Que Dios bendiga a los pueblos que he encontrado

Que Dios bendiga a los pueblos que he encontrado

  • On 19 de septiembre de 2024

OMPRESS-ROMA (19-09-24) Ayer en la Audiencia General del miércoles el Papa Francisco recordaba su reciente viaje apostólico a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Un viaje que, reconoció, “me permitió hacer como Papa anciano lo que me hubiera gustado hacer como joven jesuita, ¡porque quería ir en misión allí!”.

Citó el viaje del Papa Pablo VI, en 1970, el primer Papa que voló al encuentro del sol naciente, cuando visitó Filipinas y Australia, tras hacer escala en varios países asiáticos y en Samoa. El Papa intentó seguir su ejemplo. Y la primera reflexión que “surge espontáneamente tras este viaje es que, al pensar en la Iglesia, todavía seguimos siendo demasiado eurocéntricos o, como se suele decir, «occidentales». Pero en realidad, la Iglesia es mucho más grande, mucho más grande que Roma y Europa, mucho más grande, y –permítanme decirlo– mucho más viva en esos países”. En Indonesia, a pesar de que los cristianos son una minoría, “lo que encontré fue una Iglesia viva, dinámica, capaz de vivir y transmitir el Evangelio en un país que tiene una cultura muy noble, proclive a armonizar la diversidad, y que al mismo tiempo cuenta con la mayor presencia de musulmanes del mundo. Las palabras “fe, fraternidad, compasión”, el lema de esta visita fueron como “un puente, como el paso subterráneo que une la catedral de Yakarta con la mezquita más grande de Asia. Allí vi que la fraternidad es el futuro”.

En Papúa Nueva Guinea el Papa Francisco dijo haber encontrado una Iglesia misionera, “en salida”: “Allí, de manera especial, los protagonistas fueron y siguen siendo los misioneros y los catequistas. Me alegró el corazón poder pasar algún tiempo con los misioneros y catequistas de hoy; y me conmovió escuchar las canciones y la música de los jóvenes: en ellos vi un futuro nuevo, sin violencia tribal, sin dependencias, sin colonialismo ideológico y económico; un futuro de fraternidad y de cuidado del maravilloso ambiente natural. Papúa Nueva Guinea puede ser un «laboratorio» de este modelo de desarrollo integral, animado por la “levadura” del Evangelio. Porque no hay humanidad nueva sin hombres y mujeres nuevos, y estos solo los hace el Señor”.

Recordó cómo en Timor Oriental, “la Iglesia ha compartido el proceso de independencia con todo el pueblo, orientándolo siempre hacia la paz y la reconciliación. No se trata de una ideologización de la fe, no, es la fe la que se hace cultura y al mismo tiempo la ilumina, la purifica y la eleva. Por eso relancé la fructífera relación entre fe y cultura, en la que ya se había centrado San Juan Pablo II en su visita”. Sorprendido por los innumerables niños que había, señaló que nunca olvidará su sonrisa, porque “los niños de allí siempre sonríen, y son muchos. Ese pueblo les enseña a sonreír, y esto es una garantía de futuro. En resumen, en Timor Oriental vi la juventud de la Iglesia: familias, niños, jóvenes, muchos seminaristas y aspirantes a la vida consagrada. Quisiera decir, sin exagerar, que ¡respiré «aire de primavera»!”. En la última etapa, Singapur, descubrió que “los cristianos allí son una minoría, pero siguen formando una Iglesia viva, comprometida a generar armonía y fraternidad entre las diferentes etnias, culturas y religiones”.

Dio las gracias por el calor y el amor de la acogida de estos pueblos, a los gobiernos que tanto han ayudado: “Doy las gracias a todos los que han colaborado en ello. ¡Agradezco a Dios el don de este viaje! Y renuevo mi gratitud a todos, a todos ellos. ¡Que Dios bendiga a los pueblos que he encontrado y los guíe por el camino de la paz y de la fraternidad!”, concluyó.

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