Pascua, anuncio y denuncia por la Casa Común
- On 10 de mayo de 2024
OMPRESS-FRANCIA (10-05-24) El misionero Xoán Carlos Sánchez ha participado en la campaña de la ONG francesa CCFD-Terre Solidaire para tejer lazos con comunidades del sur global en relación al cuidado de la Casa Común. Xoán es misionero laico comboniano y vive desde hace 25 años en el Maranhão brasileño, en estrecha colaboración con el misionero comboniano Dario Bossi.
El pasado mes de marzo tanto Xoán, que representaba a la red “Justiça nos Trilhos”, como Adriana, presidenta del Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras Rurales de Açailândia, ha participado en la campaña de Cuaresma de CCFD-Terre Solidaire, la ONG de cooperación internacional más antigua de Francia. Esta es la principal actividad de CCFD para dar a conocer en su país a las organizaciones que apoyan en el Sur, y también para recaudar fondos para más de 700 proyectos cada año. Es así que los católicos franceses hacen real el tercero de los tres pilares de la Cuaresma: oración, ayuno y donación.
También es un momento importante para abrir los ojos de las sociedades europeas a las consecuencias planetarias de nuestros estilos de vida, traducidas muchas veces en injusticias sociales flagrantes en nombre del “desarrollo” y en devastación ambiental de los territorios. En el caso expuesto por Xoán y Adriana, estas injusticias son cometidas por la extracción mineral y por la agricultura de gran escala para exportación. Los territorios que sufren el impacto forman parte de la emblemática y frágil Amazonia.
Este año CCFD recibió aliados en el terreno que provenían de Costa de Marfil, Senegal, Perú, Camboya, Líbano y Brasil. Cada uno recorrió una región francesa, en una programación intensiva organizada por los comités locales de voluntarios. Cuentan que nada menos que siete mil voluntarios en toda Francia. A Xoán y Adriana les tocó viajar a Languedoc-Roussillon y Vaucluse, algunas de las zonas con mayores índices de pobreza del país. Tuvieron la oportunidad de presentar su realidad y su trabajo en parroquias, escuelas, centros de inserción de inmigrantes y asociaciones comunitarias. También pudieron compartir con grupos de voluntarios y activistas implicados en cambiar las realidades en sus territorios locales, con un ojo en las consecuencias globales de sus iniciativas.
En Avignon participaron en las actividades de sensibilización frente al abuso de los pesticidas organizadas por una entidad local. A los presentes les causó impacto escuchar los detalles de las consecuencias que el abuso de agrotóxicos en el monocultivo de soja causa a las poblaciones locales en Maranhão y el tamaño de la devastación ambiental para abrir nuevas áreas enormes sobre la Amazonia para este tipo de plantación, que solo busca exportar materias primas para la fabricación de piensos para el ganado chino y europeo. Saber que Francia y España están entre los principales importadores de la soja que expulsa comunidades de sus territorios tradicionales causa espanto, comentaban. Oír que pesticidas que tienen su uso prohibido en Europa se continúan fabricando en Francia para exportar a Brasil, provocaba horror e indignación.
En el departamento de Aude compartieron con agentes de Caritas Francia la situación generada por la mina de oro Salsigne, similar a los casos en la diócesis de Maranhão, donde se sacrifican comunidades y paisajes en nombre del lucro pasajero que genera la minería. Cuando el mineral se acaba, quedan territorios inhabitables, enfermedades incapacitantes y economías inviables. El arsénico extraído junto al oro se deposita en los alrededores, provocando tal contaminación que toda esta zona del departamento del Aude se consideró impropia para la vida. La empresa abandonó esta última mina de oro francesa en 2004 y dejó aldeas enteras destruidas y enterradas, montañas de desechos tóxicos cubiertos con finas capas de tierra. Con la lluvia, montones de productos son arrastrados hacia los ríos y todo el valle se intoxica. La contaminación está llegando por el agua del subsuelo a ciudades grandes y lejanas, como Marsella. El agua contiene 450 veces más arsénico que el mínimo aceptado por la OMS. El grupo local de Caritas se encarga de concienciar a la población y de hacer incidencia política para que se busquen soluciones y se reduzcan los impactos en las personas y en el medio ambiente. Por eso forman parte de la red “Iglesias y Minería”, en la que también está “Justiça nos Trilhos” desde su fundación en 2013 en América Latina. Aquí y allá, la Iglesia es profética y transformadora.
Pero este viaje también fue una oportunidad para conocer de cerca iniciativas de superación o mitigación de algunos problemas globales, como el cambio climático. Un centro de investigación agrícola en Perpignan adapta variedades de fruta a las condiciones locales del sureste francés. Pero el ritmo del calentamiento global es más rápido del que los investigadores necesitan para probar y validar variedades adaptadas a condiciones más calientes. Cuando concluyen la evaluación de un nuevo tipo de melocotonero, que dura tres a cinco años, las medias de temperatura ya subieron demasiado por encima de las medias iniciales y la variedad ya no es la más recomendable. El cambio climático es una realidad muy tangible y amenazadora para los agricultores del Norte y del Sur del planeta.
“Fue una oportunidad de constatar la importancia de que quien lucha por la Casa Común en el Sur camine en diálogo y sintonía con personas y grupos organizados del Norte”, explicaban Xoán y Adriana, “pues es aquí donde se toman decisiones que condicionan nuestras posibilidades de existencia allá”. Pudieron así dialogar sobre la importancia de la aplicación de leyes de debida diligencia (deber de cuidado) en Francia, para que las empresas transnacionales que operan en ambos países respondan por sus actos y garanticen que sus productos y servicios estén exentos de explotación laboral o degradación ambiental. Si conseguimos, en Brasil y en Europa, monitorizar el cumplimiento de esta ley, muchas violaciones de derechos y mucha destrucción de la Amazonia serán evitadas. Ambos concluyen que “la Pascua nos recuerda cada año que oír el grito de los que sufren, y actuar en consecuencia, tiene sus riesgos. Pero también que, los que un día son crucificados porque estorban, sonreirán de nuevo. Denuncia y anuncio son inseparables, en Pascua y siempre”.