Los pobres son quienes pagan el precio

  • On 2 de septiembre de 2022

OMPRESS-HAITÍ (2-09-22) La vida es cada vez más difícil en Haití, cuenta una misionera laica italiana. La presencia de decenas de bandas armadas rivales, que luchan entre sí por la posesión del territorio, está provocando el completo aislamiento de la capital, Puerto Príncipe, y al asedio de la zona portuaria de la ciudad. Maddalena Boschetti, misionera laica Fidei Donum, cuenta a Popoli e Missione, la revista de las Obras Misionales Pontificias en Italia, que “nuestra vida pende de un hilo”. El país está fuera de control y los más pobres son quienes pagan el precio. Maddalena lleva 20 años en el país y cuenta que están sometidos “a la voluntad de las bandas criminales que deciden si se abren y cuándo los contenedores almacenados, para llevar a la ciudad los productos de primera necesidad y la gasolina”.

“Tanto el puerto como la capital están divididos en zonas”, explica la misionera italiana, “cada dos días, los capos de las bandas deciden qué área se abrir y cuál se mantiene bajo llave. Cuando salimos por la mañana tenemos que saber de antemano por dónde podemos movernos y por dónde no, nos tienen como rehenes”. Cité Soleil, un suburbio de Port-au-Prince adyacente al puerto, es el que está más controlado. Pero no es el único: está Bon Repos, y luego están las entradas desde el sur y el norte de la capital.

Desde hace unas semanas, a la guerra de guerrillas se suma el enfrentamiento entre policías y pandillas: tanques blindados y nuevas armas “han llegado desde Canadá y Estados Unidos como dotación de la policía”. Casi todos los días “hay manifestaciones de diversas categorías de personas que se ven reducidas al hambre y piden subsidios al gobierno”.

Maddalena considera que la Iglesia católica está cada vez más en el punto de mira de la desinformación y la calumnia: “me parece que ha aumentado el clima de sospecha y acusación hacia nosotros: hacia la Iglesia católica y hacia los misioneros en particular”. Los secuestros masivos y los asesinatos callejeros son la norma en Haití: secuestros por rescate, por dinero, para afirmar un poco de poder personal. Es como el Lejano Oeste, cuenta.

La Comisión Justicia y Paz de la Iglesia haitiana emitía un comunicado hace un año, con motivo de uno de los tantos secuestros: “nos preguntamos por la pasividad de las autoridades políticas y policiales, insistimos en que se tomen las medidas adecuadas para contrarrestar este fenómeno”. El problema de fondo es la “normalización” de la violencia y la inseguridad. La misionera señala que “la paradoja es que cuando todo es urgente, ya no hay urgencia, la urgencia es normal”.

 

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