Las Obras Misionales Pontificias aportan visión universal a las diócesis
- On 1 de junio de 2020
OMPRESS-MADRID (1-06-20) Dada la imposibilidad de tener su Asamblea Internacional, el Papa Francisco enviaba hace unos días una carta a las Obras Misionales Pontificias, que es todo un programa de trabajo. José María Calderón, director nacional de OMP, comenta en una entrevista esta carta. “No estamos trabajando en una institución benéfica, estamos trabajando en la Iglesia”, dice el responsable de OMP en España.
P. ¿Cómo pueden las OMP insertarse más naturalmente en la vida normal de las diócesis, las parroquias, las congregaciones…?
-A nivel universal, no hay nada que hacer porque ya está hecho. Es que si no estamos insertos en la pastoral universal de la Iglesia… Formamos parte de ella. Es como si el ojo se pregunta: “¿Qué puedo hacer para estar en el cuerpo?”. Pues ya estás, eres parte del cuerpo, no puedes hacer más. A nivel de diócesis, de pastoral ordinaria en los territorios, eso sí que es importante y hay que insertar. De la Dirección Nacional de México podemos aprender algo: nosotros nos llamamos “Obras Misionales Pontificias”; en México se llaman “Obras Misionales Pontificio Episcopales” (OMPE), para destacar que, además de su vinculación con el Papa y con la Santa Sede, como organismo que tiene la Iglesia para el cuidado de las jóvenes Iglesias, están vinculadas a las diócesis, a los obispos. Nosotros estamos aquí para servir a la Iglesia diocesana en la animación misionera, para dar talante universal a cada Iglesia particular, para que —como el Santo Padre dice continuamente, también en este documento, porque está muy metido en él— perdamos la autorreferencialidad: una Iglesia particular que se encierra en sí misma se muere. Ahí está Obras Misionales Pontificias para recordar que la Iglesia es la Iglesia entera universal, católica. Allí donde está un cristiano está la Iglesia entera.
P. ¿Qué significa la invitación del Papa a las OMP para que miren “hacia fuera” y no a sí mismas?
Parte de la autorreferencialidad de la que el Papa habla es una tendencia que tenemos todos ‒no solamente en la Iglesia, en instituciones eclesiásticas o religiosas‒, sino también en la vida civil; es una autocomplacencia en uno mismo: qué es lo que tenemos que hacer, cómo tenemos que mejorar… Mira el mundo universal, déjate de tonterías. Esto es impresionante, el decir que lo que yo haga no es indiferente para lo que está ocurriendo hoy entre los cristianos en Filipinas o entre los cristianos que están sufriendo en Camboya. No es indiferente, porque somos un solo cuerpo, somos una familia, estamos todos unidos. Por lo tanto la autorreferencialidad que dice el Santo Padre, y que menciona tanto, es destruir a la Iglesia. La Iglesia tiene que tener una visión universal, no puede ser corta de miras.
Si una madre se olvidara de un hijo, no sería buena madre; si la Iglesia se olvida de sus hijos que están en malas situaciones, o que son pobres, o que están muy lejos, porque están en Sudáfrica, entonces no es buena madre: es una mala madre. La Iglesia es la madre, y nosotros somos todos parte de esa Iglesia. Y, por tanto, Obras Misionales Pontificias —el Papa lo pide, lo exige, pero está dentro de nuestro ser— tiene una convicción profunda: que hay que mirar al prójimo, pero no solamente al pobrecito que me da compasión y me mueve a la misericordia; hay que mirar a mi hermano, y mi hermano es el que está en Japón, el que está en un barrio de Madrid, el que está en Zaragoza… Todos son mis hermanos, y tengo que tener los ojos abiertos a todos para no encerrarme en mí mismo y para ponerme al servicio de la Iglesia con los talentos que Dios me da.
P. El Papa destaca que precisamente ese conocimiento universal de la Iglesia que tienen las OMP es uno de sus puntos fuertes…
Justamente las OMP en las diócesis deben dar esa visión universal de la Iglesia; tienen que estar continuamente recordando a los cristianos que vivimos en Madrid, o que viven en Sevilla, o que viven en cualquier parte del mundo, que la Iglesia no son ellos solos. Y a esto hay que unir otra cosa, que yo aprendí de don Anastasio Gil —que es mi antecesor y que en paz descanse—: las Obras Misionales Pontificias aportan la visión universal, nos hacen descubrir que el cristianismo está extendido por todo el mundo, y que, por donde no está, debería estar. Esto debería abrirnos el apetito para transmitir a Cristo, porque eso es el fundamento de todo: transmitir a Cristo, su vida, su salvación, a cada hombre, a cada mujer, sin despreciar a nadie, sin minusvalorar a nadie por cuestiones económicas, sociales, de salud…; da igual, todos son hijos de Dios, todos están llamados a conocer y amar a Cristo.
P. Pero, para hablar de Cristo, antes hay que haberle conocido, estar impregnados de Él; y ahí está la relación que el Papa establece entre fe y misión…
Es algo que estamos oyendo continuamente, que las crisis que estamos teniendo son de fe. ¿Por qué no hay ese espíritu misionero? Porque falta fe, porque falta la convicción profunda de que Cristo es el Salvador, el Redentor. Si yo no tengo esa convicción, ese convencimiento claro de que Cristo es Alguien para mí, que ha venido a redimirme, a salvarme, a hacerme uno con Dios, ¿por qué tengo yo que transmitir a nadie? Entonces me convierto en un comercial, que no es indigno ser comercial, pero no es ser cristiano. Por otro lado, hay que decir que las OMP nos están recordando la fe. No es tarea nuestra construir pozos, puentes, hospitales y colegios, aunque lo hacemos. Lo nuestro es proponer a Cristo, y eso es mantener la Iglesia, y eso es mantener la fe y es transmitir la fe; y cuando proponemos a Cristo, como quienes nos encontramos al otro lado son personas que necesitan de salud, de educación, de formación, les transmitimos lo que tenemos y somos; también esa educación, esa salud, esos pozos que construimos. ¿Por qué? Porque podemos, gracias a Dios, ayudarles a vivir con la dignidad a la que están llamados por Él.
Obras Misionales Pontificias no es una ONGD, una organización no gubernamental para el desarrollo. Aunque, mejor dicho, podría serlo… El otro día me decía una persona de OMP que, en sentido estricto, somos la única ONG que existe en España, aunque técnicamente no lo seamos —no estamos así inscritos jurídicamente—, porque es la única institución que no depende en nada de ninguna ayuda económica institucional: no recibimos ningún tipo de ayuda, ni del Gobierno, ni de los ayuntamientos, ni de las comunidades…; nada, absolutamente nada. No tenemos nada que ver: las ONG solicitan ayudas, nosotros no; todo es de los fieles cristianos, todo es para los cristianos y con los cristianos. Yo diría que somos una ONG de desarrollo integral, que también le gusta mucho al Papa; sería una “ONGDI”. “Integral”, porque lo que más nos preocupa es la persona, y la persona es alma y cuerpo, y nos preocupa su salvación.
P. Vista esta parte tan necesaria de la colecta, ¿por qué el Papa insiste tanto en que no nos convirtamos en meros recaudadores de fondos?
Una ONG se dedica a obtener fondos, y nosotros no somos una ONG: nosotros lo que tenemos que hacer es mover el corazón a la fe. Es decir, yo no te pido a ti dinero para que me saques las castañas del fuego; yo te estoy haciendo consciente de que eres cristiano y, como cristiano, tú tienes una responsabilidad sobre toda la Iglesia. No es un deber, no es un favor que me estás haciendo, no es una humillación para mí solicitarte la ayuda. ¿Por qué? Porque no es fruto de tu generosidad: es el fruto de la convicción de que tú eres hijo de Dios y formas parte de la Iglesia. Por tanto, ¿qué es lo que dice el Papa? Que va unida la oración a la caridad, la caridad a la oración. En la medida en que yo sea mejor cristiano, más generoso soy; en la medida en que yo sea mejor cristiano, esté más unido a Jesucristo nuestro Señor, más sentiré su palpitar por llevarle a los demás, y ya no me importará tanto el cómo estoy yo, si no el mirar a los otros.
Esto es lo bonito, lo impresionante de las Obras Misionales Pontificias y de la Iglesia en general. Yo no te vendo nada, no quiero venderte nada para que tú me des dinero; yo lo que quiero es que tú seas consciente de que Dios te ama, de que Dios te ha hecho familia de todos, y que, con ese amor que Dios te ha dado, tú seas consciente de que la Iglesia es tuya, de que eres parte de la Iglesia. A mí me gustó —hace muchísimos años, yo creo que era seminarista— una familia que me decía: “En nuestro matrimonio tenemos claro que, además de nuestros seis hijos, tenemos un séptimo que se llama «Iglesia»; es un hijo más al que tenemos que ayudar”. Es que no puedo sentirme ajeno a la Iglesia; eso es fruto de la fe. Yo no me he consagrado a Cristo como sacerdote para conseguir nada: es por amor a Jesucristo. Si hoy estoy en Obras Misionales Pontificias, y mañana me mandan a un tanatorio a enterrar muertos, o luego me mandan a dar clases de religión en una escuela, me da igual: lo que quiero es servir a Dios sirviendo a la Iglesia, porque esa es mi función, es para lo que yo me he enamorado de Cristo. De ahí surge la generosidad de cada uno; también la material, evidentemente.
P. El Papa dice que hay muchas personas que no saben a quién dar las gracias, porque ni siquiera conocen qué es OMP, y parece animarnos a trabajar en ese silencio. Esto ¿qué supone de cara a la comunicación de las OMP?
En alguna ocasión le he expresado al presidente de las Obras Misionales Pontificias, monseñor Giampietro Dal Toso, una especie de “queja” que él entendió. En una de las reuniones que tuvimos en Roma, descubrí que los sacerdotes de África, Asia, etc., que se han formado en seminarios allí, no son conscientes de que esos seminarios se mantienen abiertos gracias a la ayuda de las Obras Misionales Pontificias. Es decir, OMP es la institución que está consiguiendo que, en los territorios de misión, los noviciados y los seminarios estén abiertos, y los seminaristas no son conscientes, y a mí eso me escandaliza un poco, porque yo no lo hago para que me lo agradezcan: eso es lo que yo creo que el Papa quiere.
Ya lo dije anteriormente: porque soy cristiano, no puedo dejar de hacerlo, tengo que ayudar; pero es de bien nacidos ser agradecidos. No quiero que me lo agradezcan a mí, pero sí quiero que ellos descubran que hay gente detrás por la que tienen que rezar en agradecimiento, porque, gracias a su aportación, ellos hoy están celebrando la eucaristía, están llevando a Cristo a tantas personas o están viviendo su consagración religiosa. No hay nada más grande que ser agradecidos, es parte de la vocación; de hecho, también lo dice el Papa: “gratitud y gratuidad”. En la medida en que ellos sean agradecidos porque descubren lo que el Señor les ha dado a través de otros cristianos, también podrán ser más generosos, no solo económicamente, sino como personas, consagrándose.