La semblanza del primer santo de Papúa hecha por un misionero

  • On 14 de abril de 2025

OMPRESS-PAPÚA NUEVA GUINEA (14-04-25) Tomás Ravaioli, sacerdote argentino, misionero del Verbo Encarnado en Papúa Nueva Guinea, ha explicado a las Obras Misionales Pontificias lo que significa para los cristianos del país que uno de los suyos, el catequista Peter To Rot, sea proclamado santo. En esta comunicación recoge tanto la biografía de este catequista, que será canonizado en los próximos meses, como la atracción que ejerce en las comunidades locales. Este misionero es quien mejor conoce su historia porque ha sido el impulsor de la causa de canonización de Peter To Rot, un testigo de la fe que fue beatificado en 1995 por San Juan Pablo II.

“El 31 de marzo, el Papa Francisco firmó el decreto para la futura canonización del Beato Peter To Rot, que será hasta ahora el primer y único santo de Papúa Nueva Guinea. Por eso me parece que puede ser interesante compartir con ustedes la vida de este santo. Peter To Rot nace en el año 1912, es decir, hace ya más de 100 años, en una pequeña aldea llamada Rakunai, en una isla de Papúa Nueva Guinea que se llama Nueva Bretaña.

Los misioneros extranjeros que llegaron a esta isla eran misioneros alemanes. Llegaron a fines del 1800, de tal modo que Peter To Rot, habiendo nacido en 1912, era ya segunda generación de cristianos. Es decir, se encontraba en el momento de lo que se llama la implantación de la Iglesia, que estaba intentando echar raíces. Peter era hijo del líder de la aldea o de la tribu, por llamarlo de algún modo, así que también él, ya desde niño, comenzó a mostrar cualidades de líder, y no solo de líder, sino sobre todo de líder cristiano. Es decir, se trataba de un niño que teniendo apenas ocho o nueve años, caminaba todos los días muchísimo para poder asistir a la celebración diaria de la Santa Misa.

Se trataba de un niño que, como cuentan los maestros, porque se conservan hasta el día de hoy ciertos informes, sobresalía, por ejemplo en las clases de religión, y en la escuela en general. Era un niño que tenía una gran devoción a María y aprovechaba los ratos libres, allí, cerca de la escuela y de la capilla, para poder hacer visitas al Santísimo Sacramento. Eso hizo que el sacerdote, un sacerdote alemán llamado Karl, se preguntara si Peter To Rot no podría ser en el futuro sacerdote y convertirse así en el primer sacerdote local del país. Sin embargo, habiendo hablado con el padre de Peter, este decidió que lo mejor sería que su hijo fuera en lugar de sacerdote catequista, porque, según el padre, todavía la gente no se encontraba preparada para tener clero local.

Por eso, cuando cumplió los 18 años, lo enviaron a la escuela de catequistas que habían formado los misioneros. Y aquí hay que hacer un paréntesis, porque la palabra catequista en distintos lugares del mundo puede ser interpretada de distintos modos. Por ejemplo, yo soy argentino y en Argentina un catequista es una persona que tal vez dos o tres veces por semana, como mucho, dedica una hora para dar clases a los niños. Aquí en Papúa Nueva Guinea, un catequista es alguien absolutamente distinto. Es una persona que dedica toda su vida a enseñar el Evangelio, hasta tal punto que muchas veces los catequistas dejan sus propias aldeas y se van con sus esposas –suelen ser hombres casados, con hijos– a lugares muy, pero muy remotos, para ayudar a la gente y viven ahí, en medio de otras tribus y están con ellos. Y son los catequistas quienes mantienen viva la fe por la escasez de sacerdotes.

Actualmente, en el año 2025 en Papúa Nueva Guinea, somos apenas 500 sacerdotes, para un país. Hay diócesis europeas que ellas solas tienen ese número. En la diócesis en la cual yo me encuentro ahora, que es una diócesis enorme, en medio de las montañas de Papúa Nueva Guinea, somos apenas 12 sacerdotes, es decir, somos muy pero muy pocos, y es por lo tanto poco el trabajo que humanamente podemos hacer. Necesitamos a los catequistas que estén en las aldeas, que junten a la gente, que recen con ellos, que los preparen para recibir los sacramentos, que bauticen a los niños cuando nacen, que entierren a los muertos, que preparen a las parejas para recibir el sacramento del matrimonio. Nosotros visitamos esas aldeas cuando podemos, porque evidentemente no damos abasto para visitar todas las aldeas todos los días. Entonces tal vez se visitan las aldeas cada uno, dos o tres meses, y cuando nosotros llegamos, de algún modo el trabajo ya está hecho, lo han hecho los catequistas. Es decir, que un catequista en Papúa Nueva Guinea es una persona que dedica su vida al Evangelio.

En el año 1933, cuando Peter To Rot tiene apenas 21 años, por un problema que surgió en su aldea, tiene que dejar la educación que estaba recibiendo en la escuela de catequistas, que hubiese durado hasta los 22 ó 23 años y tiene que volver inmediatamente para hacerse cargo justamente de la fe de su gente. Y Peter To Rot, aún siendo un joven de 21 años, llevó adelante este apostolado de modo ejemplar, hasta tal punto que existen cartas de quien fue su párroco, el padre Karl, en las que dice que Peter logró no solo conquistar el amor de toda la gente, no solo de su aldea, sino de las aldeas vecinas, sino que también se había convertido en el mejor amigo del sacerdote por ese comportamiento ejemplar y, sobre todo, por ese celo que tenía por las almas.

Lo interesante o, de algún modo, aquello que más llama la atención en la vida de Peter To Rot es su martirio. Y es aquí donde me quiero detener un poco más. En el año 1942, cuando tenía apenas 30 años, Japón invade esa zona de Papúa Nueva Guinea y lo primero que hacen los japoneses es encerrar y encarcelar a todos los extranjeros. Es decir, encierran y encarcelan a todos los misioneros, a todos los sacerdotes y a todas las religiosas, de tal modo que la gente queda de algún modo huérfana. Y es en este momento cuando él comienza a hacer un apostolado realmente ejemplar y comienza a superar a los catequistas de las aldeas vecinas, que tenían terror de los japoneses. Los japoneses habían puesto una prohibición a las prácticas religiosas. Eran supersticiosos y creían que las oraciones de los cristianos les harían perder la guerra, de tal modo que los japoneses prohibieron que los cristianos rezaran y prohibieron lógicamente cualquier tipo de actividad que tuviera lugar en las capillas.

Muchos catequistas, por temor a esas amenazas, abandonaron su apostolado. Y Peter To Rot, con apenas 30 años, no solo se hizo cargo de la fe de su aldea, sino también de las aldeas vecinas. Tan es así que Peter caminaba con mucha frecuencia seis horas de ida, escondido en la selva, para llegar a la cárcel en la cual estaban los misioneros y recibir de ellos las hostias consagradas para poder distribuirlas después en las aldeas, arriesgando de ese modo su vida. Si lo llegaban a encontrar, no había ningún tipo de dudas que iba a morir y aun así, Peter, que ya se había casado hacía poco tiempo y ya tenía hijos, arriesgaba su vida por amor al Evangelio y a las almas.

El gran problema llega en el año 1944, cuando ya la guerra de algún modo estaba decidida y Japón ya sabía que iba a perderla. Los americanos habían invadido también esa isla de Papúa Nueva Guinea y lo primero que habían hecho era destruir todos los barcos y los aviones japoneses, de tal modo que los japoneses sabían que de esa isla no se iban a poder escapar. Los japoneses comenzaron a tener miedo de la gente local porque habían sido tan crueles al inicio, cuando llegaron dos años antes, que se preguntaban si ahora la gente no sería cruel con ellos. Entonces se les ocurrió, para ganarse el favor de la gente, proponerles volver a la práctica de la poligamia, una práctica que es ancestral aquí en Papúa Nueva Guinea, pero que gracias a la predicación de los misioneros había sido de algún modo desterrada de esa isla. Estando los misioneros en la cárcel, los japoneses aprovecharon la oportunidad para ofrecerles a los jefes de las tribus la posibilidad de tomar todas las mujeres que quisieran, casarse con ellas, para que de ese modo los jefes vieran con ojos favorables a los japoneses y después no se vengaran. Lamentablemente, la propuesta de los japoneses funcionó. Todos los jefes de tribus aceptaron y así fue que comenzó nuevamente a practicarse la poligamia.

Peter To Rot evidentemente se opuso a esto como Juan el Bautista, que le decía a Herodes que no era lícito para él tener la mujer de su hermano, y comenzó a hacer un apostolado realmente ejemplar y enorme para ayudar, por un lado, a las jóvenes que eran tomadas como segundas o terceras esposas en contra de su voluntad y, por otro lado, también para convencer y convertir a aquellos que practicaban esto.

Le hizo ganarse una gran cantidad de enemigos. De hecho, es famosa la frase “cacen al catequista”. Decían que así no lo dejaban hablar, porque de hecho, cuando Peter hablaba, lograba que muchas de esas jóvenes que habían sido tomadas como segundas o terceras esposas se fueran, se escaparan, es decir, dejaran de practicar la poligamia. Y eso evidentemente enfurecía a los jefes de las tribus y, sobre todo, enfurecía a los japoneses porque veían que de algún modo sus planes estaban siendo destruidos por un joven catequista que en ese momento tenía apenas 32 años.

Y fue por eso que durante el año 1944 y 1945, Peter To Rot fue encarcelado muchas veces, siempre por períodos cortos de uno o dos meses y fue también maltratado. Fue golpeado, incluso tuvo problemas dentro de su familia porque, por ejemplo, su hermano mayor había sido uno de los primeros que había tomado una segunda esposa. De tal modo que la fidelidad al Evangelio y la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia le costará caro. El desenlace de esta historia llega en el año 1945, cuando Peter To Rot sufre la que sería su última encarcelación en 1945. Su propio hermano mayor, que había tomado una segunda esposa y a quien había reprendido severamente, lo denuncia a las autoridades japonesas y los japoneses lo meten en prisión. A los pocos días le dan una inyección que no sabemos qué contenía, pero que a los pocos minutos lo mata. Esto sucedió la noche del 7 de julio de 1945. Por eso aquí en Papúa Nueva Guinea, el 7 de julio, es justamente el día del beato Peter To Rot.

La causa de canonización comienza inmediatamente después de su muerte, porque apenas muere, apenas llega la noticia a la aldea de que Peter To Rot, antes de que llegara su cuerpo, preparan una tumba cerca de la Iglesia y en la cruz escriben Peter To Rot, mártir de la fe. Es decir, que la gente ya conocía su fama de santidad. Sin embargo, el proceso o la causa de modo más oficial inicia siete años más tarde, en 1952, cuando el entonces arzobispo de esa zona ve la gran devoción que se le tiene, ve que todos los años hay peregrinaciones hacia la tumba y comienzan las investigaciones y todos los procesos que duraron aproximadamente 40 años. Hasta que finalmente, en 1995, el Papa Juan Pablo II visita Papúa por segunda y última vez y lo beatifica. En el año 2020, hace cinco años y habiéndose cumplido 25 años de su beatificación, los obispos se preguntan en qué estado estaba la causa de Peter To Rot. Se lo preguntan porque los obispos, en su gran mayoría, son extranjeros. Cuanto tuvo lugar la beatificación muchos de ellos no estaban todavía en el país. Otros eran apenas jóvenes sacerdotes que estarían misionando en medio de la selva. Es decir, ninguno sabía bien cuál era el estado de la casa. Y entonces me piden a mí si podía averiguar y si hacerme de algún modo cargo de su causa de canonización.

Así que acepté el desafío. Viajé a Roma, estuve en el Dicasterio para la Casa de los Santos, me informaron cuál era el estado de la casa y me dijeron cuáles eran las cosas que había que hacer. Así que a partir de ahí formamos un equipo y comenzamos a trabajar para llegar a ese momento en el cual estamos ahora, para que finalmente Peter To Rot pudiera ser canonizado.

Creo que la gran enseñanza que nos da Peter To Rot a nosotros en el año 2025 es doble. Por un lado, nos enseña que todos, absolutamente todos, estamos llamados a la santidad y que la santidad es posible. Es decir, como decía la Madre Teresa, no es un lujo de algunos pocos, sino que es una necesidad para todos. Pensemos que Peter To Rot no era un misionero, no era un obispo. Era un simple laico de apenas 33 años, casado, padre de tres hijos, que llevaba una vida absolutamente normal en su aldea, con su familia, con su mujer, con sus hijos. Era un hombre que sobresalía, sí, en su amor a la Eucaristía, en su devoción a la Virgen María. Se trata de un hombre que hizo lo que tenía que hacer, nada más. Es decir, de algún modo no hizo cosas espectaculares. No se trata de un misionero que estuvo 40 años en China o 30 años en África. Fue un hombre que se santificó en su aldea, viviendo en su choza con su mujer y sus tres hijos.

El segundo gran mensaje que nos enseña Peter To Rot es respecto a la familia y al matrimonio, porque de hecho él muere mártir en defensa de la familia y en defensa del matrimonio cristiano. Hoy en día creo que el matrimonio está siendo atacado muchísimo más de lo que fue atacado en 1945 en esa isla de Papúa Nueva Guinea. A la hermana Lucía, la vidente de Fátima, la Virgen María le había revelado que la última gran batalla de Satanás contra la humanidad iba a ser justamente atacando a la familia. Y esos ataques los vemos continuamente. Por eso Peter To Rot nos recuerda una vez más cuál es el plan de Dios respecto a la familia y respecto al matrimonio. Murió defendiendo la indisolubilidad del matrimonio, murió defendiendo lo que es la familia a los ojos de Dios.

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