Un misionero indio en Benín
- On 28 de marzo de 2025
OMPRESS-BENÍN (28-03-25) Vijayabhaskar Pasala, nacido en la India, es miembro de la Sociedad de Misiones Africanas (SMA), y ha sido misionero durante siete años en Benín. En este testimonio muestra la felicidad que ha vivido, aunque considere su labor “un grano de arena en el desierto, una gota de agua en el vasto océano misionero”.
En su testimonio, recogido por la revista de Misionología Spiritus, explica que es miembro de la SMA desde 2013 y sacerdote desde 2014. Después de siete años de vida misionera en Benín y dos años como secretario provincial en la India, está en Francia desde 2023 para realizar una especialización en Misionología en la Universidad Católica de Lyon.
“Mi primera misión para servir a Cristo fue en Benín”, cuenta el padre Pasala. “Al principio, me concentré en aprender el idioma francés y la lengua y la cultura locales. Francamente, el desafío fue difícil de afrontar. Pero con mucho esfuerzo logré expresarme y comunicarme con la gente. Fui nombrado vicario parroquial durante dos años y luego párroco durante cuatro años, en la parroquia de San Pablo en Pèrèrè, en el norte de Benín”. El joven sacerdote indio era consciente que “el carisma de la Sociedad e Misiones Africanas es servir a los más abandonados en nombre de Cristo, particularmente en África. Mons. de Brésillac, su fundador, quiso crear una sociedad de misioneros cuyo objetivo especial fuera la evangelización de los pueblos más abandonados de África. No soy africano, pero me llenó el deseo de servir a África, y quise ser misionero en este otro continente, como San Francisco Javier había dejado su Europa natal y había partido para evangelizar la India”.
Su lugar de misión estaba situado en la frontera con Nigeria, en el norte de Benín, y lo componían 27 pequeñas comunidades de población batombu. Tuvo que aprender el idioma local, el batonum: “Me sentí alentado por la generosidad y hospitalidad de los lugareños. Tenía que amarlos. Nuestro fundador dice en sus cartas que debemos amar al pueblo al que somos enviados. A él mismo le agradaron los indios cuando llegó a Karumattampatty”. A pesar del desastroso estado de las carreteras y de la falta de medios de transporte, el misionero fue al encuentro de la gente. Fue feliz sirviéndoles, explica, consciente de que “la esperanza misionera consiste, ante todo, en dar ejemplo de valentía ante los problemas y luego en ayudar a otros a mantenerse firmes para buscar juntos soluciones a esos problemas”. Recuerda además que “es evidente que el ‘sí’ a la misión es también el ‘sí’ a vivir un tiempo de pruebas. En mi contexto, mi sueño no era buscar a toda costa el martirio, sino lograr que las dificultades no sacudieran este sueño misionero”.
“Doy gracias al Señor por mi vocación misionera”, concluye el padre Pasala. “Probablemente no estoy haciendo todo lo que debería hacer. Esta es la señal de que debo aun perseguir mi sueño misionero. Todavía estamos en el camino de realización y construcción del Reino de Dios. Me considero un grano de arena en el desierto, una gota de agua en el vasto océano misionero. Como dice el salmista: «Aquí estoy para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas» (Sal 40, 8)”.