Recuerdo y memoria de los mártires de Yonezawa
- On 9 de julio de 2024
OMPRESS-JAPÓN (9-07-24) Todos los años en el primer domingo de julio tiene lugar una misa en memoria de los mártires de Yonezawa. 53 cristianos japoneses que sufrieron el martirio en 1629. La Misa se celebra en el mismo sitio donde derramaron su sangre, por fidelidad a su verdadero Señor, Jesucristo. Este domingo día 7 Mons. Daisuke Narii, obispo de la diócesis de Niigata, diócesis donde se encuentra este pequeño santuario al aire libre –apenas una cruz con dos figuras a sus pies– ha presidido la tradicional misa en memoria de estos Mártires de Yonezawa. En el lugar de la celebración eucarística el beato Luis Amakasu y 52 compañeros fueron ejecutados en enero de 1629. El lugar fue ocultado, pero cuando volvieron los misioneros a Japón, a inicios del siglo XX, un misionero verbita el padre Schwientek, la descubrió junto a una estatua de piedra de Buda en las afueras de la ciudad de Yonezawa.
Los mártires fueron todos laicos y su líder, el beato Luis Amakasu Uemon, era un samurái de alto rango que había sido bautizado en Edo, la actual Tokio, alrededor del año 1610. Al regresar a Yonezawa, comenzó a instruir en la fe a dos de sus hijos y comenzó a dar clases de catecismo que se volvieron bastante populares. Sus hijos se bautizaron, y les encomendó que predicaran el Evangelio a la familia, aunque sabían que el gobierno de Japón había prohibido el cristianismo. Todavía estaba reciente la impresión causada por la ejecución de los 26 mártires en Nagasaki. Aún así la comunidad de Yonezawa llegó a tener 3.000 fieles, aunque no tenían ningún sacerdote que les atendiera. Una o dos veces al año, algún misionero la visitaba en secreto y celebraba la misa. La presión del gobierno central llevó al señor local a arrestar a los cristianos. Hasta el momento había hecho oídos sordos a las peticiones llegadas del shogunato para ejecutar a todos los católicos que no apostataran. Dado el gran número de estos, al matarlos se estarían perdiendo considerables ingresos por impuestos y mano de obra.
El 11 de enero de 1629, dos samuráis llegaron a la casa de Uemon para notificarle, que él y su familia morirían a la mañana siguiente. Uemon les dio las gracias y prometió que todos estarían listos para partir en cualquier momento cuando los llamaran. Él y sus hijos, que eran samuráis, entregaron las espadas, la katana larga y el wakizashi más corto, como señal de humildad. Acordaron ponerse sus mejores galas y hacer una procesión hasta el lugar de ejecución. Intentó dejar en libertad a sus sirvientes, pero todos se negaron, insistiendo en que querían morir por Cristo junto con quien les había enseñado la fe. Los sirvientes de sus hijos, Tayemon e Ichibyoe, hicieron lo mismo.
Familia y sirvientes pasaron la noche en oración. Al día siguiente, dos horas antes del amanecer, dos de los oficiales del gobernador local llegaron para iniciar el procedimiento. Uemon los recibió en la puerta y los llevó arriba, donde encontraron a toda la casa de rodillas vestidos con trajes de fiesta, los hombres y los niños con las manos atadas a la espalda y rosarios alrededor del cuello y las damas, con las manos desatadas, con rosarios en sus manos. Dos niños de 12 años que hacían de pajes encabezaban la procesión, uno portando una imagen de Nuestra Señora y el otro un cirio.
El 12 de enero de 1629, 53 fueron ejecutadas. Se dice que en el momento de la ejecución, un oficial le dijo a la multitud que asistía a la ejecución que se arrodillara, alegando que quienes iban a ser ejecutados no eran criminales sino personas santas. Estos 53 Beatos Mártires están incluidos entre los 188 Beatos Mártires de Japón liderados por el Beato Peter Kibe y su fiesta es el 1 de julio.