Rafael Cob, 25 años de obispo en el vicariato apostólico de Puyo
- On 9 de enero de 2024
OMPRESS-ECUADOR (9-01-24) El misionero burgalés Rafael Cob García celebraba el pasado 6 de enero 25 años de su consagración episcopal. Fue el 6 de enero de 1999 cuando era consagrado obispo por el Papa San Juan Pablo II, que el 28 de noviembre de 1998 le había designado vicario apostólico de Puyo, uno de los ocho vicariatos misioneros de Ecuador.
Sus feligreses han preparado un vídeo con el que felicitan a su obispo y constatan cómo su obispo no ha podido menos que enamorarse de las gentes y las tierras de la Amazonía donde está enclavado el vicariato. En la misa de la Fiesta de la Epifanía, Mons. Cob se refirió a esta consagración episcopal recordando que le preguntaron: ¿qué cambia cuando a un misionero le hacen obispo? Respondía que lo que cambia, en su caso, “no es mi vocación ni mi identidad misionera; no me cambió el espíritu misionero, al contrario he tratado de vivirlo cada día con más intensidad, por la responsabilidad que me toca como cabeza y comunicarlo para que otros también sean misioneros. Cambia, sin embargo, el peso que uno lleva con el cargo que le confían, y todas las responsabilidades que antes uno no tenía”. Añadía que en su camino “ha habido penas y alegrías, gozos y desilusiones, momentos complicados, fuertes y débiles; en todos Dios no me dejó de su mano. Nada fácil hacer lo que Dios quiere, cuando sus deseos implican morir a nuestros deseos, cuando sus planes no coinciden con los nuestros, cuando los días son grises o nublados esperando que su luz disipe las oscuridades y brille el sol con su esplendor”.
Recordaba que tras diez años como sacerdote en su diócesis natal de Burgos, “aterrizaba en esta selva hace 33 años, donde me aguardaría la ardua misión de seguir evangelizando estos pueblos del Oriente que otros ya iniciaron como fue la Orden Dominicana”. Dirigió parroquias y fue el primer rector del seminario, hasta que “me llegó la llamada del Papa para encomendarme una tarea muy difícil, tarea con la que nunca soñé ni desee, pero en la obediencia se me pedía aceptar ser obispo de esta Iglesia misionera después de la renuncia de mi antecesor. Así lo hice con mi Sí al Señor y a su Iglesia”. Luego tuvo “la gracia y el regalo de que me consagrara como obispo en Roma un santo, San Juan Pablo II. Ejemplo para mi vida episcopal. Recordar aquella ceremonia que ocurrió hace 25 años es volver a revivir el amor de Dios en mi persona”. Una realidad que se refleja en su lema episcopal, “La vida es misión y la misión es vida”.