Una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo

  • On 19 de mayo de 2025

OMPRESS-ROMA (19-05-25) Es lo que pedía ayer el Papa León XIV, en la homilía con motivo del inicio de su ministerio como sucesor de Pedro. Animaba a construir “una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad”.

En presencia de más de 150.000 peregrinos, el Papa recibió el Palio y el Anillo del Pescador. Sus primeras palabras, en la homilía, fueron una de las más conocidas frases de San Agustín en el libro de las Confesiones: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Recordó después la tristeza por la muerte del Papa Francisco y el cónclave en el que “acompañados por sus oraciones, hemos experimentado la obra del Espíritu Santo”, que armonizó los corazones y así, decía el Papa León XIV, “fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia”.

Se centró después en el pasaje del Evangelio en el lago de Tiberíades, tras la resurrección. El lago donde “había llamado a Pedro y a los primeros discípulos a ser como Él ‘pescadores de hombres’”. Ahora tras la resurrección, “les corresponde precisamente a ellos llevar adelante esta misión”. Y se preguntaba el Papa, en referencia clara al inicio de su pontificado: “¿Cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea?”. Solo es posible llevarla adelante “porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y la negación”. La pregunta de Jesús, “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, quiere decir, “solo si has conocido y experimentado el amor de Dios, que nunca falla, podrás apacentar a mis corderos; solo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos ‘aún más’, es decir, hasta ofrecer la vida por ellos”. Por eso, “a Pedro, pues, se le confía la tarea de ‘amar aún más’ y de dar su vida por el rebaño”. Por eso, “la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús”.

Con una mirada al mundo de hoy, el Papa León XIV señala cómo “vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente”. Nuestra respuesta es “decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno”.

Y, por eso, “este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos. Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad”.

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