Un plan de evangelización basado en un mensaje del Domund
- On 4 de octubre de 2024
OMPRESS-VITORIA (4-10-24) El mensaje del Papa para el Domund del año pasado, sobre los discípulos de Emaús, ha servido de inspiración a la diócesis de Vitoria para su Plan de Evangelización. Así lo explica su obispo, Mons. Juan Carlos Elizalde, que recuerda que su diócesis, “misionera por naturaleza y cultivada tradición, se suma con entusiasmo a esta Jornada Mundial de las Misiones 2024”.
“Este curso pastoral en la Diócesis estamos trabajando el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones que el papa Francisco escribió el año pasado, porque queremos que el encuentro de Jesús resucitado con los dos de Emaús sea el hilo conductor de nuestro próximo Plan de Evangelización.
‘Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente.’ En el relato queda trazado el itinerario de los discípulos misioneros a partir de tres imágenes:
1. ‘Corazones que ardían «mientras […] nos explicaba las Escrituras». En la misión, la Palabra de Dios ilumina y trasforma el corazón. A lo largo del camino que va de Jerusalén a Emaús, los corazones de los dos discípulos estaban tristes —como se reflejaba en sus rostros— a causa de la muerte de Jesús, en quien habían creído (cf. v. 17). Ante el fracaso del Maestro crucificado, su esperanza de que Él fuese el Mesías se había derrumbado (cf. v. 21). Entonces, «mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos» (v. 15).
Hoy como entonces, el Señor resucitado es cercano a sus discípulos misioneros y camina con ellos, especialmente cuando se sienten perdidos, desanimados, amedrentados ante el misterio de la iniquidad que los rodea y los quiere sofocar. Por ello, «¡no nos dejemos robar la esperanza!» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 86). El Señor es más grande que nuestros problemas, sobre todo cuando los encontramos al anunciar el Evangelio al mundo, porque esta misión, después de todo, es suya y nosotros somos simplemente sus humildes colaboradores, “siervos inútiles” (cf. Lc 17, 10).
Después de haber escuchado a los dos discípulos en el camino de Emaús, Jesús resucitado «comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24, 27). Y los corazones de los discípulos se encendieron, tal como después se confiarían el uno al otro: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (v. 32). Jesús, efectivamente, es la Palabra viviente, la única que puede abrasar, iluminar y trasformar el corazón.
«Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables» (Carta ap. M.P. Aperuit illis, 1). Por ello, el conocimiento de la Escritura es importante para la vida del cristiano, y todavía más para el anuncio de Cristo y de su Evangelio. De lo contrario, ¿qué trasmitiríamos a los demás sino nuestras propias ideas y proyectos? Y un corazón frío, ¿sería capaz de encender el corazón de los demás?
La diócesis de Vitoria quiere apostar por la Palabra de Dios en el centro de sus comunidades, celebraciones, procesos formativos y acciones evangelizadoras. Desde ella queremos dialogar con los hermanos en medio de la humanidad.
2. ‘Ojos que «se abrieron y lo reconocieron» al partir el pan’. Jesús en la Eucaristía es el culmen y la fuente de la misión.
Los corazones fervientes por la Palabra de Dios empujaron a los discípulos de Emaús a pedir al misterioso viajero que permaneciese con ellos al caer la tarde. Y, alrededor de la mesa, sus ojos se abrieron y lo reconocieron cuando Él partió el pan. Pero precisamente en el momento en el que reconocen a Jesús como Aquel que parte el pan, «Él había desaparecido de su vista» (Lc 24, 31). Este hecho da a entender una realidad esencial de nuestra fe: Cristo que parte el pan se convierte ahora en el Pan partido, compartido con los discípulos y por tanto consumido por ellos. Se hizo invisible, porque ahora ha entrado dentro de los corazones de los discípulos para encenderlos todavía más, impulsándolos a retomar el camino sin demora, para comunicar a todos la experiencia única del encuentro con el Resucitado.’
La diócesis de Vitoria apuesta por la Eucaristía que da vida a las comunidades, a jóvenes y mayores, y a todos sus proyectos sociales solidarios. Sin la Eucaristía y sin la Eucaristía dominical, no tenemos pueblo cristiano, ni identidad evangélica, ni crecimiento en el seguimiento de Jesús de Nazareth, ni misión evangelizadora.
Añadía el papa Benedicto XVI: «No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento [de la Eucaristía]. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión: ‘Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera’» (Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 84).
Y el papa Francisco a los jóvenes en la JMJ de Lisboa les decía: ‘Sólo en adoración, sólo ante el Señor se recuperan el gusto y la pasión por la evangelización. Y curiosamente, la oración de adoración la hemos perdido.’ En ello estamos.
3. ‘Pies que se ponen en camino, con la alegría de anunciar a Cristo Resucitado’. La eterna juventud de una Iglesia siempre en salida. Después de que se les abrieron los ojos, reconociendo a Jesús «al partir el pan», los discípulos, sin demora, «se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén» (Lc 24,33). Este ir de prisa, para compartir con los demás la alegría del encuentro con el Señor, manifiesta que «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1).
La imagen de los ‘pies que se ponen en camino” nos recuerda una vez más la validez perenne de la misión ad gentes, la misión que el Señor resucitado dio a la Iglesia de evangelizar a cada persona y a cada pueblo hasta los confines de la tierra. Hoy más que nunca la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz y de la salvación en Cristo.’
La misio ad gentes en nuestra tierra plural, variada, diversa, intercultural y acogedora, es también misión aquí y ahora. La pastoral de conversión vertebra nuestra identidad y es objetivo prioritario del proceso sinodal: comunión, participación y misión. ‘Salgamos con los corazones fervientes, los ojos abiertos y los pies en camino, para encender otros corazones con la Palabra de Dios, abrir los ojos de otros a Jesús Eucaristía, e invitar a todos a caminar juntos por el camino de la paz y de la salvación que Dios, en Cristo, ha dado a la humanidad.’
Nuestra Diócesis, misionera por naturaleza y cultivada tradición, se suma con entusiasmo a esta Jornada Mundial de las Misiones 2024. Agur besarkada bat! Mi afecto y bendición”.