“Pequeñas historias” desde Albania
- On 12 de abril de 2019
OMPRESS-ALBANIA (12-04-19) Desde Albania ha escrito a la delegación de misiones de Astorga, de donde es natural, el joven misionero redentorista Laureano del Otero. Son “pequeñas historias” de su labor en un país que ha sufrido decenios de dictadura y aislamiento. Pequeñas historias de esperanza:
“Dritas es un pequeño pueblo al lado de la ciudad donde tiene su centro nuestra misión, que se llama Kamëz. Dritas significa ‘luz’ y allí viven unos cuántos católicos de los que muy pocos… están bautizados. Hemos visitado esta zona y nos hemos quedado de piedra al comprobar que nunca han recibido catequesis, nunca han tenido una oración o nunca han oído las respuestas de la Eucaristía. ¡Ni el Padre Nuestro! ¿Cómo es posible que todavía hoy haya gente que no ha oído hablar de Jesucristo? Pues hemos empezado con la catequesis y con un momento de oración. Nuestro objetivo: celebrar los primeros bautismos en Dritas. Seguro que lo conseguiremos”.
“En Memaliaj, al sur de Albania, todos eran musulmanes. Pero Denis, que tiene 18 años y una grave enfermedad degenerativa que le atrofia las articulaciones, encontró a Jesucristo por Internet. Después se puso en contacto por Facebook con el obispo de la diócesis del sur de Albania, quien envió a su casa a las Hijas de Cristo Rey, que sostienen la comunidad católica más cercana a la casa de Denis, que está en la ciudad de Gjirokastër. Y así, en Memaliaj ha nacido una pequeña Iglesia. Él pidió el bautismo y se le unió su hermana. Como admira a Maradona, en el bautismo eligió como nombre ‘Diego’. Y ya están sus padres y sus primos haciendo el catecumenado para recibir el Bautismo. Yo lo conocí en la Misión que desarrollamos en Gjirokastër en Adviento, y pude ver que un joven enfermo, con grandes dolores pero con un corazón enorme, ha hecho posible el milagro de que la Iglesia siga naciendo hoy en los lugares más insospechados”.
“Vladimir vive con sus cuatro hijos en una casa vieja y recoge latas para vivir. Las inundaciones cubrieron hasta un metro y se refugiaron en el tejado. Durante tres meses vivieron en una casita de la iglesia de Arrameras. Con unos cuantos donativos hemos podido reconstruir su casa”.