Un sacerdote valenciano en la tumba de Carlos de Foucauld
- On 6 de junio de 2022
OMPRESS-ARGELIA (6-06-22) El pasado 15 de mayo el Papa Francisco presidía la ceremonia de canonización de Carlos de Foucauld, el misionero de la amistad, que trataba “de mantener la amistad con todos, ricos y pobres, pero ir sobre todo y primero a los pobres”. Vivió sus últimos años de vida en el Sáhara argelino, en medio de los tuaregs.
Vivía y predicaba la espiritualidad de Nazaret, incluso como criterio de vida y de cómo vivir la misión. Recomendaba: “En las dudas sobre las decisiones a tomar, piensa: Qué habría hecho Jesús en Nazaret”. Y como misionero esto le llevaba a vivir un “espíritu de pobreza, procurando poseer lo menos posible para ser como Jesús en Nazaret, y para que solo Jesús sea tu todo. Da a conocer poco a poco la moral cristiana y la religión natural, no con discursos largos, sino con cortas palabras, sin salir de la soledad, como María en casa de Isabel, y como Jesús en Nazaret”.
Tras 15 años viviendo en Tamanrasset, en el centro del Sáhara, fue apresado el 1 de diciembre de 1916 por los senusistas, rebeldes tuaregs que luchaban contra la presencia francesa en el Sáhara. Le disparó uno de sus captores, que entró en pánico tras la llegada de dos meharistas, soldados montados en camellos. Carlos de Foucauld, Carlos de Jesús, el nombre que él adoptó, tenía 58 años. “Cuando el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; si muere, da mucho fruto”, había escrito premonitoriamente. Su cuerpo fue enterrado en el desierto argelino, en el único cementerio cristiano más cercano a Tamanrasset, a 1.000 kilómetros de distancia, en El Golea (El Meniáa). Allí, al frente de la parroquia cercana, informaba al archidiócesis de Valencia, se encuentra el sacerdote valenciano Jesús Cervera, que llevado por la espiritualidad del nuevo santo inició una experiencia misionera en septiembre de 2019 en el Sáhara argelino. En esta parroquia, como él cuenta, no hay fieles cristianos de allí, puesto que es una zona musulmana, solo extranjeros. Junto a él se encuentran otros sacerdotes de diferentes nacionalidades y las hermanas de Nuestra Señora de la Salette.
Su misión allí, donde está prohibido predicar ni hacer cualquier manifestación religiosa pública, es la que vivió el hermano Carlos de Jesús, la vida de Nazaret: “Estar viviendo en medio de esta realidad. Como Jesús en su vida oculta en Nazaret, que rezaba, y vivía como uno más”, apunta el sacerdote. De ahí, que en esta misión la oración y la adoración en la Eucaristía son fundamentales: ““Aquí no somos nadie y nuestra misión es ser testigos de las cosas buenas que hace Dios, del Evangelio de la amistad”
Cuando vivía en los tuaregs el hermano Carlos escribió: “Mi vida transcurre rezando al buen Dios y recibiendo uno tras otro a todos mis vecinos”. De una forma u otra esta es la misión que continúa el sacerdote valenciano hoy: “la puerta de mi casa siempre está abierta, y no de una forma metafórica, además hago muchas visitas a las personas con la que he entablado amistad y relación”. De hecho, comenta que en este tiempo incluso algunos musulmanes les han invitado a las bodas, además de acudir a sus entierros.
A esta zona, donde se encuentra enterrado el nuevo santo, suelen acudir grupos de peregrinos, aunque, como detalla el sacerdote valenciano, “en estos años por la pandemia han sido muy pocos”. Aún así, en esta zona este fin de semana pasado han celebrado una misa de acción de gracias y un grupo de fieles encabezados por el obispo de la diócesis han acudido a Roma a la canonización. También se celebró en Beni Abbés y en Tamanrasset. A las celebraciones también se han unido algunos hermanos musulmanes.
Carlos de Foucauld nació en Francia, en Estrasburgo, el 15 de septiembre 1858. Huérfano a los 6 años, creció con su hermana Maria, bajo los cuidados de su abuelo, orientándose hacia la carrera militar. Durante una peregrinación a Tierra Santa descubrió su vocación: seguir Jesús en su vida de Nazaret. Ordenado sacerdote a los 43 años, en 1901 parte al Sáhara, primero Beni-Abbes, después Tamanrasset en medio de los Tuaregs del Hoggar. Quiere ir al encuentro de los más alejados, “los más olvidados y abandonados”. Quiere que cada uno de los que lo visiten lo consideren como un hermano, “el hermano universal”.
“Los misioneros aislados como yo son muy raros”, decía Carlos de Foucauld. “Su papel consiste en preparar el camino, de manera que las misiones que los sustituyan encuentren una población amiga y confiada, almas un poco preparadas para el cristianismo, y, si fuese posible, algunos cristianos…”, lo que requiere “ante todo bondad, amor y prudencia, como cuando queremos llevar a Dios a un pariente que ha perdido la fe”.