Obispos de fronteras en América
- On 30 de septiembre de 2024
OMPRESS-COLOMBIA (30-09-24) Ayer concluía la Asamblea de la Red Clamor, la red eclesial latinoamericana que quiere ser voz de todos los emigrantes del continente. En esta asamblea, obispos de las principales zonas fronterizas de América compartieron las situaciones críticas de migración que viven y los esfuerzos de protección y acogida de la Iglesia.
Bajo el lema “Dios camina con su pueblo”, la VII Asamblea General de la Red Clamor, se llevó a cabo del 24 al 29 de septiembre en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), en Bogotá, Colombia. En un panel, moderado por la hermana María Victoria Acevedo, del equipo coordinador de la Red Clamor, participaron Mons. Guadalupe Torres de la frontera México-Estados Unidos, Mons. Moisés Atisha de la frontera Chile-Perú, y Mons. Jaime Villarroel de la frontera Venezuela-Trinidad y Tobago. La oficina de información del Celam ha compartido las interesantes aportaciones de los tres prelados sobre una realidad en ocasiones desgarradora.
Mons. Moisés Atisha, obispo de San Marcos de Arica, Chile, explicó que esta es la segunda frontera más transitada, y que, aunque “no tiene muros físicos”, los migrantes se encuentran situaciones complejas y esto genera corrupción y “tráfico de norte a sur y de sur a norte”. Por su parte, Mons. Jaime Villarroel, obispo de Carúpano, Venezuela, que acompaña la frontera marítima entre Venezuela y Trinidad y Tobago, describió situaciones alarmantes de trata de personas y tráfico de drogas, donde botes clandestinos transportan a seres humanos en condiciones inhumanas. El obispo relató que salen botes con personas de manera ilegal, con jóvenes sin pasaporte, niños solos, y eso hace que haya tráfico y trata de personas en esta frontera marítima.
Asimismo, Mons. Guadalupe Torres, obispo de Ciudad Juárez, México, que realiza su misión en la frontera entre México y Estados Unidos, abordó la compleja realidad que viven los migrantes en su intento de cruzar hacia el norte, explicó cómo la militarización de la frontera, el crimen organizado y el tráfico de personas, drogas y órganos han convertido esta zona en un verdadero “embudo” para quienes buscan una mejor vida.
Las luchas son similares en todas las zonas fronterizas. Mons. Villarroel relató la dura realidad de los venezolanos que cruzan la frontera, donde el 60% son mujeres de bajos recursos que se convierten en víctimas de trata y tráfico, y son captadas por redes sociales. “En un bote que tiene capacidad para 30, meten 70 personas sin las condiciones adecuadas de seguridad y ninguna participación de las autoridades marítimas; cuando llegan a la frontera, les dicen que tienen una deuda de dos mil dólares y que tienen que trabajar en ‘spas’, pero son prostíbulos, para pagar la deuda… y cuando pagan la deuda, se encuentran que están vendidas a otro proxeneta, y así pasa hasta que alguien los detenga”. El prelado señaló que la migración genera narcotráfico, y existen redes criminales que llevan a las víctimas de Venezuela a Europa, “y las autoridades se hacen la vista gorda”. Lamentó que dentro de las víctimas de trata se encuentran indígenas de Warao y niños.
Los obispos resaltaron el papel de la Iglesia en las zonas fronterizas. Monseñor Torres mencionó que, en México, la Iglesia cuenta con 57 casas del migrante y 14 comedores para atender a miles de personas que cruzan la frontera. “Parece poco para todas las migraciones”, dijo, y añadió que México cuenta con 80 Diócesis, de las cuales 47 obispos han respondido favorablemente para que cada diócesis tenga un responsable de Movilidad Humana.
Por su parte, monseñor Jaime Villarroel dijo que el fenómeno migratorio es un proceso de aprendizaje, las Cáritas y la Red Clamor en Venezuela hacen frente a la crisis migratoria promoviendo cambios estructurales que garanticen una migración segura. “La Iglesia en eso se ha fortalecido muchísimo”, aseguró el obispo, dando a conocer que se realiza un trabajo de incidencia sobre el tema, ya que en Venezuela se tiene 8 millones de migrantes y el gobierno niega que sea por las condiciones de vida, y atribuye la transitabilidad al turismo.
La Iglesia de Venezuela brinda formación e información para que las personas que migran sepan a dónde ir de manera segura. Además, se ofrecen medios de vida para que la gente pueda sentir que “todavía vale la pena luchar”, y ofrecer a la persona una esperanza concreta, para que tenga recursos económicos para sostener a sus familias, “y no lanzarse a una aventura que termina en desgracia que lamentablemente no tiene vuelta atrás”.
En Venezuela, la Iglesia también ofrece ayuda y esperanza a los adultos mayores que se sostienen con una pensión de 5 dólares, según declaró el obispo Jaime Villarroel, quien lamenta que, a causa de la migración, los niños queden en el abandono, o al cuidado de los adultos mayores que no tienen fuerza ni capacidad para acompañar el desarrollo de los infantes. En Chile y Perú se brinda apoyo a través del Instituto Católico para la Migración (Incami), que trabaja para apoyar a los migrantes con orientación, acogida y oportunidades de integración social. Las diócesis, a través de las pastorales sociales de Cáritas, impulsan distintas actividades, información, orientación migratoria, proyectos de planificación familiar para reunir las familias, creación de microcapitales para emprendimiento, casas de acogida y la contención con las comunidades de acogida a donde llegan los migrantes.
El obispo de Chile manifestó que el pasado año, 2023, se hizo público el documento “Fui forastero y ustedes me recibieron”, que recoge la información y hace un doble llamado desde la incidencia para motivar a las autoridades a la regularización extraordinaria en Chile, para recuperar la paz social y la verdadera integración de los miembros de la sociedad. También se valora la inculturalidad, “que es lo que nos hace crecer, a la comunidad que llega y la comunidad que los recibe”, sostuvo Mons. Moisés Atisha.
La hermana María Victoria Acevedo recordó las palabras del Papa Francisco, que llama a construir puentes en lugar de muros; puso de ejemplo el testimonio de los tres obispos, destacando que la Iglesia es la tienda de campaña, la Iglesia Samarita, que a través de hogares de paso, bonos de comida y útiles de aseso, de comedores, de organizaciones que se articulan para que no trabajen solos, sino que caminen juntos “en la búsqueda de la construcción de una migración más organizada, donde se pueda atender, escuchar, acoger, promover e integrar a los hermanos migrantes”.