Nos tiene que importar que las vocaciones nativas sigan surgiendo

  • On 30 de abril de 2025

OMPRESS-TANZANIA (30-04-25) Daniel Ruiz, misionero de la Consolata, habla en este testimonio de sus cuarenta años de misión en Tanzania, y de las vocaciones que han surgido allí, para la Iglesia local y para el mundo. También cuenta su propia vocación a la Consolata, llevar el consuelo de Dios, Jesús, a todos los hombres. Aquí se puede ver el vídeo de este testimonio.

“Provengo de una diócesis muy misionera, que es Bilbao, y con otros compañeros, que también tomaron la misma decisión, estudié en el Seminario Diocesano de Derio, Bilbao, hasta la Filosofía. En esa época –la edad también– es cuando uno tiene estas ilusiones: la aventura, el hacer algo por Cristo, por la misión. Nuestra diócesis ya tenía las misiones diocesanas, sobre todo en Los Ríos, en El Oro, en Ecuador. Tenías también en Burundi, en el Congo… En fin, podría haberme quedado allí, pero en aquella época pasaban muchos misioneros, como ellos decían, para reclutar. Vinieron los Combonianos, los Padres Blancos, los Javerianos, la Consolata. Y salieron bastantes. Nosotros nos animamos porque teníamos un grupo que llamábamos la Academia Misionera. Y tanto es verdad que uno se animó y se fue. Y al año siguiente fuimos ya tres a Italia. Porque nuestra congregación, nuestro Instituto misionero, es de origen italiano, de Torino, Turín. Y allí fuimos para hacer el primer año, el año de noviciado, y después terminamos la Filosofía y seguimos los estudios. Todo nació por eso, porque en las provincias vascas, en Euskadi, la misión, junto con Navarra, era algo muy sentido.

Para decir la verdad, que fuese mariano, la Consolata, sonaba un poco raro entonces. Pero sí, porque el lema de nuestro instituto es llevar el consuelo de Dios a los hombres, que es el mismo Jesús. Entre nosotros nos animamos.

Con el primero que fue, nos pusimos a cartearnos. Se está bien, decía, se come bien aquí en Italia. Como se ve, motivaciones muy espirituales. Y al año siguiente nos animamos tres más. Uno de ellos tuvo que volver por cuestiones de problemas familiares. Total, quedamos dos nada más, junto con el primero. Y hoy seguimos los tres. Alguno ya ha cumplido los ochenta. Yo los cumplo ahora en mayo. Y allí empezó toda nuestra aventura, nuestros estudios, etcétera. Así es como comenzó, porque se vivía mucho la misión, el llevar el Evangelio, la Buena Noticia. Y nosotros vimos aquí como un camino que podía ser nuestro futuro como sacerdotes, pero misioneros. Para evangelizar, llevar la Buena Noticia, el Evangelio. En aquella época no se hablaba tanto de que también la misión está aquí. Eso se habla más ahora. En aquella época veíamos la misión como ad gentes. Había que ir lejos de casa, lo que suponía un desgarro, una separación. A eso nos animaba la edad nuestra. Yo tenía 18 años. Ser joven y tener el entusiasmo de querer hacer algo. Quizá también, un poco, el ejemplo de misioneros, que veíamos y conocíamos, nos animaba a lanzarnos a la misión. Y aquí estamos, aquí sigo yo.

Después de la ordenación, en 1968, en diciembre, que lo hicimos en mi propia parroquia de Bilbao, en San Ignacio de Deusto, me destinaron a la que fue mi primera pequeña crisis. En lugar de poder salir corriendo ya para la misión, me dijeron que que me quedara por un año para la animación misionera. Y esos años primeros, los empleé animando, tratando con la juventud, la pastoral juvenil, la pastoral misionera en Málaga. Allí estuve cinco años hasta que por fin me dieron el destino de Tanzania. Fuimos y la primera cosa es hacer un curso de lengua y de cultura bantú, la del lugar. Estuve en un centro de Tabora, en Kipalapala, que es un seminario enorme. Ahora seminario local. Allí hice un curso de lengua y, a los pocos meses, tres meses, nada más, me mandaron a una misión, en el altiplano de Tanzania, centro sur, en las Highlands.

El primer día fue eso, el golpe. Pero era positivo. Sin el idioma no puedes defenderte, no puedes entrar en contacto con la gente. O sea que es lo primero que dije: aquí hay que aprender el kiswahili, y así lo hice. Pero, después de tres meses nada más, me mandan a una misión donde me dice el párroco: tú te vas a encargar de la escuela de los niños. Todavía no lo sé. Tengo que estar hilvanando las palabras. No te preocupes, te acostumbras. Y así fui. Y me lancé. Los críos se reían de mí, de cómo hablaba, pero, con el tiempo pues me tocó después usarla para todo, para enseñar, predicar y, sobre todo, comunicarme con la gente.

Veías que eran felices dentro de su pobreza. Y esto es lo que más me causaba impresión. Me quedaba asombrado viendo siempre sonreír. Siempre la risa en la boca, a pesar de la miseria, de situaciones de pobreza. Esto a mí me cautivó y, por eso, yo empecé a decir: esto es lo mío, aquí me tengo yo que encarnar entre esta gente. Y lo primero fue la lengua, después las costumbres y, después, el vivir con ellos en la zona esta, cerca de un hospital nuestro en el que también estuve últimamente. Llevando el único coche, un Land Rover, llevando a tantas personas que venían con necesidad y, como no tenían transporte, había que llevarles hasta este hospital de la Consolata.

Me cautivó la capacidad de sufrimiento que tienen. Más tarde coincidí también con la época del sida. Y hubo muchísimos muertos. Me tocó ir a llevar la extremaunción, los Santos Óleos, a esta gente que eran esqueletos, y ni un ay, ni un lamento, ni una queja. Nosotros que tenemos de todo en Occidente, en el norte, y estamos siempre quejándonos, siempre diciendo ay, si tuviese… yo necesito… Dentro de su pobreza, eran felices. Demostraban mucha paciencia, mucha resignación, porque esto es lo normal. Dije: yo tengo que tratar de asumir esta realidad y poder también encarnarme con estas personas.

Cuando llegué, la población de Tanzania tendría sobre los 16 millones de habitantes. Hoy ya tiene 65. Desde el punto de vista de fe, una tercera parte son cristianos católicos. Y junto con los luteranos, anglicanos, protestantes, pues llegamos a ser como la mitad. Un 30% son musulmanes todavía, pero la fe se vive, se celebra. Es lo que más me ha gustado siempre. Allí la fe se celebra. No como aquí, que me perdonen los que me escuchan. Aquí estamos hieráticamente para oír la misa.

En cuanto a la cuestión de las vocaciones. Al principio, cuando yo llegué en 1976, nosotros como instituto solamente nos preocupábamos de buscar vocaciones para la diócesis, porque se estaba creando una iglesia local. Hasta que se empezó a tomar conciencia de que nosotros también teníamos que ofrecer nuestro carisma misionero. Es decir, abrirnos a aceptar vocaciones para nuestro Instituto, que no es para nosotros, si no para ser misioneros. Y tanto es verdad que, cuando yo llegué allí en el 76, eran todos italianos, menos tres españoles. Hoy día ya no quedan más que cuatro de los más de 60 que hay allí en Tanzania de la Consolata, no quedan más que tres italianos de 80 años para arriba, un colombiano de 60 y tantos y un italiano joven de casi 50. Los demás, todos son tanzanos, de Kenia, que también vienen muchos, porque es donde más misión tenemos, alguno de Mozambique y otro del Congo. O sea que ya está africanizado nuestro Instituto completamente. Porque desde el punto de vista vocacional, allí es donde está el futuro. Tanto es verdad que yo me estoy dando cuenta que aquí en muchas parroquias encuentras africanos, sacerdotes. Yo se lo digo a la gente, ahora ellos nos están reevangelizando, nos están devolviendo lo que les llevamos nosotros, porque aquí se está perdiendo, porque aquí en nuestro Occidente, en nuestra Europa, en nuestra España, estamos perdiendo la fe y necesitamos que alguien nos la renueve, nos reevangelice.

Creo que tiene que importarle a cualquiera que nos esté escuchando, tiene que importarle el que estas vocaciones nativas, como las llamamos, sigan surgiendo y sigan, cada vez más, madurando y que sean auténticas vocaciones como servidores de su pueblo y también de fuera. Sobre todo, que no pierdan esa visión universal, de que yo no soy cura para mi pueblo, solo para mi país. Como a nosotros nos ocurrió. Cuando yo estaba en mi seminario de Derio, allí la visión universal, sin horizontes, sin límites, era una de las cosas que más nos atraía. El llevar a Jesús sin decir somos nosotros los primeros. No, al revés. Dando gracias a Dios porque hemos recibido este tesoro y tenemos que comunicárselo a los demás, porque Jesús no es de nadie, es de todos”.

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