Susurrar el Evangelio al corazón de Mongolia
- On 10 de julio de 2024
OMPRESS-AUSTRALIA (10-07-24) Catholic Mission, como son conocidas las Obras Misionales Pontificias en Australia, han invitado al cardenal Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulan-Bator, Mongolia, a visitar a Australia, para dar a conocer la misión de la Iglesia más joven del mundo, nacida tras la caída del comunismo en los años noventa. El cardenal Giorgio Marengo, también él el cardenal más joven de la Iglesia –el pasado junio cumplía 50 años– ha tenido misas, encuentros y actos públicos en Sídney, Brisbane y Melbourne.
En la entrevista concedida a Catholic Mission, este misionero de La Consolata, nombrado por el Papa Francisco en 2020 para dirigir el timón de la Iglesia mongola, cuenta su primera impresión al llegar a Mongolia hace ya 20 años. “Tuve una idea clara de lo debió ser la Iglesia en sus primeros tiempos”, reconoce el cardenal Marengo. Aunque el cristianismo estuvo presente en Mongolia desde el siglo IX, “cuando, a lo largo de la Ruta de la Seda, el Evangelio se susurraba de muchas maneras” y muchos mongoles abrazaron la fe cristiana en aquella época, explica el misionero, “sin embargo, por varias razones históricas y culturales, la llegada formal de la Iglesia católica no se produjo hasta 1992. Así que, técnicamente, tenemos 31 años de historia”. La situación social que encontraron los primeros misioneros en aquellos años noventa ha cambiado y “hoy, Mongolia es un país muy estable con una fuerte tradición democrática, en el que la Iglesia Católica intenta desempeñar lo mejor que puede su papel en la promoción de la paz, la armonía y el desarrollo para todo el pueblo”.
El cardenal, nacido en Cuneo, Italia, recuerda que, cuando fue enviado como misionero a este país asiático, leyó “el diario de William Rubruck, uno de los primeros enviados del mundo occidental a Mongolia. Era un fraile franciscano que llegó en el siglo XIII, poco después de la primera visita de un sacerdote católico, Giovanni da Pian del Carpine, también conocido como Iohannes de Plano Carpini, un franciscano italiano. Ambos dejaron diarios fascinantes detallando sus viajes a Mongolia. Al llegar, descubrí descripciones en sus escritos que coincidían exactamente con lo que estaba viendo con mis propios ojos: otro mundo. La diversidad y la belleza me causaron una fuerte impresión, así que me sumergí completamente en esa belleza y diversidad. Me esforcé por aprender el idioma, estudiar su historia, costumbres y tradiciones, e integrarme en esta nueva realidad con celo misionero”. En los 20 años que lleva en Mongolia, algo que considera una gracia del Señor, el cardenal Giorgio Marengo puede decir “que no solo se han ampliado mis conocimientos, sino también mi sed de aprender más. Adentrarse en otra cultura y en otro país con su rico patrimonio espiritual y cultural es un viaje sin fin”.
En cuanto futuro de la Iglesia en Mongolia, el misionero está convencido de que “mostrar valentía en nuestras convicciones es quizás el testimonio más potente que podemos ofrecer a este país”. Quienes “oran y encuentran fundamento en sus creencias religiosas son los que contribuyen significativamente al crecimiento de cualquier país. Imagino a la Iglesia Católica en Mongolia como pequeñas semillas en las estepas mongolas, que ayudan al desarrollo y al crecimiento de la sociedad”, explica. Y esto es posible porque “los valores del Evangelio son universales y están abiertos a todas las culturas y tradiciones. La Iglesia Católica no es una entidad externa que ha llegado y permanece distante de las personas de herencia mongola. Espero que a través del ejemplo positivo de nuestra comunidad haya un sentido de identificación con los valores del Evangelio, ayudando a la Iglesia a construir puentes con el resto de la sociedad”.
Por eso, concluye, “estoy realmente agradecido al Señor por haberme enviado allí, donde intentamos susurrar el Evangelio al corazón de Mongolia”.