Las consecuencias del ciclón Eloise en Mozambique
- On 1 de febrero de 2021
OMPRESS-MOZAMBIQUE (1-02-21) A la violencia que sufre el norte del país se ha sumado el paso del ciclón Eloise en la zona central de Mozambique, el pasado 23 de enero, dejando tras de sí casas destruidas y familias sin hogar. Según Unicef, 176.000 personas podrían tener necesidad de ayuda humanitaria urgente. La revista de las Obras Misionales Pontificias en Italia, Popoli e Missione, ha hablado con Maurizio Bolzon, sacerdote italiano de la diócesis de Vicenza, misionero en esta zona de Mozambique.
Seis muertos, 8.800 viviendas destruidas, incluidos 26 centros de salud y 90.000 niños, que necesitan asistencia humanitaria, son las consecuencias del ciclón Eloise que devastó la ciudad de Beira y sus alrededores la noche del 23 de enero.
Incluso la casa del arzobispo sufrió graves daños. “Más de la mitad del techo se ha volado, los falsos techos se han derrumbado, todo el mobiliario está mojado. Otras estructuras parroquiales también sufrieron daños. Dar vueltas por los barrios más pobres y ver tantas casas destruidas, con gente pobre que busca refugio, duele el corazón. Hay mucho sufrimiento”, dice el padre Maurizio Bolzon. Junto a otros dos sacerdotes venecianos, llevan unos cuatro años viviendo una experiencia de unidad pastoral en África, bajo la guía del arzobispo, Mons. Claudio Dalla Zuanna, religioso dehoniano, también él originario de Vicenza.
Mozambique es un país que suele sufrir fuertes ciclones. El más violento de los últimos (fuerza 5) fue el ciclón Idai en 2019, que mató al menos a 900 personas. Esta vez el ciclón Eloise fue de fuerza 3, pero aun así se hizo sentir con arrogancia, sembrando daño y dolor. Las posibles epidemias de enfermedades relacionadas con el agua, como la diarrea y el cólera, también son la principal preocupación en las zonas inundadas. Esta es la segunda gran tormenta que azota el país en menos de un mes.
“Por segunda vez la ciudad de Beira se enfrenta a una prueba muy grande – dice el misionero -. El ciclón duró mucho tiempo, con rachas de viento desde las 11 de la tarde hasta las 6 de la mañana y mucha lluvia”. Los misioneros y gran parte de la población se habían preparado poniendo sacos de arena en el techo: “Para nosotros fueron providenciales. En algunos casos salvaron la situación. En otros casos, ya sea porque no tenían las bolsas o porque no llegaron a tiempo, hubo una destrucción mucho más grave. Beira está por debajo del nivel del mar y los barrios donde vive la gente más pobre eran antes los arrozales que poco a poco se van llenando de casas, porque no hay otros lugares donde vivir”.
A raíz del terrible viento, el padre Maurizio salió de su casa y pasó el día visitando los “bairros”, – él y sus compañeros misioneros viven allí mismo, en un bairro – y fue muy duro. “Les aseguro que cualquiera que tenga corazón, se le rompe en pedazos. Ver tantas casas sin techo o las casas más frágiles, de barro, completamente disueltas, con el mobiliario mojado en el barro. Me duele ver los barrios abandonados en esas condiciones. La gente recogía la poca ropa y bienes que poseía, los cargaba en la cabeza y pasaba por los campos inundados, con agua hasta las rodillas o la cintura. Intentaron ir a las casas de familiares o amigos, a dormir bajo un techo”.
Al día siguiente, el misionero celebró la misa en una iglesia sin techo. “Dimos gracias al Señor porque seguimos vivos, con menos víctimas que en el ciclón de 2019. Pero cuando los presentes contaron sus historias fue muy doloroso”. Si en 2020 Mozambique escapó a los peores efectos del Covid-19 después de todo, “ahora ha comenzado la segunda ola más fuerte y virulenta – explica el sacerdote –, que está creando muchas dificultades, también porque llega poca ayuda internacional, dada la compleja situación económica mundial”. El misionero, que entra en los hogares y escucha las historias de la gente, trata de tranquilizar e infundir valor. “Pero esta gente es fuerte – dice -. Nunca había visto gente tan fuerte. Cuando pregunto: ¿qué pasa si mañana llega otro ciclón? Los mozambiqueños responden: Esta es nuestra casa, nos arremangaremos y comenzaremos de nuevo”.