“Los pobres no vienen, a los pobres se va”
- On 24 de junio de 2021
OMPRESS-GUATEMALA (24-06-21) Con motivo de la celebración del Día del Misionero Diocesano en Ciudad Real, el padre Pedro Jaramillo escribía desde la Ciudad de Guatemala a su diócesis, recordando que nunca se va solo a la misión, porque el “id” del mandato misionero “no es personal, es diocesano. Todos somos ‘ido’…”. Este día se celebró en Ciudad Real el pasado 13 de junio, como todos los años, en torno a la fecha en que se conmemora el asesinato de Vicente Hondarza, sacerdote de la diócesis que partió como misionero, al igual que Pedro Jaramillo y tantos otros sacerdotes de Ciudad Real, y fue asesinado en Perú el 14 de junio de 1983.
“Hermoso este latir al unísono con motivo del ‘Día del Misionero Diocesano’: para nosotros, un recuerdo de las raíces; para todos, una vivencia de las ramas… Las que se hacen tan grandes que llegan a todo el mundo… El ‘Id’ no es personal; es diocesano. Todos somos ‘idos’… No importan las maneras (San Francisco Javier/Santa Teresa de Lisieux). He ahí una buena entraña de este día del Misionero Diocesano.
Una buena entraña y un buen lema el de este año, con sabor a Fratelli Tutti. Y es que la misión le cae a la encíclica ‘como anillo al dedo’. La misión es acontecimiento de fraternidad universal… Los que estamos en barrios periféricos, (de una manera aún más desgarrada que quienes se encuentran en zonas campesinas e indígenas, por la dureza de ‘lo urbano’), tocamos cada día los resultados de la anti-fraternidad universal… Donde están esos y esas considerados, en palabras del Papa, como ‘bárbaros’, de los que es necesario mantener la distancia y poner barreras para evitar los contactos y los ‘contagios’ (en sentido amplio). La sola presencia misionera ahí es ya un hecho de fraternidad.
Pero, no puede ser un hecho que se quede en simple dato. Un hecho, cuando es ‘acontecimiento’ (y así es la misión), está llamado a desplegarse en una especie de engendramiento y de parto de fraternidad. Comenzando por los mismos barrios periféricos. Las periferias son construidas por los ‘centros’ (nadie es periferia, porque le guste). Se da, sin embargo el hecho, de que en las periferias urbanas es muy corriente que se repita el mismo ambiente tenso de anti-fraternidad de las que, como conjunto, ellas mismas son víctimas (se podía parafrasear el refrán de lo que ocurre en muchas de nuestras periferias: ‘en mi casa no comemos, pero lo que es reñir…’). La misión como acontecimiento debería plantearse, como primer paso, la fraternidad de la que ella misma puede ser levadura allí donde se enclava… ¡Todos metidos en la pobreza, pero sin mística de ‘empobrecidos’! Es triste, pero así es: las periferias suelen repetir los vicios ‘antifraternos’ que se viven en la gran ciudad, ‘a lo pobre’, pero los mismos esquemas de división, enfrentamientos, rencillas y el ‘sálvese quien pueda’ que expresa un individualismo despiadado.
En este nivel, la misión tiene vocación universal. No puede estar contenta, cuando ha constituido el grupo de incondicionales que vive una fraternidad ‘aislada’. Es un peligro que nos acecha también en misiones. No importa que el grupo sea pequeño, pero que sea un grupo-levadura. Pero sí que importa cuando se queda en grupo ‘auto-referencial’ que se dice testimonial, pero que se muestra incapaz de hacer que la fraternidad crezca a dimensión humana, porque, a veces, él mismo está lleno de choques internos. Más allá de toda diferencia, también la de pertenencia religiosa, como misión, necesitamos aportar a la construcción del ‘nosotros’ en el conjunto de nuestras periferias. Lo contrario haría verdad nuestro despiadado refrán: que ‘a perro flaco, todas son pulgas’. Sin un ‘nosotros’ periférico fuerte no nos será posible dar un paso adelante en la fraternidad que anhelamos que sea universal.
En pleno tiempo de pandemia, feo donde los haya, os comparto, tres acciones de nuestra parroquia (periferia de las periferias) con esta vocación de misión ‘transfronteriza’ (‘no te importe el color de la piel, ama a todos como a hermanos y haz el bien’ – cantábamos con entusiasmo en la parroquia de Ávila)… Con ese espíritu del ‘todos’, había que hacer algo contra el ‘hambre’, que la pandemia había puesto en evidencia: a 1.450 familias está llegando mensualmente el resultado… Con una experiencia de grupo-levadura que ha aprendido a compartir ‘desde dentro’: los pobres no vienen, a los pobres ‘se va’, para ‘echar con ellos la propia suerte’. Al descubierto ha quedado la fuerza misionera de la caridad: en un gran grupo que, por experiencia, ha aprendido que ‘hay más alegría en dar que en recibir’ y en las familias que han percibido que no reciben solo víveres, que reciben dignidad, compañía, fraternidad y esperanza (‘habrá un día en que todos…’).
Nos dimos cuenta de otro gran problema, aumentado por la pandemia: la falta de escolarización se convierte cada vez más en una de las causas del paro endémico: ¿Qué hacer, más allá de lo programas habituales de la parroquia: la ‘capacitación laboral de jóvenes’ y ‘la alimentación y refuerzo escolar para niños’?… Se necesitaba algo masivo y al alcance… Y lo encontramos: 500 gentes que habían perdido el tren de la educación, pudieron subirse de nuevo a él, gracias a la implementación de un programa oficial en el que otro gran grupo-levadura, con el lema de ‘lo que sé, eso te doy’, está también salvando ‘desde dentro’.
Y para extender cuanto más el espíritu de hermanos, nos salió al encuentro, empezando por algunos y llegando ya a bastantes, un grupo de ‘bolos’ (que nadie piense en los ‘mentirosos’, que así los llaman en Toledo): aquí bolos, cariñosamente ‘bolitos’, les decimos a los aficionados al trago… ¡Me gustaría que vieran el jubileo diario! No solo vienen buscando su bocadillo y café, vienen también en busca de la palabra afectuosa, del ánimo para que dejen el vicio, de la experiencia de una acogida como hermanos. Nuestra infatigable cocinera, ayudada por Conchi y los demás de la casa, intentamos hacerles un poco más llevadera la dolorosa experiencia de una pandemia ‘borracha de calle’.
El Papa, campeón de la fraternidad universal y de la amistad social, nos tiraría aún de las orejas, para recordarnos que hay que dar un paso más: el del compromiso social para cambiar las estructuras anti-fraternas a las que nos hemos acostumbrado, por aquellas que, reconociendo la igual e inviolable dignidad de todos, hagan que pasemos de esta sociedad compuesta por “socios” a otra que esté integrada por ‘hermanos’. En esas estamos, para hacer verdad el lema de la Jornada de este año: ‘hermanos de todos, hermanos nuestros’, de fuerte cuño franciscano. Desde Guatemala, un abrazo enorme para todos y todas”.