Mons. Gerardo Melgar: ¿Cuál es el corazón de la misión?

Mons. Gerardo Melgar: ¿Cuál es el corazón de la misión?

  • On 24 de septiembre de 2019

OMPRESS-CIUDAD REAL (24-09-19) Mons. Gerardo Melgar, obispo de Ciudad Real, ha querido escribir a sus fieles una carta con motivo de la celebración del Mes Misionero Extraordinario de este octubre. “Con él”, explica Mons. Gerardo “el Santo Padre quiere despertar la conciencia de la misión evangelizadora en nosotros, alimentar el ardor de la actividad evangelizadora de la Iglesia, y retomar con nuevo impulso la responsabilidad de proclamar el Evangelio de todos los bautizados”. Por eso, es necesario que todo cristiano se haga preguntas sobre su propia identidad: “¿Cuál es el fundamento de nuestra misión? ¿Cuál es el corazón de la misión y cuáles son las actitudes vitales que esta misión nos pide? La misión de la Iglesia se fundamenta en la fuerza transformadora del Evangelio que, como buena noticia, trae consigo una alegría contagiosa, ofreciendo una nueva vida, la de Cristo, que se convierte en camino, que nos invita a seguirlo con confianza y valor y desde este seguimiento experimentamos la verdad y recibi­mos la vida, que consiste en la plena comunión con el Padre en la fuerza del Espíritu”.

El obispo de Ciudad Real recuerda lo que decía el papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y una orientación decisiva”. Por eso, añade, “la misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo, de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida y de las diversas experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia desde donde experimentará su condición de exiliado en camino hacia la patria final. La misión está diciendo a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino un humilde instrumento y una mediación del Reino, y que, para conseguir serlo, deberá, tantas veces, ser una Iglesia acciden­tada, herida y manchada por salir a la calle y no una Iglesia enferma, cómoda, que se aferra a sus propias seguridades”.

Cada uno de nosotros, jóvenes, o mayores, laicos o sacerdotes, es “un buen instrumento para suscitar en cada comunidad cristiana y en cada seguidor de Jesús, el deseo de salir de sus propias seguridades para entregarse del todo y sin condiciones a la tarea evangelizadora y misionera; de anunciar a todos los hombres de todos los tiempos y lugares la Buena Noticia de Jesús y su mensaje salvador”.

 

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