Un obispo misionero en las junglas de Rabaul
- On 7 de junio de 2023
OMPRESS-PAPÚA NUEVA GUINEA (7-06-23) “Mi tiempo ha terminado, pero he servido 50 años en Papúa Nueva Guinea, y no lamento ni un solo minuto, amo a Papúa Nueva Guinea y Dios les ama a todos ustedes”, ha sido el último mensaje de Mons. Karl Hesse, misionero del Sagrado Corazón y, hasta 2011, arzobispo de Rabaul.
Falleció en el hospital St. Mary’s de Vunapope, en la misma ciudad de Rabaul. Había nacido en Wosswinkel, en la diócesis alemana de Paderborn. Religioso de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, una congregación que durante siglo y medio se ha volcado en la misión en Papúa Nueva Guinea, fue nombrado en 1978 obispo auxiliar de Rabaul, la capital de la isla de Nueva Bretaña y del archipiélago de las Bismarck, un conjunto de islas al este de Nueva Guinea. Dos años después sería nombrado obispo de Kavieng, en la isla vecina de Nueva Irlanda, también en el archipiélago y, en 1990, San Juan Pablo II lo nombraba arzobispo de Rabaul.
En 2019 se publicaba en Alemania, su biografía: “Karl Hesse, De Sauerland a los Mares del Sur: recuerdos y conversaciones como sacerdote y obispo en Papúa Nueva Guinea”. Era un relato de su vida pero también de la labor de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús (MSC) que llegaron a Nueva Guinea en 1882 y vivieron todos los cambios históricos de estas remotas tierras: la época colonial alemana y australiana, la Primera y Segunda Guerra Mundial, la ocupación japonesa, la independencia de Papúa Nueva Guinea, mientras con su testimonio de vida y su amor llevaban el Evangelio a sus habitantes. El joven Karl Hesse llegó a Papúa Nueva Guinea, cuando todavía estaba bajo el dominio australiano, en la década de los sesenta. Primero trabajó entre los montañeses de Baininger, que se hacen llamar A Chachet, en el norte de la isla de Nueva Bretaña. Una experiencia que marcaría su vida misionera. Él mismo documentó las fábulas, leyendas y forma de vida de este pueblo, que intentó salvaguardar de los prejuicios. Poco antes de la muerte del Papa Pablo VI, aquel entregado misionero, fue nombrado obispo auxiliar de Rabaul. Aportaría a su ministerio su amor por un mundo étnica y culturalmente diverso, evitando las dificultades de comprensión entre diferentes culturas.