María de Coppi, la misionera italiana asesinada en Mozambique
- On 8 de septiembre de 2022
OMPRESS-MOZAMBIQUE (8-09-22) Sor Maria, la misionera comboniana asesinada hace dos días en su misión de Chipene, había nacido en 1939 en Santa Lucia di Piave. El ataque que sufrió la misión no fue ni mucho menos la primera vez que la hermana corría riesgo de muerte en los 59 años que pasó como misionera en Mozambique.
El año pasado era entrevistada en el espacio “Té con los misioneros”, del Centro Misionero de la diócesis de Vittorio-Veneto. La misionera, ya mayor, había vuelto a Italia para algunas pruebas médicas, y en esta vídeo entrevista contó cómo llegó por primera vez al país en 1963 – llevaba allí 59 años – después de 31 días de barco y tras haber aprendido el portugués. Tenía ya la ciudadanía mozambiqueña: “Viví momentos hermosos y difíciles en este país: primero los de la descolonización, luego los de la guerra, luego los de la paz y, lamentablemente, los del terrorismo”. Contaba en la entrevista la trágica emboscada en la que murieron 17 personas: “Íbamos en un convoy. Los guerrilleros nos dispararon. Me bajé del coche y me tiré al suelo, bajo las balas. Recé: ‘Señor, sálvame’. Llegó un soldado, no sabía si era del ejército regular o guerrillero. Me preguntó si estaba herida. No sé, le respondí. Me arrastró detrás de una planta y me aseguró que era un regular. Me ha cargado a sus espaldas, y me ha protegido, escondiéndome en un riachuelo que no tenía agua. Luego, cuando ha terminado el tiroteo, me ha vuelto a cargar a sus espaldas y me ha llevado hasta el coche”.
Como ciudadana mozambiqueña se sentía “parte de aquella tierra y de aquel pueblo en medio del cual he vivido mi vida”. Había estado en varias misiones en la provincia de Nampula y señalaba que “los dos últimos años han sido muy duros. En el norte del país hay una guerra por los campos de gas y la gente sufre y huye: en mi parroquia hay 400 familias que vienen de la zona de guerra. Luego vino el ciclón. Finalmente, el año pasado la sequía se prolongó durante mucho tiempo. Hoy en Nampula hay pobreza extrema”. La hermana María había intentado estar “cerca de las personas sobre todo escuchando lo que me cuentan. A pesar de la pobreza material, escuchar a los demás sigue siendo un gran don, es reconocerles su dignidad”.
De los años que ha pasado en Mozambique, la religiosa recordaba un día en especial, el 4 de octubre de 1992. El día de la fiesta de San Francisco, se firmó el acuerdo de paz que puso fin a 17 años de guerra civil con cientos de miles de muertes y casi cuatro millones de desplazados internos y refugiados en países vecinos.
“Estaba en una misión”, recordaba María de Coppi, “vino un catequista y nos avisó que venía un grupo de guerrilleros ReNaMo, pero nos dijo que no nos fuéramos porque se había firmado el acuerdo de paz. Con nosotros también había soldados. Nos asustamos porque temíamos la violencia habitual. En cambio, los guerrilleros se acercaron a nosotros y a los militares y repetían ‘paz, paz’. Un militar compró productos típicos y se los ofreció a los guerrilleros. Todos bailaban y yo me preguntaba si era realidad o un sueño, porque hasta el día anterior los guerrilleros secuestraban y mataban. Fue un momento que me conmovió profundamente. Sentí la presencia de Dios, como la siento en las fiestas, en los bailes, en las bodas, en fin, cuando hay una gran alegría”.
Con una actitud de escucha y de no juzgar, la misionera italiana había pasado a formar parte del pueblo mozambiqueño y, como un gran obispo expulsado por los portugueses, sintió que tenía que dirigir a Dios estas palabras: “Te doy gracias, Padre, por haberme enviado a los pobres, a los marginados, a aquellos que no cuentan”.