Los grandes misioneros se consagraron a la tierra y a las personas que sirvieron
- On 19 de noviembre de 2025
OMPRESS-ROMA (19-11-25) El Papa León XIV recibía en audiencia a los colaboradores de las representaciones diplomáticas de la Santa Sede, a los que les ha recordado que son, allí donde están destinados, presencia de toda la Iglesia. El tabernáculo de cada nunciatura ha de ser la luz que les ilumine en las dificultades.
Presentes en Roma con motivo del Jubileo de la Esperanza, el Santo Padre reconocía en su intervención que “el Año Santo es una oportunidad providencial para que todos redescubramos y profundicemos en la belleza de nuestra vocación, es decir, nuestra llamada común a la santidad, que nos compromete cada día a ser testigos de Cristo, esperanza viva para el mundo”. Les daba, por ello, las gracias por no haber mostrado dudas “ante la voz del Maestro, que nos invita a seguirlo, dejándolo todo para llevar la palabra redentora del Evangelio hasta los confines de la tierra”. Una invitación que resuena de manera especial “para vosotros, que habéis sido elegidos para ejercer el ministerio sacerdotal en las Representaciones Pontificias: un don y un compromiso de hacerse en todas partes presencia de toda la Iglesia y, en particular, de la solicitud pastoral del Papa, que la preside en la caridad”.
En aquellos países donde están destacados, estos sacerdotes, que colaboran con las representaciones diplomáticas de la Santa Sede, no deben olvidar, decía el Papa, “que el primer testimonio que debéis dar es el de sacerdotes enamorados de Cristo y dedicados a edificar su Cuerpo. Al servir a las comunidades eclesiales, debéis ser reflejo del afecto y la cercanía del Papa a cada una de ellas, manteniendo un vivo sentir cum Ecclesia. Pienso especialmente en aquellos de vosotros que os encontráis en contextos de dificultad, conflicto y pobreza, donde no faltan momentos de desaliento. En estas mismas dificultades, recordad que la Iglesia os sostiene en la oración: por tanto, fortaleced vuestra identidad sacerdotal, recibiendo fuerza de los Sacramentos, de la comunión fraterna y de la constante docilidad al Espíritu Santo”.
Cada nación les ofrece tradiciones que hay que conocer, amar y respetar, por lo que, el Papa León XIV les animaba a no ser “hombres distantes, sino discípulos apasionados de Cristo, sumergiéndoos al estilo evangélico en los contextos en los que vivís y trabajáis. Los grandes misioneros nos recuerdan, de hecho, que la inculturación no es una actitud folclórica, porque surge del deseo de consagrarse a la tierra y a las personas a quienes servimos”. Y esto siempre manteniendo los lazos con la propia Iglesia particular, para no ser “árboles sin raíces”.
Sobre todo les alentaba el Papa a subir, como Elías, a su propio Horeb interior, es decir, “al lugar donde el Espíritu de Dios habla al corazón. En cada Representación Pontificia hay una capilla, verdadero centro de vuestra casa, donde cada día, junto con el Nuncio Apostólico, las religiosas y sus colaboradores celebráis la Eucaristía, elevando oraciones de alabanza y súplica al Señor. Que la luz del Tabernáculo disipe las sombras y las angustias, iluminando el camino que estáis recorriendo”. Y así, “custodiando este milagro de la gracia, seáis peregrinos de esperanza, especialmente donde faltan la justicia y la paz”.

