Misioneros, historia de entrega y esperanza
- On 3 de marzo de 2025
OMPRESS-BURGOS (3-03-25) Este es el título de la carta del arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, con motivo de la celebración ayer por la Iglesia española del Día de Hispanoamérica. Mons. Mario presidió la Eucaristía transmitida por La 2 de RTVE desde la Parroquia burgalesa de San Lesmes. En la carta se recoge la esencia de esta celebración misionera que une América y España.
“La Iglesia celebra hoy el Día de Hispanoamérica: una jornada –instituida en 1959– que recuerda, de manera especial, a los sacerdotes que han dejado atrás sus diócesis de origen para poner por entero su corazón en cualquier rincón de aquellas queridas y benditas tierras americanas. Estos sacerdotes, revestidos como peregrinos, misioneros y discípulos de Jesucristo, se agrupan en la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCHSA).
‘Historia de esperanza’ reza el lema escogido para conmemorar esta fecha: «La esperanza es la seguridad existencial, que se nos regala como gracia, de que la compañía de Jesucristo en nuestras vidas es auténticamente contemporánea», tal y como afirma el cardenal Robert Prevost, OSA, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Es una realidad y una certeza que «el Verbo de Dios se hizo carne y permanece habitando entre nosotros (cf. Jn 1, 14)».
En la actualidad, la OCHSA cuenta con 138 sacerdotes españoles destinados en los distintos países de Hispanoamérica; 13 de ellos proceden de nuestra archidiócesis burgalesa. Allí́ atienden parroquias, hospitales, escuelas, seminarios, universidades… Y permanecen, sin más recompensa que ese amor que desprende el anuncio del Evangelio, entregándose y sirviendo a las comunidades más necesitadas.
Toda la Iglesia es misionera y, por ello, la evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios. Nadie debe rehuir esta tarea que comenzó el Señor para que nosotros, tantos años después, tomemos este misericordioso relevo.
«La misión es oxígeno para la vida cristiana», que «sin ella enferma y se marchita y se vuelve fea», dijo el Papa Francisco durante un encuentro en Italia con la Conferencia de los Institutos Misioneros, con ocasión del 50 aniversario de su fundación. Por ello, este anuncio para la Iglesia «no es un aspecto opcional o marginal», sino «una dimensión vital», ya que «nace apostólica y misionera, configurada por el Espíritu Santo como comunidad en salida», insistió el Papa.
Vosotros, sacerdotes de corazón traspasado por Cristo, sois la siembra que baña una tierra que en muchas ocasiones se muestra árida y con necesidades, pero que permanece llena de esperanza. Porque espera la alegría del Señor Resucitado que vosotros, misioneros de la esperanza, lleváis en vuestras entrañas, rompiendo muros, acortando diferencias y superando infinidad de límites en pos de una sociedad fundada en los principios evangélicos de la caridad, la justicia y la paz.
Y así como el ser cristiano, «conformado con la imagen del Hijo –que es el Primogénito entre muchos hermanos– recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor» (Gaudium et spes, 22), vosotros también recibís este don por medio del Espíritu Santo, que es prenda de esta herencia (cf. Ef 1, 14).
Sois promotores del bien común, el precepto del amor que se extiende a todos los lugares y condiciones, el «fermento evangélico que ha despertado y despierta en el corazón del ser humano la irrefrenable exigencia de la dignidad» (GS, 26).
Por eso, el Señor nos recuerda: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian y orad por los que os persiguen y calumnian» (Mt 5, 43-44). Este designio solo puede llevarse a cabo recibiendo el don del Espíritu Santo que renueva profundamente nuestro corazón y nos envía a lugares, incluso recónditos, donde estáis vosotros sembrando el Evangelio, repartiendo el pan de la vida y haciendo crecer la esperanza.
Hoy ponemos vuestras vidas a los pies de la Virgen María, que llevó adelante de modo pleno la misión que Dios le había encomendado. Que Ella cuide vuestros pasos: esos que dais, a tiempo y a destiempo, en el barro más frágil del continente americano, siguiendo la estela de Jesús de Nazaret que ilumina todos los pueblos y naciones de la tierra. Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga”.