Una misionera comboniana desde Palestina
- On 8 de mayo de 2023
OMPRESS-PALESTINA (8-05-23) Las Misioneras Combonianas comparten el testimonio de una hermana suya que bajo el título “Ser como niños”, escribe desde Palestina, Lourdes García, donde con su comunidad son testimonio del amor de Dios, que ama a todos, sin distinción de razas, credo o nacionalidades.
“Soy Lourdes García, Misionera Comboniana mexicana y vivo la misión en Palestina. Antes de llegar aquí estuve en Emiratos Árabes y Jordania, para aprender inglés y árabe. Es por esta razón que para mí, el versículo del Evangelio de Mateo donde Jesús nos invita a hacernos como niños, contiene la esencia de este tiempo vivido en mi corta experiencia misionera. Un tiempo de dejarme guiar para ir dando mis primeros pasos. Un tiempo de gran y continuo aprendizaje, desaprender para volver a aprender: el idioma, a ser paciente, a ser humilde para dejarme enseñar y corregir (que no ha sido fácil). Aprender a estar, a mirar, a conocer culturas, diversidad y tradiciones nuevas.
El primer año y medio aproximadamente, estuve en Emiratos Árabes, un mundo completamente desconocido para mí. Allí no solo tuve que aprender el inglés, además tenía que ser capaz de entenderlo en los diferentes acentos de las comunidades con las que compartía el día a día: filipinos, indios y africanos varios. Fue una experiencia que me ayudó a fortalecer mi fe, a pesar de que fuera del ‘compound’ (el recinto) de la iglesia es muy difícil ser cristiano.
Después me enviaron a Jordania para estudiar árabe y nuevamente tuve que descalzarme para entrar a esa tierra sagrada. Jordania es un país también musulmán, bastante acogedor, donde musulmanes y cristianos conviven en el día a día. Los cristianos podemos expresar nuestra fe de una manera más libre. Hay más iglesias que en Emiratos Árabes, y volver a escuchar las campanas de las iglesias llamando diariamente, para mí, era un signo de hermandad. Aquí los primeros meses me integré en algunas de las actividades del centro de Refugiados de los Padres Jesuitas, donde tuve la oportunidad de convivir con gente de Sudán, Somalia, Irak, Yemen y Siria. Ahí también me dejé enseñar por ellos, y aprendí a estar, escuchar y conocer más sobre la religión musulmana. Compartí la vida con migrantes en su mayoría jóvenes, que huyen de sus países en busca de mejores oportunidades. Casi todos están de paso por Jordania y su meta es llegar a los Estados Unidos. Las pláticas con ellos se hacían cortas. Hablaban de sus sueños, sus deseos, sus valores, y muchos de ellos nos hablaban de las similitudes entre ambas religiones, de lo que nos une, ¡siempre con tanto respeto!
Recuerdo una vez que fuimos a visitar a una señora musulmana, refugiada de varios años en Amman y en una situación económica muy difícil. Ella quería saber más sobre la vida religiosa y con mi poquito árabe le expliqué y ella no paraba de bendecirme. Al final de la visita concluimos con una sencilla oración a Dios, y me di cuenta de que no habíamos predicado con palabras sino con el estar, el compartir la vida y el escuchar. Todo eso nos une como hermanos y hermanas de un mismo Padre.
Ahora estoy en Palestina y mis hermanas de comunidad me han introducido a algunas de las comunidades de beduinos, todos ellos musulmanes. Me he dejado sorprender por su acogida, su generosidad tan grande y el cariño que la gente tiene a las misioneras combonianas. ¡Aquí vamos nuevamente! Toca volver a ser como una niña, con el corazón abierto para dejarme enriquecer por la gente, para convivir, estar, escuchar, compartir la vida y dejarme sorprender una vez más por la riqueza de religiones y culturas diversas”.