Testimonio de una misionera que quiere enamorarse de Jesús
- On 10 de marzo de 2025
OMPRESS-MÁLAGA (10-03-25) El Boletín Misionero de la diócesis de Málaga recoge el testimonio de Conchi Ponce, secretaria de la Delegación de Misiones de la diócesis andaluza, con una experiencia de 12 años de misión. Una experiencia que ha llevado a su día a día, a la hora de fomentar la misión y la animación misionera. En este testimonio recuerda la huella que le dejaron sus años en misión.
“¡Hola! Soy Conchi Ponce, secretaria de la Delegación Diocesana de Misiones de Málaga-Melilla y miembro de la Asociación Misioneros de la Esperanza (Mies). Compartí mi vida durante 12 años en Ecuador, país acogedor con todos los que llegan a su bendita tierra, concretamente en la ciudad de Manta (costa) durante tres años y en la ciudad de Quito, en el Sur, durante nueve años. Vivo agradecida, sí, agradecida… por todo… El Señor me invitó… con mis debilidades, miserias, con la juventud que hace no saber muy bien cómo hacer las cosas… y dije que sí. El Señor y los responsables de la Asociación en aquel momento, se fiaron y allá me veo aterrizando en Ecuador. Cuánto vivido, reído, sufrido, experimentado, aprendido… A la distancia lo vivo con agradecimiento. No quisiera olvidar a nadie ni muchas de las experiencias que han marcado mi vida, pero brotan en mi corazón pedacitos de Ecuador que siempre vivirán conmigo.
Recuerdo las comunidades de adultos, en las que, con la lectura de un texto evangélico, sin palabras bonitas, sacaban todo el jugo y enseñanzas que Jesús quería transmitir en ese momento, desde la sencillez y desde la realidad que se vivía. Vienen a mí muchos momentos vividos en los viajes por el país… En esos momentos experimenté el encuentro con el hambre y la miseria. Me impactó lo que para un niño podía suponer una simple galleta. Cuantas conversaciones, gestos, miradas, necesidades… que me ayudaron a entender el día a día de la vida en Ecuador.
El contacto con una juventud que emanaba vida. Los primeros contactos con muchos de los que hoy, gracias a Dios, comparten esta misma vocación que nos une y que están ahí presentes. Reuniones, cantos, risas, oraciones, enojos, retadas, festivales, fiestas, más enojos y retadas… En definitiva, mucha vida compartida. Aún cierro los ojos y veo a Betty (joven indígena) acurrucada con su bebé en la espalda (en una gran soledad y abandonada a su suerte), dejándose empapar por esas noches de lluvia en Quito y que nunca llegó a saber lo que aprendí y me sorprendió el Señor a través de ella. La última vez que la vi (hace ya muchos años) me contó que le habían quitado a su bebé. No sé qué habrá sido de ella hoy día. Rezo siempre por ella. Pastoral juvenil en los barrios de Manta y Quito. Caminatas, campamentos, grupos de formación y oración… Toda una riqueza para mi vida.
Este testimonio quiere ser memoria agradecida y a la misma vez, ‘mirada hacia dentro’ de lo que ha sido y es mi vida en vivencia cristiana y de crecimiento de la vocación misionera. Ha habido y seguirá habiendo momentos de dudas, desánimos y estancamientos, pues todo eso forma parte de la vida… pero si hacemos memoria del corazón también ha habido y seguirá habiendo momentos de esperanza, ilusión, crecimiento, fe en que si merece la pena seguir caminando juntos e ilusionados en vivir la misión. Si nos convencemos, de una vez por todas, de que la misión hoy del misionero es ser pies, manos y labios de los que utilice el Señor para seguir su tarea en este mundo que nos toca vivir, entonces sí estaremos viviendo nuestra vocación misionera plenamente, como Dios quiere que lo hagamos. Cada uno en su realidad…
Predicar el Evangelio con la vida y con palabras a todos, no es una tarea más al lado de otras muchas. Es la misión en la que el cristiano debe centrar su vida. No se es apóstol por horas o por días. O se es apóstol o no se es. O se tiene mensaje o no se tiene. A eso estamos llamados… Es lo que el mundo nos demanda. No caigamos en la tentación de distraernos en lo secundario y no prestar atención a lo principal. ‘Recuerda al Señor tu Dios, sus palabras y mandatos. No te olvides de lo que has visto y oído’. ‘Den gratis, lo que gratis recibimos’.
Doy siempre gracias a Dios por haberme permitido compartir mi vida con mis hermanos ecuatorianos. He aprendido mucho. Sus vidas, con sus fortalezas y debilidades, han sido para mí una buena escuela. Miremos nuestra historia con ojos de fe y descubriremos que todo es gracia. Humildemente, les propongo retomar con fuerza en nuestra vida el ‘enamorarnos’ de Jesús y ‘querer’ entrañablemente a María, vivir nuestra fe y vocación comunitariamente y ‘fortalecer’ el espíritu misionero.
Que la gratitud siempre sea intensa por el testimonio de vida de aquellas personas que nos lo han sabido transmitir y siguen haciéndolo a lo largo del tiempo con autenticidad y esperanza. ¡Unidos en oración y misión!”.