Las amenazas de muerte contra el misionero Luiz Fernando Lisboa

  • On 15 de abril de 2021

OMPRESS-MOZAMBIQUE (15-04-21) En una entrevista concedida al diario italiano La Repubblica, el misionero reconoce que, ante sus denuncias por la tragedia que está teniendo lugar en Cabo Delgado, en el Norte de Mozambique, recibió amenazas del gobierno, que intentaba ocultar la crisis humanitaria de miles de refugiados. Este misionero brasileño llevaba en Mozambique veinte años, ocho de ellos como obispo en la región de Cabo Delgado, en la diócesis de Pemba. El Papa Francisco tuvo que convencerlo de que abandonara Mozambique en febrero de este año. Las amenazas de muerte aumentaban. Desde 2017, año del primer gran ataque de los extremistas mozambiqueños, el misionero no dejó de hablar. Se convirtió en la voz de las gentes de su diócesis, más pobres aún que el resto de los ya pobres mozambiqueños. Lo llamaban la “voz del pueblo”. Uno de los últimos ataques, a la ciudad de Palma, este pasado 24 de marzo, dejó decenas de muertos, fosas comunes, cabezas decapitadas y miles de desaparecidos y desplazados.

En la entrevista de Raffaella Scuderi, Mons. Lisboa explica que primero recibió “amenazas de expulsión, después de la incautación de documentos y al final de muerte”. El gobierno mozambiqueño negó “la guerra desde el principio. Cuando el conflicto y el peligro se hicieron evidentes, prohibió hablar de ello. Impidió que los periodistas hicieran su trabajo. Un reportero está desaparecido desde abril del año pasado. Trabajó para una radio comunitaria y habló sobre la guerra. En su último mensaje, dijo que había sido rodeado por la policía. La Iglesia ha sido la única que ha hablado sobre la situación. Y eso no agradó al gobierno”.

El gobierno no quería que se hablara mal del país, por lo que la Iglesia mozambiqueña pidió ayuda a la comunidad internacional, consciente de que el país no podía afrontar la situación solo. El llamamiento llegó al Parlamento Europeo y dos comisiones le pidieron al entonces obispo de Pemba que explicara la situación.

Después de su visita a Mozambique, cuenta en la entrevista el misionero brasileño, el Papa Francisco siguió muy de cerca la situación de Cabo Delgado, y le llamó para manifestarle su cercanía y gracias a sus palabras, el mundo empezó a interesarse por la guerra. Ante las amenazas le pidió que volviera a Brasil.

Mons. Lisboa explicaba que en la región norte de Mozambique, uno de los diez países más pobres del mundo, se vivió el año pasado una desaparición del Estado, que dejó de preocuparse de la población, de la sanidad, de la educación y de la seguridad. Una zona pobre y abandonada pero en rica en recursos. Una situación ideal para la guerra, con pobreza, muchos recursos y problemas étnicos.

Cuenta además que los extremistas usan el nombre del Estado Islámico, pero no se trata de una guerra religiosa, puesto que atacan a todos y destruyen tanto iglesias como mezquitas y matan tanto a líderes cristianos como musulmanes. Es una guerra económica para hacerse con los recursos naturales – gas licuado, oro, rubíes, piedras semipreciosas – una guerra que ha provocado 700.000 desplazados y dos mil muertos.

 

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