa población, la mayoría de la cual vive en asentamientos informales o en pequeñas habitaciones alquiladas. Las condiciones de vida son de gran marginación: falta de servicios básicos como agua, electricidad y letrinas, pobreza, un alto índice de inseguridad, vandalismo, drogas, violencia y, sobre todo, segregación.
La población está formada principalmente por inmigrantes, procedentes de distintas provincias de Sudáfrica y de otros países africanos. Este es uno de los mayores retos a los que hay que enfrentarse, porque el multiculturalismo provoca fragmentación y añade xenofobia, rechazo y violencia contra los inmigrantes. Además, hay que recordar que Sudáfrica es el país con la tasa de desempleo más alta del mundo y las consecuencias son desastrosas en esta región.
Mi día inicia temprano a las 04.30h de la mañana para asegurar mi oración personal y a continuación como comunidad participamos en la Eucaristía y oración comunitaria con los misioneros Combonianos en la Parroquia, seguido de un rápido desayuno. Los lunes y miércoles acompaño un grupo de mujeres que siguen un curso de Corte y Confección en la parroquia. Con ellas iniciamos a las 10:00h de la mañana con una oración y pequeña reflexión para el día y trabajamos hasta las 13:30h. Los martes, jueves y viernes visito familias y enfermos, pues no hay actividades parroquiales debido a que la mayoría de las personas trabajan durante toda la semana. Los fines de semana acompaño algunos encuentros con los diversos grupos parroquiales y compartimos la Celebración Eucarística en la Comunidad Cristiana.
Un día llegó una de las señoras muy preocupada y angustiada. Habló inmediatamente al grupo diciendo: ‘Hermana por favor hagamos una fuerte oración pues ayer desapareció la hija de mi vecina que tiene 12 años y no se sabe que pasó’. Estaba tan sumamente mal la señora que todas las demás dejaron lo que estaban haciendo e inmediatamente nos pusimos a rezar. Alguna sugirió rezar una decena de Ave María a la Virgen para pedir su intercesión y otra sugirió la oración a los Ángeles Custodios. Estábamos con las últimas oraciones cuando timbró el celular de la señora, quien recibió la noticia de parte de la madre de la niña que ésta ya había aparecido y la habían encontrado sana y salva. Nuestra alegría fue grande y muchas de las señoras descubrieron que la potencia de la oración es nuestra fuerza. La clase se convirtió en una fiesta de gozo, con cantos y danzas de todas las que estábamos allí.
Así vivimos y compartimos, los gozos y esperanzas a la vez que los sufrimientos y preocupaciones de todas las personas con las que convivimos sin importar, raza, edad, religión, más con el deseo grande de salir adelante y transformar nuestras vidas para hacer de esta sociedad y mundo, un mundo más justo y humano donde reine la Paz”.