Recuerdo de una misionera incansable: Antolina Martínez de Marañón

Recuerdo de una misionera incansable: Antolina Martínez de Marañón

  • On 14 de diciembre de 2020

OMPRESS-NAVARRA (14-12-20) Tras toda una vida en la India, ha fallecido esta Hija de la Caridad y madre de tantos pobres y olvidados. María Teresa Clavería, también ella Hija de la Caridad, ha escrito un testimonio sobre esta mujer excepcional.

“En silencio y sorpresivamente, como montañero que alcanza la cumbre o viajero que llega a su destino, en la madrugada del día 12 de noviembre nos dejaba Sor Antolina para comenzar el día en el Luminoso Amanecer de Dios. Cuando la muerte le sorprendió, de súbito, en medio de una actividad normalizada, al comunicarle su situación irreversible, dijo con total serenidad: ‘estoy preparada’. Y no es que hiciera alusión a ‘un equipaje bien dispuesto’ ni tampoco a una actividad ya concluida, pues en su ordenador estaban abiertas pestañas de sueños y proyectos para la India, sino que su ‘estar preparada’ se refería, sin duda, al Vestido de Fiesta y Esperanza para entrar en el Banquete de su Señor. Muchas mesas preparó en el camino de su vida para hambrientos, enfermos, excluidos… y ahora era ella la invitada, la elegida a entrar con gozo en el Banquete del Reino.

Sor Antolina Martínez nació en Genevilla, Navarra, el 30 de septiembre de 1935. Entró en la Compañía de las Hijas de la Caridad el año 1960. Enfermera de profesión, en 1961 fue destinada al Hospital Cruz Roja de Pamplona y desde ahí, en 1965, partió como misionera a la India donde permaneció 47 años, hasta 2012 que volvió a Pamplona integrándose en la Comunidad del Colegio de Santa Catalina.

Desde los primeros años en una leprosería en Orissa hasta esta etapa última en el Hospital Karuna en Manmad, ha puesto en marcha infinidad de proyectos: de salud en poblados, atención a leprosos, alimentación básica, atención a la infancia, educación, desarrollo comunitario… El rasgo más característico de los beneficiarios directos del Hospital Karuna, en donde llevaba años como responsable, es el estar infectados por el virus VIH. Son mujeres y hombres, menores, jóvenes y adultos, excluidos de la sociedad y no tienen lugar donde ir pues el miedo a la enfermedad, incluso a ser discriminados, hace que sus familiares les abandonen. Los menores son huérfanos en situación de abandono.

Desde su llegada a Pamplona no ha dejado de colaborar con las Hermanas de India en diferentes proyectos y becas de estudio (apadrinamientos) que, en coordinación con COVIDE (ONG Hijas Caridad y PP. Paúles) gestionaba por internet gracias a su capacidad emprendedora y a su buen dominio del inglés pero, sobre todo, gracias a ese ardiente deseo de ‘abrir su corazón a las dimensiones del Amor de Cristo’ en favor de los empobrecidos, luchando por su promoción e integración; intentando proporcionar herramientas para que, ellos mismos y unidos, pudieran dar pasos para salir de esa situación.

Las Hermanas de la Comunidad de Santa Catalina, sintiendo mucho su pérdida y, a su vez, dando gracias a Dios por haber disfrutado de su presencia, testifican que era una persona de una oración profunda, humilde, trabajadora, generosa sin guardarse nada para sí. Muy inteligente, sencilla y discreta. Identificada totalmente con el pueblo indio, amaba profundamente la misión. Constatan que ha evangelizado con ‘el sudor de su frente y el esfuerzo de sus brazos’ (San Vicente), entregando toda su vida, con sus cualidades y talentos, al servicio de los pobres.

Las Hermanas de la India también dan su testimonio a la vez que envían sus condolencias: ‘Sor Antolina era tan vibrante como enérgica. Una persona con valentía y resistencia. Muy orante y trabajadora, siempre dispuesta a contribuir en cualquier tarea sea grande o pequeña. Su amor hacia los pobres y necesitados no tenía límites. Sus valores dejan grandes lecciones de vida. El legado de sus obras, tenemos la seguridad, que se extenderá en el futuro. A pesar de que sufría muchas dolencias corporales, de sus labios nunca se le escapó una queja, ni siquiera en las dificultades. Damos gracias a Dios por el amor y la luz, por la verdad, la calidez y la devoción con que ella ha vivido tan suavemente y con tanto amor. Su repentina muerte nos deja perplejos y tristes especialmente a nuestras Hermanas que han vivido y experimentado su vida ejemplar durante muchos años. Ya vemos a nuestra querida Hermana en su nueva vida, una vida de paz y tranquilidad en la presencia de Dios’.

En Pamplona, también pudimos disfrutar de su presencia en la Parroquia de San Miguel, a la que acudió para explicarnos, con tanto cariño como realismo, los proyectos para la India en los que estábamos colaborando. A su vez, se mostró agradecida y nos animó a seguir apoyándolos. La colaboración de estos últimos años desde la Parroquia ha sido para la creación de una granja, la compra de un camión cisterna, un tractor y aperos de labranza para el proyecto ‘Soberanía alimentaria en el Centro Karuna’. Y, últimamente, para comenzar en Khopoli, a petición del párroco de este lugar, un Centro semejante al de Karuna, ya que conocía su buen funcionamiento, y así poder atender a un colectivo con necesidades similares. Aquí la aportación ha sido para la fase primera de vallado del terreno y un pozo.

Hay personas en esta vida que dejan huella; personas que, olvidando lo suyo propio, son icono de donación, reflejo del Amor de Dios; que como el grano de trigo sepultado en la tierra, producen espigas granadas, cosecha abundante, en favor de los hermanos envueltos en la pobreza.

Gracias, Sor Antolina, por ser una de esas personas en este camino de seguimiento tras las huellas de Jesús. Gracias porque, descalza de tus intereses, te has acercado a la tierra sagrada del ser humano: curando y levantando; animando y acompañando a tantos y tantos necesitados. Ahora descansa y goza en la Paz de Dios”.

 

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